
5 buenos hábitos que intentamos inculcar a nuestros hijos pero en los que no damos ejemplo


Educar a un hijo no es tarea fácil, desde luego. Nadie nace enseñado y mucho menos para ser padres.
Es típico que, ya durante el embarazo, los futuros papás empiecen a plantearse cómo les gustaría educar a sus hijos, la lista de buenos propósitos entonces empieza a ser enorme, muy parecida a la que nos solemos hacer para año nuevo.
Por desgracia, el día a día acaba comiéndose esa lista que con tanto cuidado habíamos confeccionado, en ambos casos. Con suerte, llegaremos a marzo con algún buen propósito cumplido, o a los 3 meses de nuestro pequeño.
Y es que aún sabiendo que los padres somos modelos de conducta para nuestros hijos, no siempre es fácil ser conscientes de que, lo que hacemos o lo que no hacemos los está marcando de por vida.
Comer bien
«Es necesario que los niños coman de todo». Estamos cansados de oírlo y reconocemos que es cierto, que es necesario para el buen desarrollo del niño que aprenda a comer de todos los tipos de alimentos desde el principio.
Pero no sirve de nada hacerle comer un puré de verduras si, a su lado, se sienta el padre o la madre y éste no come lo mismo. De nada sirve intentar que coma pescado cuando el niño no nos ve jamás probarlo ni de lejos.
Tener un hijo puede ser una oportunidad para reeducar nuestra propia alimentación, el niño debe observar cómo los padres aceptamos cualquier tipo de comida y, a pesar de que algunas nos gusten más que otras, somos capaces de comerlas.
Por supuesto, no entra en debate las alergias alimentarias, en cuyo caso habrá que explicarle al niño el por qué un miembro de la familia no prueba y no puede probar un determinado alimento.
Dejar las cosas en su lugar
Es imprescindible para el buen funcionamiento de un hogar que cada cosa esté en su sitio. Por ello, los padres solemos insistir mucho en aquello de «recoge las cosas cuando acabes de jugar, déjalas en su sitio».
Pero si el niño lo que ve en casa es que, cuando sus padres cocinan dejan todos los cacharros por fregar, o que cuando acaban de trabajar, la mesa de trabajo queda desordenada y sucia sin ninguna preocupación por arreglarlo, está claro que el mensaje no va a calar en él.
Debemos hacer un esfuerzo, como padres, para acostumbrarnos a recoger todo aquello que podamos cuando acabemos nuestras tareas, si lo hacemos, nuestro hijo crecerá con la sensación de que eso es lo adecuado y nos será mucho más fácil que mantenga ordenada su habitación, sus juguetes y su ropa.
Ir a dormir temprano
Tenemos claro que es imprescindible que nuestros hijos duerman una determinada cantidad de horas al día, si no se ponen irascibles, y es muy difícil lidiar con ellos cuando no han descansado bien.
Pero, ¿cuántos padres van a dormir temprano?
Marcar una rutina diaria de sueño para los niños se puede hacer sin necesidad de que los padres se acuesten a las 9 de la noche, pero en los fines de semana, la cosa cambia. Los padres, quizá quieran aprovechar para salir con amigos y se llevan a los niños. Una oportunidad fantástica para socializar en ambos casos, pero también una oportunidad para que el niño aprenda que la fiesta empieza cuando él normalmente ya está dormido.
Además, a menudo, los padres van faltos de sueño, cuando los niños se acuestan, se quedan a ver la tele o a navegar por internet hasta que los ojos se les cierran. Eso suele ser alrededor de las 12 o la 1 de la madrugada, y a las 6 el despertador suena y las exigencias del día a día nos demandan estar al 100%.
Quizá es el momento de dar ejemplo e iniciar una higiene del sueño que nos comprometa a dormir, por lo menos, 7 horas al día. Nosotros lo notaremos, y nuestros hijos también: estaremos de mejor humor, más relajados y podremos disfrutar más del día a día.
No dejar para mañana lo que puedas hacer hoy
Cuando el pequeño llega a casa le decimos que haga los deberes de la escuela antes de ponerse a ver la tele, a jugar o a hacer algo que le gusta. Al mismo tiempo, nosotros nos sentamos en el sofá, con una pila de ropa por doblar al lado. Encendemos la televisión o cogemos un libro y nos olvidamos de la ropa.
El niño lo que está aprendiendo es que, en realidad, siempre hay tiempo para hacer las cosas. Y por supuesto, en nuestro caso, es así. Pero no podemos olvidar que nosotros somos adultos y que hemos aprendido a organizar nuestro tiempo de forma que nos alcance para todo lo que queramos hacer.
Pero el niño no tiene todavía esa capacidad desarrollada, por lo que si le estamos dando este mensaje podemos estar dificultándole que adquiera unos hábitos determinados.
Sé educado
No hay cosa que más nos llene de satisfacción a los padres como que venga alguien y nos diga «que hijo más bien educado tenéis, es un encanto».
Y es por ello por lo que luchamos diariamente, para que sea educado, no grite, no insulte, no critique, no diga palabrotas, etc. Pero a menudo nos olvidamos de que los niños son pequeñas esponjas que aprenden cualquier cosa que se les ponga por delante, y en nuestro caso, que somos sus modelos de conducta, la repetición de nuestras formas de hacer y de decir va a ser el pan de cada día.
Hay que tener en cuenta que los niños, por muy pequeños que sean, se enteran de todo. Si le estamos diciendo por un lado que tiene que ser amigo de todos los niños, que no debe insultarlos ni criticarlos, pero nos está escuchando hacer juicios de valor sobre nuestros amigos o conocidos, decir palabrotas, o gritándonos entre nosotros, estamos dándole un mensaje cruzado.
Con los niños no sirve el «haz lo que yo digo pero no hagas lo que yo hago». Los niños aprenden por imitación, cualquier cosa que hagamos la cogerán como modelo de conducta y la repetirán a pesar de que intentemos que no lo haga.
