A medida que nos vamos haciendo mayores, que vamos madurando, que vamos acumulando experiencias vitales, vamos cambiando, vamos modelándonos a medida de las circunstancias.
Las situaciones difíciles, las pérdidas, los problemas, hacen que nos vayamos protegiendo. Cada vez somos mejores protegiéndonos contra lo que consideramos agresiones externas. Vamos construyéndonos nuestra armadura, nuestra coraza, hecha a medida para nosotros. Una protección que hace que las amenazas sean menos reales, que los problemas tengan que ser más grandes y más fuertes para poderla traspasar.
Crecemos y nos vemos a nosotros mismos como personas resistentes y fuertes ante las adversidades. Sabemos que hemos llegado hasta aquí y que hemos podido ir superando obstáculos, y nos sentimos seguros con nuestra armadura que nos evita tener que implicarnos en aquello que nos puede dañar.
Pero esta armadura es una arma de doble filo. Nadie duda que sea útil para evitar que nos hieran, o para minimizar el impacto de los ataques, pero por otro lado esta armadura igual que evita que las emociones entren, también evita que las emociones salgan.
Esa armadura es una estructura que nos hemos construido con el paso de los años, casi sin darnos cuenta, pero que nos supone una carga ya que a pesar de que nos protege también nos impide mostrarnos tal y como somos, con naturalidad delante de los demás. Esa armadura nos aísla, nos hace invulnerables y fríos a ojos de los demás.
Al principio sólo nos la ponemos en ocasiones especiales, en esos momentos en los que sabemos que hay un riesgo de sufrir un ataque. Nos vestimos con nuestra armadura y nos vamos «a la guerra». Y luego somos capaces de quitárnosla. Pero poco a poco esta armadura se vuelve tan imprescindible para nosotros que no somos capaces de quitárnosla.
El resto de gente no nos ve nunca sin nuestra armadura, se vuelve nuestra segunda piel, una piel dura e imposible de atravesar que nos acompaña en todo momento y nos aísla de lo que nos rodea. En efecto, es una segunda piel útil, evita en gran medida que los ataques nos hieran, pero también nos aleja del resto de las personas.
¿Quién querría vivir cerca de una persona de hierro? ¿A quién le interesaría tener una relación con alguien que no se quita su armadura nunca por miedo a que le hieran?
Desmontando la armadura
No es tarea fácil quitarse una armadura construida a medida. Muy a menudo ni siquiera somos conscientes de que la llevamos puesta. Y en el momento en el que nos hacemos conscientes nos damos cuenta de que se ha enganchado tanto a nuestra piel, a esa piel suave y delicada que deja entrar y salir las emociones, que no tenemos ni idea de cómo quitárnosla.
Como decía, no es tarea fácil, pero si ya has identificado tu armadura, tienes un largo camino recorrido. Esa armadura te la has construido tu, así que puedes ir eliminándola tú mismo, siempre y cuando sepas utilizar las herramientas que te ayudarán a hacerlo.
Si sientes que te has aislado, que evitas que las emociones te afecten, que te pones la armadura cada día y cada vez te cuesta más quitártela, quizá es el momento de empezar a arriesgarte y a dejar de pensar que todo lo que te rodea es una amenaza. No es sencillo, pero poco a poco irás viendo cómo la armadura va perdiendo peso. Arriésgate.
Y si ves que no puedes, que esa armadura es tan parte de ti que no eres capaz de moverla hacia ningún sitio, siempre puedes pedir ayuda. Dejar que un profesional de la psicología te ayude a desmontar poco a poco esa armadura y a aprender a utilizarla sólo en los momentos en los que es completamente imprescindible. En Siquia puedes encontrar psicólogos que estarán encantados de ayudarte.
El caballero de la armadura oxidada
Esta reflexión sobre las armaduras y la protección emocional con la que solemos ir por la vida es fruto de la lectura de este libro, escrito por Robert Fisher en 2005 y que, en 2013 ya contaba con su 35ª edición. Un best-seller que explica la historia de un caballero enfundado en una armadura que no se puede quitar y nos acompaña en su viaje de conocimiento para lograr despojarse de tan pesada carga.