Bulos acerca del estrés (que deberías desterrar ya mismo)

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Tras el inicio del nuevo año, se empieza a percibir en todos la mella de la fatiga pandémica. Nos llegan muchos pacientes a la consulta, algunos de los cuales tienen cuadros de estrés postraumático – por situaciones muy difíciles vividas durante el confinamiento – y otros, con cuadros de distrés (estrés malo). Aunque pueda parecer increíble también existe el eustrés (estrés bueno).

Muchos de estos pacientes afirman que se sienten estresados por el trabajo –o peor aún, el teletrabajo– la familia, los estudios, la economía y la pandemia, esa misma pandemia que muchos creían que se iba a esfumar con las doce campanadas del 31 de Diciembre, como Cenicienta… Va a ser que no.

Y muchos de estos pacientes confunden el estrés con la ansiedad e incluso con la depresión. Algunos llegan a atribuir sus somatizaciones también al estrés, hinchando cada vez más los bulos – los muchos bulos, mitos y creencias erróneas – que circulan alrededor del mismo.

Pero, si empezamos por el principio, ¿a qué llamamos estrés?

El estrés es la respuesta fisiológica, psicológica y conductual de una persona que está intentando adaptarse ante factores tanto extrínsecos como intrínsecos que le pueden originar algún tipo de presión y que se denomina respuesta al estrés. Por tanto, el estrés es una respuesta adaptativa – y, en este sentido, normal – ante las exigencias de nuestro entorno y, como cualquier proceso psicológico, genera emociones y puede cambiar nuestra conducta.

En este sentido, el estrés es indispensable para la supervivencia y es allí donde diferenciamos el eustrés (estrés bueno) –que es este que estoy comentando– del distrés (estrés malo), que ya entra en la esfera de lo patológico.

Así, por ejemplo, si estás leyendo este post y notas un olor a quemado que proviene de tu cocina, es necesario tener eustrés porque pondrá en marcha tu reacción de “huida”, es decir, acudirás a la cocina a ver qué ocurre. Si no tuvieras eustrés seguirías leyendo a pesar del olor a quemado. A esta primera fase se le denomina fase de alarma y, en ella, es posible que sientas taquicardia, tensión muscular, dificultad para respirar o un aumento de la sudoración.

Pongamos un ejemplo que vemos mucho en consulta desde el inicio de la pandemia: estás en casa teletrabajando, pero como estás cómodo e incluso puede que tengas cierta flexibilidad horaria, alargas tu horario más allá de lo que lo harías si trabajaras presencialmente. Al inicio no pasaba nada, todos nos adaptamos (fase de alarma), pero con el paso del tiempo las jornadas se alargan cada vez más y quizás incluso te pones a trabajar con medio pijama puesto, es decir, estás funcionando por encima de tus propias reservas y entras en la denominada fase de resistencia.

Si la pandemia y el teletrabajo se alargan mucho más empezarán los problemas físicos y psicológicos –estos últimos ya hace mucho que han empezado, pero aún no hemos llegado a la cresta de la ola– y entrarás en fase de agotamiento, de distrés (estrés malo), que es una situación patológica.

estrés

Por tanto, ¿el estrés y la ansiedad son lo mismo o no?

Los síntomas fisiológicos y conductuales de la ansiedad y del estrés son muy parecidos, razón por la cual muchos pacientes confunden el estrés con la ansiedad. Sin embargo, ambos son trastornos bien delimitados y diferenciados.

Las principales diferencias radican en lo siguiente:

  • Momento: El estrés es un exceso de presente (teletrabajo y pandemia) mientras que la ansiedad es un exceso de futuro (preocupación por la reunión del viernes próximo a las 11h, cuando hoy es fin de semana).
  • Situación: El estrés lo provoca una situación que viene del pasado y que ocurre en la actualidad (exceso de trabajo debido al teletrabajo) mientras que la ansiedad surge incluso antes que la propia situación (ansiedad por miedo a la muerte).
  • Miedo: En el estrés no hay miedo, sino preocupación. En la ansiedad tiene lugar un miedo percibido: si presencias un atraco experimentas miedo real; sin embargo, si tres meses después vuelves a la misma tienda y piensas que volverán a atracarte estarás experimentando miedo percibido, porque el estímulo, el atracador, ya no está.
  • Causa: Las del estrés son fácilmente identificables: si tienes mucho trabajo, si estás estudiando unas oposiciones, si tienes preocupaciones familiares, económicas, de salud… Sin embargo, las causas de la ansiedad no son siempre fácilmente identificables.
  • Reacciones: El estrés produce preocupación, nerviosismo, frustración y, dependiendo de la causa, si se prolonga puede causar otros problemas como el “Síndrome del Burn Out”. En cambio, la ansiedad produce un miedo que, de manera prolongada, produce un TAG o crisis de pánico.
  • Desencadenantes: El estrés se desencadena por algo externo a la propia persona (extrínseco), que se muestra incapaz de gestionar lo que le esta ocurriendo. Por otra parte, la ansiedad se desencadena por los propios pensamientos (es intrínseca), ya que la persona se anticipa a algo que ocurrirá en el futuro próximo y que, en el presente, interpreta de forma catastrófica: por ejemplo, “el jueves tengo un examen y me irá muy mal”.
  • Duración: El estrés acaba cuando el estímulo estresante ya no se encuentra en el entorno. Sin embargo, la ansiedad puede durar, aunque ya haya acabado el estímulo; así, en el ejemplo del examen, aún acabado esté, la ansiedad perdurará porque el paciente pensará lo mismo acerca de las notas.

Pautas para vivir desestresado

  • Entrenamiento en técnicas de relajación y de respiración.
  • Entrenamiento en Mindfulness.
  • Adquirir las herramientas necesarias para afrontar las situaciones que te provocan estrés y que te permitirán enfrentarte a las dificultades cotidianas de una manera que percibas como menos amenazante (entrenamiento en técnicas de solución de problemas, en habilidades sociales, en autoinstrucciones, en estrategias de afrontamiento…).
  • Evitar los factores estresantes: Prestar atención a tu entorno laboral, escolar o familiar para eliminar o disminuir las situaciones estresantes más habituales, siempre y cuando el cambiar esas situaciones dependa de ti o de tu propio entorno.
  • Reducir las sustancias estimulantes como café, té y bebidas gaseosas, especialmente, con cafeína.
  • Eliminar sustancias generadoras de adicción como el alcohol, el tabaco y sustancias de abuso.
  • Practicar ejercicio regularmente.
  • Mantener una buena pauta de sueño.
  • Seguir una dieta sana y equilibrada.
  • Mantenerse siempre en un mismo peso, aproximadamente, de forma saludable.
  • Si el estrés te supera o está mal gestionado, consulta con un especialista.

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Mitos acerca del estrés

Inicialmente el estrés fue considerado la enfermedad laboral de este nuevo siglo y ahora, en plena pandemia, es uno de los trastornos que más ha aumentado y que más consecuencias tiene sobre la salud de las personas.

Sea como fuere, lo cierto es que el estrés afecta a millones de personas en todo el mundo que viven rodeadas de bulos, mitos y creencias erróneas que vamos a tratar de explicar.

Mitos estrés

Mitos acerca de los síntomas

  • Si no tienes síntomas es porque no estás estresado

Falso. La ausencia de síntomas no es igual a ausencia de estrés, sino que suele ser señal de que estás empleando medicaciones que “no tocan” -como antidepresivos– para esconder tus síntomas, de la misma manera que tomamos un analgésico ante un dolor que suponemos leve.

En este caso, mal por dos lados: primero, porque en la mayoría de los casos no es necesario tomar medicación para tratar un cuadro de estrés agudo; segundo, porque, al tomar una medicación que deprime nuestro sistema nervioso central, lo podemos volver “lento” a la hora de darse cuenta de aquellas señales que nos avisarían acerca que determinada área vital está fuera de nuestro control y necesitamos más reservas para sobrellevar el distrés.

  • Sólo si tienes síntomas importantes necesitas atención

Falso. En todos los trastornos psicológicos hay síntomas primarios y secundarios. Estos últimos (entre los que se incluyen las cefaleas, la acidez estomacal o el cansancio) no suelen tenerse en cuenta, pero debería ocurrir todo lo contrario: al ser los primeros en aparecer, nos indicarían que nos empezamos a desbordar y, por tanto, que ya requerimos atención psicológica.

Mitos acerca de las situaciones de estrés y de las personas que lo sufren

  • Todos sufrimos igual el estrés

Falso. Cada uno de nosotros tiene factores estresantes diferentes que no tienen por qué coincidir. Así, por ejemplo, para ti tu trabajo puede ser estresante y para mí no. Sin embargo, para ti tener ruidos en el trabajo no te estresará mientras que, para mí, resultará altamente estresante.

Por tanto, ello comportará diferentes respuestas no sólo fisiológicas si no también cognitivas, emocionales y conductuales en cada persona.

  • El estrés siempre es malo

Falso. El estrés malo o distrés existe, pero también existe el eustrés o estrés bueno, el estrés adaptativo.

También es muy importante la gestión que hagamos de este estrés: una mala gestión nos llevará a tener mucho distrés y nos puede perjudicar tanto a nivel de salud física como mental. Un estrés bien gestionado nos producirá mucho eustrés, aumentando nuestra productividad y la sensación de felicidad.

  • El estrés es producido por un mal momento y, cuando esté acaba, también acaba el estrés

Falso. En ocasiones, el desencadenante es un cambio importante –de trabajo, de lugar de residencia, un divorcio– o una situación traumática -una pandemia, un atraco, una situación de maltrato continuado–, y muchas personas piensan que esto es “un mal momento” o “una mala racha” y que, cuando esta acabe, el estrés desaparecerá. En efecto, eso es lo que debería ocurrir, pero a veces el estrés persiste.

Pero si varias semanas después persiste la taquicardia, la tensión, la disnea, las sudoraciones o los mareos, piensa que ha llegado el momento de consultar a un profesional.

Estrés
  • Sólo tienen estrés los adultos

Falso. Los adultos somos quienes más padecemos estrés, pero los niños y los adolescentes también pueden padecerlo, especialmente si han sido sometidos a cambios importantes como, por ejemplo, un cambio de residencia que les haya hecho dejar a todos sus amigos del colegio, un divorcio de los padres que produce un cambio en la custodia, la pérdida del primer familiar cercano… En cualquier caso, los padres deben estar preparados para prestar la atención necesaria, buscando un psicólogo infantojuvenil.

Mitos acerca del tratamiento

  • No puede hacerse nada, todos estamos estresados

Falso. Siempre puede hacerse algo: para empezar, ¿qué tal si ponemos un poco de planificación al día? Es importante, aunque debemos cuidarnos de intentar controlarlo todo de forma obsesiva porque, de este modo, nos generamos más estrés del que queríamos evitar. Hay una técnica, denominada matriz de Eisenhower, que nos permite establecer aquello que es prioritario, lo que podemos planificar, lo que podemos posponer e, incluso, lo que podemos delegar (siempre y cuando tengamos a alguien a quien delegar, claro).

También es muy importante que, en la planificación, empecemos por los trabajos más sencillos, para después ir continuando con los de dificultad creciente. Esto lo podemos hacer siempre que tengamos un eustrés bien gestionado. Sin embargo, seremos bastante incapaces de hacerlo con un distrés mal gestionado, porque todo lo que tienes que hacer te parecerá igual y de la misma importancia, por lo que te verás incapaz de establecer prioridades.

  • Lo mejor para solucionar el estrés son las técnicas más conocidas

Falso. Como he dicho ya, cada uno experimenta estrés por unos desencadenantes diferentes y, por tanto, no hay técnicas de reducción del estrés aplicables a todos. Lo que hay son planes de tratamiento integrales adaptados a cada una de las personas que llegan a una consulta, de la misma manera que un sastre no tiene trajes de una sola medida, sino que los adapta –alarga, acorta, ensancha o entra– a las medidas corporales de cada una de las personas que acuden en busca de su traje.

Mitos relacionados con la alimentación, medicamentos y sustancias adictivas

  • No hay relación alguna entre la alimentación y el estrés

Falso. Una mala alimentación aumenta las posibilidades de tener estrés. Por ello, entre las pautas para no tener estrés, figura tomar una dieta saludable, rica en frutas y verduras, sin consumo de café, té, alcohol o bebidas gaseosas.

  • Sólo se produce estrés por cambios o sucesos traumáticos

Falso. No solamente por eso, sino también por la toma de medicamentos como inhaladores para el asma, comprimidos para el tratamiento del hipotiroidismo o para perder peso e, incluso, algunos que otros fármacos para tratar el resfriado.

  • Fumar tabaco relaja y calma el estrés

Falso. Para empezar, el tabaco es un estimulante con lo cual es contradictorio que relaje. Esa sensación aparente de “calma” se debe a que tu cerebro te está pidiendo su dosis diaria de nicotina y, por lo tanto, se “calma” cuando se la das.

mitos estrés

Algo similar ocurre cuando estamos en el sofá y nos apetece muchísimo tomar un poco de chocolate. Aunque nos tengamos que levantar, parece que vale la pena por la sensación aparente de “placer” que se obtiene porque le estás dando a tu cerebro azúcares, tal y como te lo está pidiendo.

Mitos relacionados con la salud física y psicológica

  • El estrés produce cáncer

Falso. Es cierto que existe lo que en biología se denomina “estrés celular”, que se produce por fenómenos bioquímicos complejos y por mecanismos aún no bien aclarados, que puede acabar haciendo que una célula normal empiece a dividirse de forma incontrolada hasta convertirse en cancerosa. Sin embargo, el “estrés celular” no tiene nada que ver, en absoluto,  con el “estrés psicológico” al que nos estamos refiriendo y el cual, por si mismo, no puede producir cáncer.

  • La urticaria es producida por el estrés

Falso. El estrés psicológico no es la causa directa de la urticaria, pero tanto el estrés como la ansiedad favorecen el rascado continuo que se da en personas con urticaria, con lo cual empeoran el cuadro y pueden dar lugar a lesiones graves.

  • El estrés puede producir un infarto

Falso. El estrés se puede somatizar y puede acabar siendo uno más de los desencadenantes de un infarto –junto con la toma de alcohol, de sustancias de abuso, una dieta no saludable, insomnio, vida sedentaria–, pero no es la causa directa del infarto, que se produce por una arterioesclerosis, es decir, una interrupción del flujo sanguíneo que va a las arterias cardíacas.

  • El estrés produce calvicie precoz

Falso. La calvicie precoz se produce, de forma prematura, por causas genéticas, como herencia ligada al sexo, enfermedades autoinmunes u hormonales. También puede producirse por abuso de tabaco o de sustancias de abuso.

  • El estrés y la ansiedad son lo mismo

Falso. Como ya he explicado, el estrés es una respuesta adaptativa ante un cambio o situación traumática, que viene del pasado, pero que continúa en el presente, mientras que la ansiedad es un miedo (emoción) que surge ante lo que consideramos un peligro o una amenaza real o percibida que se dará en el futuro próximo.

  • El estrés no tiene nada que ver con la depresión

Falso. De hecho, suele existir una elevada comorbilidad (probabilidad de aparición de forma conjunta) entre ambos, ya que si estamos en un estado de estrés persistente, por ejemplo, debido a una situación traumática como podría ser un mobbing laboral, este puede derivar fácilmente en una depresión.

Imagen de Maria Dolors Mas
Sobre Maria Dolors Mas Nº Colegiada 17222 con 15 años de experiencia. Especialista en ansiedad, depresión y toda lo relacionado con salud mental de niños y adolescentes.
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