psicologo ansiedad mindfulness
Cruzando la calle tranquilamente con tu pareja, de pronto tu cuerpo se paraliza, tu corazón empieza a latir de forma rápida y bombea sangre a los músculos para aumentar la rapidez en la respuesta, los procesos no vitales se paralizan momentáneamente, se te seca la boca y tus pupilas se dilatan: ha pasado un coche por sorpresa y casi os atropella. La respuesta que da el organismo en la situación descrita es una reacción de estrés adaptativo a una situación que ponía en riesgo la propia vida y que precisaba de una respuesta inmediata. Esa respuesta, una vez pasada la situación estresante, debe ir disminuyendo su intensidad hasta desaparecer completamente para poder volver a la normalidad y a un estado de calma y tranquilidad del organismo.

La ansiedad, no es, por tanto, en sí misma una respuesta negativa. Al contrario, es una respuesta del organismo para adaptarse lo mejor posible a una situación en la que se precisa una respuesta rápida e inmediata en la que se percibe que se corre riesgo para la propia vida. Todos los cambios que sentimos en un momento de ansiedad, es una respuesta adaptativa que se ha mantenido gracias al poder que tiene para mantenernos vivos.

El momento descrito sería un ejemplo de situación estresante en la que el objeto de estrés está bien delimitado y proviene de una fuente externa, lo cual hace más fácil que se aprecie como limitada en el tiempo y por tanto no repercuta en un daño mayor. Pero cuál es la línea en la que debemos empezar a preocuparnos por si la ansiedad no es un mecanismo de defensa, si no un síntoma de que hay algo a lo que debemos prestar más atención?

La problemática surge cuando situaciones que en sí mismas no suponen un riesgo para nuestra vida, nos provocan ansiedad y ésta nos limita en nuestro día a día, como por ejemplo en las siguientes situaciones:

No se identifica con facilidad la fuente de ansiedad.

La ansiedad perdura aún cuando la causa ha desaparecido.

  • La ansiedad es desproporcionada en relación al objeto que la causa.
  • El miedo es irracional, ya que la causa en sí mismo no comporta riesgo objetivo.

Estos y otros casos, son los que precisan de una intervención por parte de un profesional, de un psicólogo profesional.

Cualquier situación se puede volver un reto imposible de afrontar para una persona con ansiedad: conducir, hablar en público, hacer nuevos amigos, buscar un nuevo empleo, enfrentarse a una entrevista de trabajo, dar su opinión de forma asertiva, incluso salir a la calle puede llegar a suponer un martirio para una persona que sufre de la que llamamos ansiedad generalizada: un tipo de ansiedad que se caracteriza porque la persona que la sufre vive en un estado permanente de estrés y ansiedad causada por diferentes estímulos, situaciones y pensamientos sobre posibilidades que le crean ansiedad.

Entre los síntomas que puede provocar la ansiedad en estas situaciones, estarían el sentir ahogo, notar la cabeza embotada, bloqueos, sensación de irrealidad, confusión, ganas de llorar o debilidad, entre muchos. Mientras físicamente la ansiedad te deja agotado, ya que estás poniendo tu cuerpo en una situación de alarma constante, mentalmente se agolpan los pensamientos críticos, de peligro o de visualización de un futuro temible.

La ansiedad, que perdura como respuesta por su alto poder adaptativo y función de supervivencia, es altamente negativa a nivel físico y mental, a la par que invalidante en nuestro día a día, cuando se vuelve permanente y no aguda. La ansiedad y el estrés tienen como función aportar al organismo una dosis de energía en las funciones vitales para salir airosos de una situación de emergencia. Es cuando éste estado perdura en el tiempo cuando surgen los problemas.

La ansiedad es en sí misma una función física, que aparece y desaparece sin mediar pensamientos, únicamente como una respuesta a una situación peligrosa, real, tangible y presente. El problema es cuando surge a raíz de:

  • Pensamientos sobre situaciones hipotéticas que no están sucediendo en el presente (sobretodo si es improbable que sucedan).
  • Revivencias de situaciones pasadas estresantes que no están sucediendo en este momento.
  • Como respuesta a pensamientos sobre la propia valía o eficacia mientras está sucediendo una situación concreta.
  • Pensamientos sobre situaciones temidas que no están bajo nuestro control.

A continuación adjunto algunos consejos para vencer la ansiedad que se pueden empezar a aplicar de inmediato. Indicar, por eso, que siempre será mejor estudiar cada caso de forma individual en la consulta del psicólogo, ya que será la manera de conseguir resultados más rápidamente al personalizar la estrategia a seguir en función de la manifestación de la ansiedad de cada uno.

Cambiando el foco de atención

Llega un momento en el transcurso de la ansiedad generalizada, en que se hace con el poder el que se llama “el miedo al miedo”: la ansiedad que surge por el hecho de sentir los primeros síntomas de ansiedad, por miedo a descontrolarse y llegar a tener un ataque de pánico. En ese momento los síntomas son los protagonistas, solo se está pendiente de la intensidad con la que se manifiestan la ansiedad: empieza el autochequeo, el escáner corporal y la comprobación de las constantes vitales: toda la atención está centrada en lo que ocurre por dentro. Y aquí entra la paradoja: Intentando evitar tener ansiedad, centramos la atención en lo que nos acaba provocando más ansiedad. Evitando conseguimos que llegue lo que más tememos. ¿Por qué? Porque sin querer le estamos dando instrucciones al cerebro para que ponga atención a lo que realmente queremos evitar: convertimos en amenaza señales que no lo son. La mente ahora está entrenada para buscar palpitaciones, sudoración, agobio y dolor de pecho. Y cuando se detectan, se enciende la señal de peligro activando el sistema nervioso simpático, el cual se acelera preparando el cuerpo para la lucha o la huída: el corazón late con vigor, los músculos se tensan, se empieza a sudar y a respirar agitadamente. Ya está, empieza lo que llamamos la ansiedad, como respuesta a querer evitarla. 

Ayuda para vencer la ansiedad: Mindfulness

Aprender a practicar Mindfulness nos ayudará a parar el proceso de activación del sistema nervioso simpático, y por tanto, a la ansiedad y el miedo al miedo, en la primera fase. Es en los primeros momentos, en los que empieza el autoescáner, y la atención se vuelca en el propio interior, en el que hay que esforzarse, amablemente y compasiva, en redirigir la atención al exterior. Saborea de nuevo el café, fíjate en las conversaciones de los que tengas a tu alrededor, descubre el olor que te llega en ese momento y pon atención a los detalles del paisaje. Concéntrate en lo que sí está pasando en ese momento y fuera de ti mismo. Si te invaden de nuevo los pensamientos, o las ganas de autochequear los síntomas, no te preocupes, es normal, tu cerebro está entrenado para dar importancia a esas señales ya que durante mucho tiempo se han convertido en señales de peligro. Devuelve amablemente tu atención al aquí y ahora, y deja que los pensamientos pasen como si se trataran de nubes en un cielo despejado.

Deja de evitar, empieza a vivir

Evitando lo que queremos que ocurra, sin darnos cuenta y sin querer le estamos dando una atención desmesurada, lo que hará que estemos pendientes de cualquier cambio que se produzca en la dirección que queremos evitar, lo que provoca que al final, suceda aquello que tememos. O si te pido que te concentres en no pensar en un elefante blanco puedes realmente evitar visualizarlo casi al momento? Eso pasa porque la mente no entiende de “no pienses en”, no funciona en negativo. Si intentas no preocuparte, te preocupas, si estás pendiente de no sentir ansiedad, te vas a ver invadido por ella. La solución es cambiar el foco de atención y dejar de evitar la ansiedad, centrarse en aquello que sí queremos que se expanda en nuestra vida. Aunque no nos sintamos al 100% para empezar, aunque tengamos que enfrentarnos a ello con nuestros miedos, palpitaciones y sudores. Hay que ver la ansiedad como una maleta que llevamos, nos pesa, nos molesta, pero no nos impide caminar y vivir. Es algo que debemos sacar de dentro de nosotros mismos, nosotros no somos la ansiedad, somos mucho más que eso, y el primer paso para vencer la ansiedad es centrarnos en lo que somos y lo que queremos, aunque tengamos que llevar la pesada maleta de la ansiedad con nosotros durante un tiempo a lo largo de nuestro camino.

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