⚠️ Autoexigencia destructiva: la característica que puede destrozarte la vida

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Lucía Lorenzo
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Vivimos en una sociedad que presiona a sus miembros para alcanzar el éxito a toda costa. Lo vemos en las redes sociales, en el telediario, en los programas de radio, incluso en la educación. Se ensalza a millonarios y empresarios y se anima a la gente a hacer todo lo posible por triunfar. Pero esta mentalidad, llevada al extremo, no es saludable, pues puede desembocar en autoexigencia destructiva.

ansiedad

¿Qué es la autoexigencia?

En primer lugar, cabe destacar que ser autoexigente no es malo. Se trata de una característica de las personas que esperan mucho de sí mismas.

Ser exigente con uno mismo es positivo y hasta necesario. Es una fuente de motivación, que te impulsa a hacer las cosas bien y superarte a ti mismo.

Sin embargo, la presión puede escaparse de las manos con facilidad y desembocar en una autoexigencia destructiva.

¿Y la autoexigencia destructiva?

Cuando hablamos de este tipo de autoexigencia nos referimos a una característica de aquellas personas que tienen tan altas expectativas respecto a sí mismas que no se permiten fallar.

Esta característica denota una absoluta falta de flexibilidad. En las mentes de las personas demasiado autoexigentes las cosas tienen que ser de una determinada manera y, si en la realidad no ocurre así, entonces no se sienten válidos.

¿Alguna vez te has topado con un compañero de clase que necesita tenerlo todo controlado? ¿Una persona que, si las cosas no salen siguiendo sus planes no se siente satisfecha, incluso si el resultado es bueno? Ese es un claro ejemplo de esta cualidad tan negativa, que puede desarrollar en problemas como ansiedad.

Las características que te convierten en alguien demasiado exigente

  • Inconformismo.
  • Una autoestima inestable, que depende enormemente del resultado de las tareas que llevas a cabo.
  • Sobreestimación de las propias capacidades. Esto te lleva a ponerte metas poco realistas que aumentan tu insatisfacción.
  • Negatividad, provocada por los constantes fracasos al intentar conseguir dichas metas inalcanzables.
  • Ausencia de la capacidad de análisis, necesaria para poner en valor el coste de conseguir determinadas metas.
  • Tendencia a bloquearse.
  • Espíritu crítico, tanto consigo mismos como hacia el resto.

¿Reconoces estas características? Un psicólogo online puede ayudarte a dejar atrás la autoexigencia destructiva.

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¿De dónde viene la autoexigencia destructiva?

No hay un solo motivo por el que puedes acabar siendo excesivamente exigente. Por norma general, el origen de la autoexigencia destructiva se encuentra en la infancia.

La infancia es una etapa clave en la formación de la personalidad. Son las vivencias, el ambiente y las influencias que recibimos en esta etapa las que moldearán nuestra forma de ser.

Los eventos traumáticos, las vivencias complejas, la falta de cariño o la incomprensión son tan solo algunas de las cosas que pueden convertirnos en personas marcadas por la autoexigencia destructiva. Otros motivos pueden ser:

  • El apego, entendido como el vínculo que se desarrolla entre padres e hijos durante los primeros meses de vida. Si los padres no están presentes, si su presencia es intermitente o si son fuente de malos tratos, lo más probable es que los niños crezcan con una baja autoestima y piensen que no merecen cariño. Esta percepción de sí mismos les puede llevar a pensar que necesitan ser los mejores para recibir amor por parte del resto.
  • La relación con los padres, como por ejemplo haber crecido con padres estrictos, que te culpaban por tus fallos, pero que entendían que tus triunfos eran «lo que debías hacer». También es común que sean exigentes aquellas personas que crecieron con padres que celebraban en exceso sus triunfos y que te llevaron a creer que eran tus éxitos los que te convertían en alguien de valor.
  • La dependencia de las redes sociales, que te someten a un bombardeo constante de imágenes de éxito y felicidad que te hacen pensar que es posible tener una vida ideal.
  • Tus propios valores, es decir, la importancia que le das a aspectos como el dinero, el buen desempeño laboral, los premios… Si pones estas características por encima de otras como la salud mental, la tranquilidad o la felicidad puedes acabar haciéndote daño en tu intento de ser «la mejor versión de ti mismo».

Recuerda, ser exigente no es malo. Es normal querer ser bueno en aquello que nos gusta, o en aquellas tareas que ocupan buena parte de nuestro tiempo. Sin embargo, es necesario poner límites y poner la propia salud primero. Si tus ambiciones te están creando problemas mentales, entonces es hora de cambiar de perspectiva.

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Sobre Lucía Lorenzo

Periodista especializada en salud mental

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