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Fotografía de Kamil Kantarcıoğlu

Amar es sufrir, sentenciaba Woody Allen en la comedia Love and Death (1975) sin reparos pero, ¿es exactamente así? Quizás no hace falta resolver de forma tan tajante la idea del amor y de las relaciones: a fin de cuentas, la mayoría de la gente encuentra maravilloso amar y ser amado. No obstante, como apunta el doctor Alex Lickerman, actual vicepresidente del Servicio de Atención y Salud de estudiantes de la Universidad de Chicago, las relaciones de pareja también condicionan nuestra vulnerabilidad emocional.

“Si un amigo está deprimido, somos capaces de ofrecerle consuelo sin que caigamos nosotros mismos en su malestar emocional” apunta Lickerman, quien añade que, en cambio, “cuando nuestra pareja está deprimida, triste, enfadada o ansiosa, nuestras propias emociones se alteran de un modo poco agradable”. Este malestar generalizado, finalmente, puede afectar el seno de la relación detonando en un episodio de disputa entre ambos miembros.

Así pues, ¿cómo podemos evitar que nuestro mal humor resulte del débil estado emocional de nuestra pareja? El doctor Lickerman nos desvela las cinco estrategias esenciales.

Que el mal humor no estropee tu relación de pareja

¿Cómo lograrlo? Siguiendo estas pautas.

Identificar y entender las reacciones típicas que tenemos frente al malestar de nuestra pareja. El humor es contagioso, apunta el doctor, de modo que si nuestra pareja está mal sentiremos – generalmente – lo mismo. Es un mecanismo “irracional” de nuestras respuestas emocionales así que cabe ser conscientes de ello y detectar qué sentimos y cuándo lo sentimos.

No acusar a nuestra pareja de nuestro humor. Como apunta el doctor, “si te enfadas porque tu pareja está ansiosa, no la estarás ayudando a controlar su ansiedad sino que, incluso, provocarás que esa emoción aumente”. No podemos controlar el estado emocional de nuestra pareja. Lo que sí podemos hacer es influenciar en su estado – esto es, si nuestra pareja está ansiosa, mostrémonos comprensivos aunque nos corroa la rabia por dentro.

Ser conscientes de que tampoco podemos responsabilizarnos de nuestro propio humor. No podemos controlar realmente lo que sentimos – nuestras emociones resultan de nuestro subconsciente. No obstante, sí podemos reprimir los actos “ciegos” que probablemente deriven de esa emoción. Retomando el ejemplo anterior, si nuestra pareja está ansiosa es probable que nos sintamos enfadados – esto no lo podemos controlar, pero si nuestra reacción: podemos mostrarnos tolerantes en vez de agresivos o atacantes.

Desarrollar una estrategia antes de tiempo. Esto quiere decir, tratar de entender qué espera y qué no nuestra pareja cuando no está bien. Por general, nuestra pareja no buscará respuestas de ayuda y vernos como un “terapeuta” con una enciclopedia sobre cómo estar bien. No. Lo que busca no es otra cosa que simple comprensión.

Tener presente que todo pasará. Las emociones, el humor en general, son temporales. Por mucho que se alargue el malestar de nuestra pareja, éste pasará. La clave, pues, es “encontrar un espacio de ecuanimidad mientras nuestra pareja esté de mal humor”, según explica Lickerman. Esto significa que, en muchos casos, necesitamos tomar cierta distancia emocional para que la emoción del otro no interfiera en alto grado en nuestro estado emocional. De este modo podremos sacar de nosotros mismos la compasión y comprensión y es que, como apunta el doctor, a fin de cuentas el mal humor de otra persona es una oportunidad excelente para poner en práctica nuestra compasión.

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