Todo este tiempo que hemos venido realizando sesiones de terapia online, han sido principalmente sobre ansiedad o trastornos relacionados con la ansiedad. Ahora estamos viendo un repunte importante de todas estas patologías. Quizás por el tiempo de confinamiento, pacientes que estaban siendo tratados por otros trastornos, han mostrado lo que podría ser una “falsa” agorafobia debido a que el miedo al contagio y la incertidumbre de la situación son factores nada despreciables. Además, también han aumentado los trastornos obsesivos, así como los pacientes que aseguran que no pueden evitar lavarse las manos cada vez que hacen cualquier cosa, aunque no tengan un trastorno obsesivo. Asimismo, el hecho de pasar tantas horas tras las pantallas ha resultado ser la situación deseada para los pacientes con fobia social, pero, ¿qué pasará con el desconfinamiento? ¿es predecible un aumento de los casos de fobia social?
De todo ello vamos a hablar a continuación.
Trastornos de ansiedad, fobias, estrés: lo que nos deja la pandemia

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Posible aumento de la fobia social
La fobia social o ansiedad social es un miedo intenso y persistente a ser observado y juzgado por los demás y afecta tanto al trabajo como a la escuela como a otras actividades cotidianas con dificultades en las relaciones interpersonales.
Por eso, el distanciamiento social – aunque los humanos somos animales sociales y, por tanto, sería más oportuno llamarle distanciamiento físico- puede ser un desencadenante de este tipo de fobia. Otro de ellos podría ser el tiempo de confinamiento, con contactos sólo a través de las pantallas, con lo cual se han sentido cómodos.
Por tanto, sería posible que tras el desconfinamiento las personas con dicho trastorno lo vieran agravarse y hubiera una nueva escalada de la ansiedad social.
¿Y la agorafobia?
Antes de nada, hay que identificar a qué llamamos agorafobia; miedo intenso y persistente de hallarse en ciertas situaciones en lugares públicos en los que resulta difícil escapar, sintiendo vergüenza de que otros observen su conducta y sin que nadie le pueda ayudar. Por tanto, los pacientes realizan comportamientos de evasión de dichas situaciones o lugares, generando una disminución progresiva de sus actividades.
Estos pacientes están bien dentro de su casa, puesto que lo perciben como el único reducto de seguridad que poseen. Para ellos, el confinamiento es, precisamente, la situación en que se hallan cómodos ya que no deben evitar.
Pensar en el desconfinamiento y que deban volver a sus trabajos, hace que estos pacientes comiencen a presentar síntomas físicos como mareos, taquicardia, opresión precordial, dolor abdominal… o bien síntomas psicológicos como la despersonalización o la desrealización. Es posible que el paciente interprete que esta sintomatología tenga consecuencias catastróficas y un miedo intenso a sufrir una crisis de pánico.

Estas crisis de pánico son muy intensas y se combinan con otros miedos intrusivos como son el miedo a morir a causa de un infarto, a volverse loco o a perder el control. En esas condiciones, solo les ayuda saber que existe una persona cerca que les pueda socorrer en cualquier momento.
No obstante, hay que dejar claro que una cosa es el posible aumento de casos de agorafobia y otra muy distinta es el miedo a salir de casa, el cual es lógico y “normal” tras siete semanas de confinamiento en el cual también puede aparecer sintomatología fisiológica como temblores, taquicardia, sudores, dificultad respiratoria o inquietud.
El trastorno por estrés postraumático tras la pandemia
Se trata de una patología psicológica desarrollada por pacientes que han experimentado en sí mismos o han sido testigos de sucesos traumáticos que pueden poner en peligro la vida y van desde las agresiones sexuales hasta los desastres naturales y guerras, pasando por accidentes de coche, duelo o situaciones de maltrato o acoso de cualquier tipo.
Si en febrero, cuando andábamos tranquilamente inmersos en nuestras vidas cotidianas, nos hubieran dicho que tan sólo un mes después nos golpearía una pandemia que pondría en peligro nuestras vidas y la de las personas más importantes para nosotros, además de toda la estructura socioeconómica del país, sin tiempo para prepararnos ni física ni mentalmente, no nos sorprendería el aumento de los casos de trastornos por estrés postraumático ( TEPT) que se están produciendo, aunque también es posible que muchos de los nuevos casos sean en realidad casos de trastorno adaptativo, que veremos después.
Todo ello es debido a que el confinamiento activa las áreas cerebrales relacionadas con la respuesta automática al miedo. Estas se hallan principalmente en la amígdala y el hipocampo. Es en este último queda almacenada toda la información traumática y, por tanto, es el encargado de enviar mensajes de protección mediante el distanciamiento social.
Los profesionales sanitarios que han estado trabajando en primera línea son los que principalmente podrían llegar a desarrollar un TEPT ya que las situaciones de estrés prolongado y continuo que han estado viviendo genera trastornos del sueño, ansiedad, desesperanza e incluso sentimientos de culpabilidad.
Quienes también se verán directamente afectados por un TEPT serán los familiares de las víctimas de la pandemia que no han podido despedirse o realizar un funeral. Esto genera duelo patológico y, en muchas ocasiones, depresión.

Trastorno por estrés agudo en personas en cuarentena
El resto de los que estamos en cuarentena somos susceptibles a desarrollar un trastorno por estrés agudo con agotamiento, insomnio, disminución de la concentración y del rendimiento laboral, irritabilidad, ansiedad al tratar a los enfermos contagiados… pero no un TEPT.
En este caso es muy importante saber los agentes estresores existentes en cada etapa:
1. Durante la cuarentena
- Una mayor duración implica síntomas de TEPT, conductas de evitación e irritabilidad.
- Sienten miedo al contagio propio o hacia otras personas, sobre todo, si es de su propia familia. Igualmente existe miedo cuando se siente o se cree experimentar cualquier síntoma físico relacionado con el coronavirus. Dicha preocupación es mayor en mujeres embarazadas o mujeres que tienen hijos pequeños.
- El confinamiento, la pérdida de nuestras rutinas y por tanto de nuestra vida “normal” junto con la reducción del contacto físico, sin abrazos ni besos, y el distanciamiento social aumentan la frustración por no poder hacer actividades cotidianas habituales.
- No poder recibir atención médica regular, por ejemplo, en el caso de pacientes crónicos o no tener acceso a suficiente comida, agua o ropa, también conlleva frustración y genera mucha ansiedad.
- Confusión debido a lo que los pacientes consideran la información que reciben contradictoria o escasa debido a las diferencias existentes en el contenido de los mensajes.
2. Después de la cuarentena
- Las pérdidas económicas debido a la interrupción de la actividad profesional sin haberlo planeado con anterioridad generan una intensa ansiedad y es factor de riesgo de trastornos psicológicos.
- El posible estigma hacia los contagiados de manera que se pueden producir conductas de evitación, de retraimiento y de suspicacia. Por ello, es importante acabar con las falsas noticias acerca del contagio desde todos los ámbitos, contribuyendo con una información veraz, útil y desestigmatizante.
Trastorno obsesivo-compulsivo
Desde hace unos días nos llegan consultas de pacientes con trastornos obsesivos-compulsivos (TOC) por limpieza, que muestran obsesiones de contaminación y realizan rituales compulsivos de lavado.
Es de esperar que, en un futuro próximo, y a medida que se restablezca la “nueva normalidad”, este tipo de patología pueda ir aumentando porque se produzca un aumento considerable del nivel de preocupación por el contagio.
En el caso de pacientes que ya tenían este tipo de TOC, sus rituales se han visto fortalecidos, con lo cual tratamientos que habían iniciado hace poco, pueden sufrir recaídas.
Trastornos adaptativos
Aunque el escenario más posible parece el anterior, lo cierto es que existen visiones más optimistas que auguran que existe una mayor probabilidad de que se produzcan trastornos adaptativos, es decir, un malestar psicológico intenso debido al desbordamiento de una persona ante la situación. Y, aunque la definición pueda parecer tan mala como tener uno de los trastornos anteriores, lo cierto es que a medida que las personas se van adaptando tanto a la situación como a sus consecuencias, este malestar se va atenuando hasta su desaparición.
Los trastornos adaptativos aparecen cuando el confinamiento empieza de una forma súbita y sin tiempo de preparación ante la nueva realidad, porque somos conscientes de las graves consecuencias tanto sanitarias como socioeconómicas de la pandemia y por la obligatoriedad de cambiar nuestra forma de vida de forma radical e inesperadamente.
Por otro lado, este tipo de crisis que Pittman denomina como “desgracias inesperadas” tienen buen pronóstico si aparecen algunos factores como el sufrimiento no es privado, no es vergonzante ni secreto, es explícito y además aumenta el sentimiento de formar parte de una comunidad y de apoyo mutuo. Todo esto se está dando en la actual pandemia.
Los efectos psicológicos de la pandemia
A pesar de que se puedan producir muchos trastornos adaptativos, es importante no descuidar a los pacientes que ya tenían previamente un trastorno psicológico, ni tampoco a los que en este momento están consultando su sintomatología reciente, posiblemente grave. Ambos tipos de pacientes van a requerir de tratamiento psicológico y en algunos casos psiquiátrico, para que sus cuadros no se agraven o se cronifiquen.
Para ello contamos con diversos factores; desde la información que evita la psiquiatrización de un malestar absolutamente “normal” como consecuencia del confinamiento vivido hasta otro tipo de recursos, tanto humanos – es bien sabido que faltan psicólogos en los centros de atención primaria puesto que su función allí sería tan básica cómo la de cualquier otro profesional sanitario –como tecnológicos que nos permiten hacer intervenciones telemáticas cuando no sea posible la presencial puesto que en estas últimas semanas, se ha comprobado que la tele psicología resulta un recurso muy útil para seguir con intervenciones iniciadas o recién iniciadas. En este caso, las herramientas de realidad virtual se han adaptado para poder hacer por esta vía tratamientos de trastornos de ansiedad.
Es posible que esta pandemia haya traído consigo un cambio en los hábitos de vida de las personas como sociedad. Eso sí, aquellos que pensaban tener poco o ningún riesgo de tener una enfermedad, ahora van a vivir un poco más alerta. No convertir la alerta en miedo es un trabajo de todos, lo hemos hecho muy bien hasta aquí, ¿continuamos?
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