Psicólogos onlineAl desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) contribuyen una serie de factores que, combinados entre sí, propician su aparición.

Los factores pueden ser biológicos, psicológicos y sociales, aunque parece ser que en este tipo de trastornos los más determinantes son los factores de tipo social y cultural.

Dimensiones sociales de los trastornos alimentarios

Los TCA son los trastornos psicológicos más culturalmente específicos. Para muchas personas jóvenes de los países desarrollados, verse bien es más importante que estar sanas. De hecho a menudo se supedita la valía personal, la felicidad y el éxito al hecho de tener ciertas medidas corporales o un porcentaje concreto de grasa en el cuerpo.

La imposición cultural de estar delgada y tener «las medidas perfectas» provoca como resultado directo, la dieta, que suele ser el primer paso hacia la anorexia y la bulimia. Por supuesto, la mayoría de las personas que se ponen a dieta no tienen porque desarrollar un TCA, pero según diversos estudios, las adolescentes que se ponen a dieta tienen hasta ocho veces más probabilidades de desarrollar un TCA que las que no se ponen.

Las normas sociales en cuanto a las tallas corporales deseables cambian muy rápido. De hecho, en algunos estudios americanos de principios de los ochenta (Garner et al.) se determinó que en los concursos de Miss América la talla de las modelos empezó a disminuir a partir de 1960, cambiando incluso el canon de forma corporal, ensanchando ligeramente la cintura y disminuyendo el busto y las caderas, de manera que durante los sesenta y setenta la forma ideal del cuerpo femenino pasó a ser más delgada y tubular.

En estudios posteriores (Wiseman et al., 1992) se constató que el 69% de las modelos de los desplegables centrales de Playboy y el 60% de las concursantes de Miss América pesaban un 15% o más por debajo de lo normal para su edad y estatura, lo que las haría entrar realmente en uno de los criterios de anorexia.

Wiseman y sus colaboradores, preocupados por el cambio de los cánones estéticos, analizaron también las revistas femeninas desde 1959 a 1988 y descubrieron que se habían incrementado significativamente los artículos que aparecían en estas sobre dieta y ejercicio físico.

Levine y Smolak (1996) analizaron los cánones de belleza televisivos en norteamérica. No fue demasiada sorpresa constatar que la gran mayoría de las mujeres que aparecían en televisión eran más delgadas que las norteamericanas en promedio y que, al contrario, los hombres con sobrepeso que aparecían en televisión eran de dos a cinco veces más comunes. Así pues, está claro que el mensaje de culto al cuerpo, a finales del siglo XX estaba especialmente dirigido a las mujeres.

En la actualidad no ha cambiado demasiado, aunque cada vez más hombres se fijan en los referentes culturales de delgadez que, cada vez con mayor presencia, copan nuestras pantallas.

El problema de estos estándares de belleza, además, es que, con el paso del tiempo, el tamaño y el peso de las personas se ha incrementado debido, en parte, a la mejora de la alimentación. Este choque entre la cultura y la realidad provoca que, hoy en día, sean muchas las personas que no se sienten a gusto con su cuerpo.

Dimensiones biológicas de los trastornos alimentarios

Es habitual que en una familia en la que se haya diagnosticado un TCA haya algunos otros, de forma evidente o silenciados. Será importante para el terapeuta que lleve el caso, pues, hacer una buena anamnesis familiar para ver patrones de comportamiento y patología.

Los estudios (por ejemplo Strober et al. 2000) confirman que los familiares de pacientes con TCA tienen por sí mismos de cuatro a cinco veces más probabilidades que la población general de desarrollar trastornos alimentarios, sobretodo en el caso de sufrir bulimia.

¿Qué se hereda, exactamente? No se sabe con exactitud, los científicos que han estudiado la materia no se ponen de acuerdo en si son rasgos de personalidad (mal control de los impulsos, por ejemplo), rasgos emocionales (sensibilidad a sucesos vitales estresantes), ansiedad u otros factores psicológicos que tienen una base hereditaria.

Lo que sí que se ha determinado es que con la impulsividad ante la comida y con las comilonas en particular, lo que se asocia son niveles bajos de serotonina a nivel hipotalámico, por lo que la mayoría de los fármacos que se han estudiado para el tratamiento de la bulimia, tienen una base serotoninérgica.

No se puede descartar, de todos modos, que esta correlación sea debida a las fuertes influencias socioculturales que, lógicamente, todos los miembros de la familia sufren más o menos de igual modo.

Dimensiones psicológicas de los trastornos alimentarios

Los psicólogos que trabajan con casos de TCA han constatado que, en general, las personas que tienen estos trastornos tienen una menor sensación de control personal y de confianza en sí mismas.

También muestran signos de gran perfeccionismo, quizá aprendidos en la propia familia, que son secundarios a la autoapreciación de sí mismos como personas obesas o con sobrepeso y la manifestación de una baja autoestima.

Las distorsiones cognitivas sobre su propio cuerpo cambian a menudo en función de sus experiencias cotidianas. McKenzie et al (1993) descubrieron que las mujeres con bulimia juzgaban que su cuerpo había crecido después de comer una golosina y un refresco, mientras que las mujeres sin ningún TCA no variaban su auto percepción.

Rosen y Leitenberg, ya en 1985, determinaron un alto grado de ansiedad en este tipo de pacientes, sobretodo en los momentos inmediatamente anteriores del consumo de comida y durante este. Este nivel de ansiedad, en el caso de las personas con bulimia, se ve compensado por las estrategias purgativas posteriores, de manera que se crea un ciclo de refuerzo de las conductas.

El tratamiento de los trastornos alimentarios

El tratamiento de elección con los TCA suele ser combinado: farmacológico y psicosocial. Es importante que tanto el paciente como su entorno social se vuelquen en el tratamiento para que éste sea efectivo.

A nivel farmacológico suele recomendarse tratamiento similar al de los trastornos de ánimo y de ansiedad, dado que parece ser que tienen un gran vínculo común, pero se debe tener en cuenta que la mayoría de los estudios hasta el momento afirman que el tratamiento farmacológico por sí solo no tiene efectos duraderos si no se acompaña de tratamiento psicosocial.