El estrés se define, como: “Tensión provocada por situaciones agobiantes, que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”.
Yo discrepo un poco con esta definición de la R.A.E, ya que más que ser provocada por las situaciones en sí, considero, que el estrés está provocado por la interpretación que hacemos tanto de la situación como amenazante o peligrosa, como de nuestros recursos para hacerle frente. Si de ese análisis, surge que a lo que nos enfrentamos pone en riesgo nuestra seguridad, y que además nos va a desbordar, porque no seremos capaces de resolverlo, aparecerá el conocido trastorno de ansiedad, llamado ESTRÉS.
Los tipos de estrés
El estrés, puede ser de dos tipos:
– De huída o evitación: Es el que nos pone en marcha, para escapar de algo que creemos peligroso y que, estamos convencidos que no podremos solucionar.
– De adaptación: Movilizamos nuestros recursos y esquemas, para adaptarnos a una situación que exige nuevos patrones de pensamiento y/o conducta. La clave aquí es la flexibilidad.
En ambos casos, hay un gasto de energía, ya que nuestro sistema nervioso, concretamente, el sistema simpático, se activa. Por tanto, el estrés no siempre es malo, pero del que solemos hablar es del que nos provoca síntomas físicos y un desgaste psicológico importante, es decir, el de huida. La diferencia en ambos casos, es la interpretación de nuestra propia eficacia frente a las situaciones que se nos plantean.
Problemas psicológicos y físicos derivados del estrés
El estrés, mantenido en el tiempo, además de un desgaste psicológico, da lugar a un desgaste físico, cuyos síntomas psicosomáticos pueden ser:
- Aumento o pérdida de peso.
- Imsomnio.
- Problemas gástricos.
- Dolor de cabeza.
- Reacciones alérgicas en la piel.
En estos casos, debes evitar consumir alcohol u otras drogas para apaciguar este estado.
Mis recomendaciones para hacer frente al estrés y sobre todo para prevenirlo son las siguientes:
1. No tomes decisiones en caliente. Piensa con la cabeza fría, cuáles son las posibilidades reales y que alternativas de solución puedes usar.
2. Relativiza. No te dejes llevar por el tremendismo y el pesimismo. Nada es nunca tan monstruoso, ni horrible. Todo puede solucionarse y si no, ¿Para qué preocuparse tanto?
3. Primero lo importante, luego lo urgente. Debes priorizar en tu lista de tareas y gestionar tu energía y tu tiempo de manera productiva. No intentes hacerlo todo a la vez o ser de otro planeta.
4. Rodéate de gente sana. Intenta evitar a toda costa, las personas tóxicas que te quitan energía.
5. Usa el humor. El buen humor y la risa, te ayuda a desdramatizar y quitarte presión innecesaria. No te tomes la vida tan en serio. Lo hace todo más complicado.
6. Haz deporte. No hay mejor ansiolítico, que las endorfinas que libera el ejercicio físico en tu cerebro. Te sorprenderá lo mucho que te ayuda a superar de manera saludable, etapas de mucha demanda.
7. Si estas saturado/a, para. Nos sentimos culpables si paramos a tomar aliento. Pero está demostrado, como el cansancio físico y emocional, disminuye la atención, la concentración y por ende el rendimiento.
8. La perfección no existe. Es bueno ser crítico constructivo con uno mismo y querer hacer las cosas lo mejor posible, pero a veces, se quiere alcanzar una perfección que es imposible, a costa de nuestra salud.
9. Aprende a decir NO. El querer estar siempre disponibles para los demás, nos sobrecarga de responsabilidades y nos resta tiempo para nosotros mismos. Decir no, de manera asertiva, es la mejor manera de prevenir estrés futuro.
10. Pide ayuda. Nos cuesta enormemente delegar en otros y preferimos hacerlo todo nosotros, sin darnos cuenta, de que nos estamos complicando la vida innecesariamente. Por otra parte, pedir ayuda profesional en los casos en los que el estrés está instaurado en nuestra vida cotidiana, es la mejor solución para aprender a deshacernos de él. Puedes consultar si lo deseas con un psicólogo contándonos tu experiencia contactar directamente con Sara Velasco, que ella te ayudará.