Son muchos los estudios científicos que se han dedicado a los cambios que produce la maternidad en las mujeres: cambios a nivel hormonal, cerebral, emocional y a todos los niveles. Pero, por desgracia, los estudios que hablan sobre cómo el hecho de tener un hijo afecta a los padres son todavía muy escasos.
Hace unos días se publicó en Wired un artículo que hace referencia a uno de estos estudios dirigido por Pilyoung Kim en las universidades de Yale y de Denver. En este estudio se hizo un doble escaneo del cerebro de 16 nuevos padres (con un promedio de 36 años de edad), un escaneo entre 2 y 4 semanas después del nacimiento del bebé y un segundo escaneo de 12 a 16 semanas más tarde.
Resumen de los puntos principales del artículo
Cuando te conviertes en padre de repente no importa dónde estés o lo que estás haciendo, estás en continuo estado de alerta para poder vigilar a tu frágil descendencia. Hay que tener en cuenta también el tiempo dedicado a jugar con el bebé y a su alimentación, estando continuamente atento a las emociones que refleja su carita. «Sería increíble que estas nuevas responsabilidades y formas de interactuar no tuvieran un profundo efecto en el cerebro».
Han habido investigaciones anteriores que han demostrado que la actividad neuronal en el cerebro de los padres aumenta cuando tienen delante a sus propios hijos. Sin embargo, esta es la primera vez que se han documentado cambios estructurales en los cerebros de los padres humanos.
Cuando se compararon las dos exploraciones con escáner cerebral, se comprobó que en la segunda exploración el volumen de materia gris había aumentado en varias regiones del cerebro de los padres. Estas áreas ya habían sido identificadas como áreas de crecimiento cerebral en las nuevas madres e incluyen: el cuerpo estriado (que participa en el proceso de la recompensa, entre otras funciones), el hipotálamo (área de control hormonal), la amígdala y la corteza cingulada anterior (ambas participantes en el proceso emocional), el córtex prefrontal (implicado en la memoria y la toma de decisiones).
El córtex prefrontal es una de las áreas que ya se había asociado a una mayor actividad cuando los padres ven a sus propios hijos, e investigaciones anteriores realizadas en primates también habían mostrado un aumento en la ramificación entre las neuronas en el córtex prefrontal de los padres.
Esta nueva investigación descubrió también varias regiones del cerebro que parecen encogerse al inicio de la paternidad. Estas regiones que muestran un volumen de materia gris disminuido incluyen la corteza media prefrontal y la corteza parietal inferior. Estas dos áreas se consideran parte de una «red automática», es decir son regiones cerebrales que tienden a ser más activas cuando «desconectamos del mundo exterior». Los investigadores especulan que esta reducción de conexiones en estas áreas podría reflejar una «transferencia de recursos» desde la red «automática» a la red «de vigilancia», en consonancia con la nueva responsabilidad paterna.
Otras regiones que también mostraron materia gris reducida fueron la corteza orbitofrontal y la ínsula izquierda, regiones que se consideran implicadas en la ansiedad. Los investigadores explican este hecho como un reflejo de la disminución de la ansiedad del padre durante los primeros meses de vida de sus bebés. Esta interpretación de los resultados se apoya también en una parte de la investigación en la que se pedía a los padres que jugaran con sus hijos durante cinco minutos. Se comprobó que los padres que jugaban de una forma más «desenfadada» con sus hijos mostraban una mayor reducción del volumen de la corteza orbitofrontal.
Depresión post-parto en los padres
Es de sobras conocido el hecho de que muchas madres, después del parto, entran en un periodo de depresión en el que se unen diversos hechos y circunstancias. Pero no ha sido hasta hace bien poco que los investigadores han empezado a darle importancia al hecho de que los padres también están en riesgo de depresión ante la llegada de sus hijos.
Los datos mostraron que el mayor aumento de volumen en el cuerpo estriado y en el cortex cingulado anterior se asociaron con una puntuación más baja en depresión. Sin embargo, ninguno de los padres participantes en este estudio mostró signos graves de depresión, por lo que este resultado carece bastante de sentido.
En todo caso es una área a investigar, como el resto de resultados que se han ido derivando de este estudio preliminar. Hay que tener en cuenta que en esta investigación no hubo un grupo control y con un número de participantes tan poco extenso los resultados no dejan de ser meras conjeturas. No obstante es interesante el hecho de que se esté poniendo atención en la neurología de la paternidad ya que cada vez más se está demostrando la importancia que tiene para los niños el hecho de tener interacciones positivas con sus padres desde el principio.
Implicaciones de la «neurología de la paternidad»
Tal y como explica el autor del artículo, es una buena noticia que se estén poniendo recursos e intereses científicos en una área que hasta ahora había estado reservada para las mamás, pero hay que ser cuidadoso con lo que de ello se desprende.
La esperanza de los científicos que han llevado a cabo esta investigación es que la futura combinación de estos datos estructurales con datos funcionales dará una mejor idea de los cambios en el cerebro que se pueden ver en un «padre bien adaptado», es decir, en un padre que ha formado un apego saludable con su descendencia.
Esta información podría ser utilizada para identificar distintos cambios cerebrales en los padres en situación de riesgo con la finalidad de aportar intervenciones más específicas desde el principio. Tal y como dice el autor del artículo: «esto puede provocar una imagen espeluznante en la que los padres tendrán los cerebros escaneados para poder ver si se han unido de forma adecuada a sus bebés».
En efecto, cualquier novedad en este sentido debería ser cuidadosamente tratada y ampliamente investigada antes de empezar a «diagnosticar apegos pobres padre-bebé».
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