Son pocos los psicólogos que pueden presumir de haber ganado un Premio Nobel, de hecho, se pueden contar con los dedos de una mano. Y tan solo uno de ellos puede asegurar que fue el primer psicólogo en ganar tan prestigioso premio: Daniel Kahneman, que en el año 2002 ganó, nada más y nada menos, que el Nobel de Economía. La teoría prospectiva o teoría de las perspectivas, que desarrolló junto a Amos Tversky, abrió un nuevo campo de investigación en la economía. Sin embargo, Tversky, con quien colaboró durante casi dos décadas, murió en el año 1996.
Daniel Kahneman, el hombre que unió la psicología con la economía

A día de hoy, Daniel Kahneman continúa con vida, pero ¿cómo ha sido su vida?

Daniel Kahneman nació en Tel Aviv, en el año 1934, cuando la ciudad todavía era territorio palestino e Israel no existía. Nació allí por casualidad, porque su nacimiento coincidió con una visita a los familiares de su madre, pero pasó los primeros años de su vida en París. La ciudad, lejos de ser por aquel entonces la ciudad del amor, pronto fue ocupada por los nazis. Pese a su ascendencia judía, Kahneman tuvo la suerte de salir indemne del terror nazi.
Es más, fue precisamente un encontronazo con un soldado de la Alemania nazi el que le llevó a interesarse por la psicología, esa extraña ciencia que puede que le salvase la vida.
En el año 2003, cuando del Tercer Reich no quedaba más que el recuerdo de sus horrores, Kahneman relató que una vez, con siete u ocho años, se saltó el toque de queda que obligaba a los judíos a volver a sus casas antes de las seis de la mañana por quedarse jugando con un amigo. Como judío que era, vestía con la Estrella de David enganchada a su jersey, a modo de identificación. Como sabía que era peligroso, decidió dar la vuelta a su jersey.
Fue entonces cuando se encontró con soldado alemán: «Llevaba el uniforme negro que me habían dicho que temiera más que otros, el que llevaban los soldados de las SS especialmente reclutados. Cuando me acerqué a él, tratando de caminar rápido, me di cuenta de que me miraba atentamente. Luego me hizo señas, me levantó y me abrazó. Me aterraba que se diera cuenta de la estrella dentro de mi suéter». Su madre solía decirle que «la gente era infinitamente complicada e interesante». Aquel día descubrió que tenía razón.
Volví a casa más seguro que nunca de que mi madre tenía razón: la gente era infinitamente complicada e interesante.
La trayectoria profesional de Daniel Kahneman
En 1948, Daniel Kahneman volvió con su familia a Palestina. En el 54 ya era licenciado en psicología por la Universidad Hebrea de Jerusalén, pero lo cierto es que ni siquiera por aquel la psicología era capaz de aliviar, por sí sola, la sed de conocimientos de un investigador que nunca dejó que ningún área le limitase. Por eso no es de extrañar que, poco después de licenciarse, cursase también un máster en matemáticas, en la misma universidad.
Kahneman volvió a sus orígenes justo en el momento en el que se creó el Estado de Israel. No es de extrañar que, ante las sucesivas guerras que siguieron a la conflictiva creación, Daniel Kahneman decidiese sumarse a las Fuerzas de Defensa de Israel, donde desempeñó su labor como psicólogo mediante la evaluación de los candidatos a oficial.
Sin embargo, Kahneman no tardó en viajar a los Estados Unidos, donde le esperaba la Universidad de California en Berkeley: allí se doctoró en el año 1958 y allí más tarde desempeñaría el cargo de docente en psicología. Su trayectoria como profesor universitario, no obstante, comenzó en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde había estudiado la carrera años atrás. Otras universidades siguieron a aquella: la Universidad de British Columbia, la Universidad de Princeton…

Enseñar no fue, ni de lejos, su única pasión. No por nada Kahneman destacó como investigador, una faceta que le llevó a escribir casi una veintena de artículos científicos. También escribió algún que otro libro, entre los que destaca «Pensar rápido, pensar despacio», publicado en 2011 y ganador de premios tales como el Premio al Libro de Los Ángeles Times en 2011 y el Premio de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de 2012.
En «Pensar rápido, pensar despacio», Daniel Kahneman se dispuso a desentrañar los misterios del pensamiento humano, presentando dos sistemas que dan forma a nuestros pensamientos: » El sistema 1 es rápido, intuitivo y emocional, mientras que el sistema 2 es más lento, deliberativo y lógico».
Lo que nos enseñó Daniel Kahneman en «Pensar rápido, pensar despacio»
La teoría de Daniel Kahneman parte de una base bien sencilla: en el pensamiento humano entran en juego dos sistemas. El primer sistema de pensamiento es rápido, involuntario y responde a las emociones; el segundo, por el contrario, es mucho más lento, pero también es analítico, por lo que requiere de más concentración.
Como has podido imaginar, cada uno de estos dos sistemas desempeña labores diferentes:
- El sistema 1 nos ayuda a tomar decisiones rápidamente, sin evaluar todas las opciones posibles y, por lo tanto, con más posibilidades de error. Es el encargado de que huyas ante los peligros.
- El sistema 2 es aquel que genera reflexiones pausadas, el encargado de actuar cuando estás profundamente concentrado como, por ejemplo, en un examen. Sin embargo, a veces bebe del sistema 1, por lo que también puede tomar decisiones poco reflexionadas, que requieren menos esfuerzo mental.
Así, Daniel Kahneman llegó a la conclusión de que a la hora de pensar cometíamos errores cognitivos, o lo que el llamaba «asunciones heurísticas». Lo cognitivo es aquello «perteneciente o relativo al conocimiento». Por lo tanto, un error cognitivo es aquel que influye en tu conocimiento.
Algunos de estos errores cognitivos son los siguientes:
- El sesgo de confirmación es la tendencia a ignorar todo aquello que contradice lo que ya sabemos. De este modo, cuando tienes que tomar una decisión, la memoria asociativa, muy importante en el sistema 1, hace que optes por elegir aquello que confirma lo que ya sabes, ignorando todo lo que lo contradice.

- El efecto halo es un error cognitivo que consiste en basar nuestra opinión sobre una persona, un producto cultural, una marca… En aquello que conocemos de ello y que nos gusta. Por ejemplo, si entras en un nuevo lugar de trabajo y alguien te sonríe nada más entrar, saludándote amablemente, tenderás a pensar que esa persona es amable, pese a no saber nada más de ella. Del mismo modo, si tu estudio de cine favorito sale una película, estarás más predispuesto a que te guste que si el mismo producto lo sacase otro estudio diferente.
- El sesgo afectivo, que entra en juego cuando nuestras decisiones, en lugar de regirse por la lógica, se rigen por lo que sientes. Por ejemplo: imagina que vives en una ciudad que te gusta, donde has prosperado profesionalmente y donde vives rodeado de amigos y familiares; sin embargo, de pronto conoces a una persona de otra ciudad de la que te enamoras locamente y decides mudarte con ella, aunque allí no tengas amigos, ni familia, ni un buen trabajo asegurado. El motor de esa decisión ha sido el amor, no la razón.
- La ley de los pequeños números asegura que la mente humana tiene dificultades para entender la estadística. De este modo, podemos sacar conclusiones en base a los resultados de una muestra muy pequeña que no es en absoluto representativa y que muy seguramente nos llevará a cometer un error. Por ejemplo, cuando el coronavirus comenzó a extenderse por Asia, pero apenas había casos en Europa, era común que los medios de comunicación asegurasen que se trataba de una enfermedad muy leve, similar a una gripe, debido a la poca incidencia que tenía aquí; se trataba, claramente, de un sesgo cognitivo.
- El sesgo de disponibilidad que hace que des respuesta a las preguntas basándote en aquello que más fácilmente se te viene a la mente. Mucho más sencillo es entenderlo con un ejemplo: imagina que en tu país se convocan manifestaciones de manera regular y que la mayoría de ellas son pacíficas; sin embargo, una o dos veces al mes, los medios de comunicación dan cuenta de manifestaciones donde se han producido actos de vandalismo, por lo que comienzas a pensar que es peligroso acudir a una manifestación ¿Lo es realmente? Pues la respuesta razonada sería «no, en la mayoría de los casos»; tu mente, en cambio, condicionada por aquello que has visto muchas veces, te hará pensar que sí lo es.
- El sesgo retrospectivo es el fenómeno que nos hace pensar que los hechos pasados eran predecibles. Imagina que estás viendo un partido de tu equipo de fútbol favorito y el entrenador decide intercambiar a un jugador por otro que está en el banquillo; tu equipo pierde y entonces piensas que era obvio que, sacando a ese jugador del banquillo, hayan perdido, aunque antes no hubiese pruebas que lo evidenciaran.

La teoría prospectiva, o teoría de la perspectiva, de Daniel Kahneman
Fueron sus incursiones en el campo de la economía las que le granjearon el mayor reconocimiento. No por nada ganó el Nobel de Economía, tras explicar, desde una perspectiva psicológica, la manera en la que las personas toman decisiones cuando entra en juego el factor del riesgo.
A grandes rasgos, la teoría prospectiva de Daniel Kahneman y Amos Tversky, contradijo otras teorías económicas anteriores que aseguraban que las decisiones de cada individuo se basaban en la probabilidad. Kahneman y Tversky, por su parte, aseguraron que la probabilidad dejaba de surtir efecto cuando se añadía el componente de incertidumbre; entonces se evaluaban las pérdidas y las ganancias.
Lo que dice esta teoría, en la práctica, es lo siguiente:
Ponte en el supuesto de que tienes 5.000 euros y dos opciones:
- Ganar 1.000 euros asegurados.
- 50% de probabilidad de ganar otros 5.000 euros y 50% de probabilidad de no ganar nada.
La mayoría de las personas elegirían la primera opción, porque cuando se trata de las ganancias somos adversos al riesgo.
Pero hay otro supuesto: de nuevo tienes 5.000 euros y dos opciones:
- Perder 2.500 euros asegurados.
- Tener un 50% de probabilidad de perder 4.000 euros y 50% de probabilidad de no perder nada.
En este caso, Kahneman y Tversky comprobaron que la mayoría de los individuos elegían una opción similar a la segunda. Es por eso que la teoría prospectiva asegura que las personas optan por el riesgo cuando entran en el terreno de las pérdidas, porque somos naturalmente adversos a las pérdidas.
De este modo, Kahneman y Tversky hicieron comprender al mundo que la economía no podía separarse de las personas, puesto que las personas son sujetos económicos con un papel central en este campo. A día de hoy sus descubrimientos siguen siendo de gran ayuda para numerosos economistas y empresas. No por nada en 2015 el periódico inglés The Economist le otorgó el puesto del séptimo economista más influyente del mundo.

