La insatisfacción con el cuerpo es tan común actualmente que se ha convertido en un signo de una sociedad que glorifica la belleza, la juventud y la salud. Sin embargo hay personas que desarrollan una preocupación excesiva por su apariencia física hasta el punto de que se origina en ellos una auténtica incapacidad y estrés.
A ello, le llamamos trastorno dismórfico corporal, anteriormente, denominado dismorfofobia (“fobia a ser feo”). Pero se cambió el término porque la esencia de este trastorno no es “miedo a convertirse en deforme” sino una convicción irracional de ser anómalo y un miedo intenso a la reacción de la otra gente respecto a su apariencia.
Dicha vivencia del propio cuerpo se convierte, por tanto, en uno de los elementos más importantes que conforman la autoestima, denominado autoconcepto físico, y, por tanto, aquellas personas que padecen algún tipo de deformidad ya sea congénita o adquirida presentan un elevado sentimiento de inseguridad.
Sin embargo, esto que mi yo puede pensar como “feo/a” de parte o de la totalidad de mi cuerpo, no depende de mi, por paradójico que pueda parecer, sino “de la mirada del otro”- tal y como decía Sartre- de manera que si otro ve en esa parte o en la totalidad “belleza”, acabaré pensando lo mismo. A su vez, ello depende de: las exigencias de la cultura dónde estemos creciendo y del importante papel de los medios de comunicación.
No olvidemos que nuestra cultura occidental se sigue moviendo por unos parámetros de belleza máxima, tal que esta parece ser la “fórmula mágica”- y falsa- para conseguir salud, dinero, amor, éxito profesional y fama- aunque ello suponga dejar la felicidad de lado, ya que nadie la menciona.
A su vez, los medios de comunicación se hacen eco de estas exigencias culturales, las amplifican y las difunden, mostrándonos pasarelas de modelos extremadamente delgadas cuyo IMC dudosamente se halla dentro del límite de la normalidad, como forma de decir a nuestras adolescentes; mirad, cualquiera de vosotras que no tenga estas medidas, no cumple los cánones de la belleza actual, es fea…Y, ¿ alguien tiene derecho a arruinar algunas adolescencias por un tipo de supuesta belleza que nunca vemos en la calle?
Así, hay dos vías; los/las jóvenes que se rebelan ante unas exigencias que no consideran adecuadas y, para ello, deforman la apariencia de su cuerpo, para sobrecompensar dichas inseguridades, mediante tatuajes que suelen ser palabras o frases que se suelen identificar con figuras de referencia.
Por otra parte, van cada vez más en aumento las consultas, especialmente de adolescentes o jóvenes mujeres, sobre la conveniencia de practicarse diversos tipos de cirugía estética. Hay que recordar que la insistencia del paciente no es un signo predictor de una buena aceptación futura del resultado. Igualmente, una intervención estética no sirve para resolver una problemática psicológica más profunda, especialmente, de tipo depresivo.
Las personas con trastorno dismórfico están convencidas de que la única manera de mejorar su autoestima es mejorar la manera de cómo se ven. Es por ello que muchos realizan cantidad de tratamientos para arreglar su pelo, su piel, se someten a operaciones de cirugía estética, tratamientos para reducir el peso y otras medidas para eliminar su defecto, tratamientos que, a menudo, son innecesarios e ineficaces para eliminar los síntomas de la dismorfofobia, ya que se trata de un trastorno psicológico.
Este trastorno no debe confundirse con las preocupaciones normales por el aspecto físico. Sin embargo, este trastorno puede pasar desapercibido en contextos en los que realizarse tratamientos estéticos y hacerse operaciones de cirugía estética sea muy común.
También es común realizar comportamientos de comprobación, tales como inspeccionar el defecto en el espejo, rituales para arreglarse, comparan continuamente su apariencia con la de otra gente, o pueden estar todo el tiempo preguntando a la gente acerca de la parte que les preocupa. También realizan gran cantidad de comportamientos compulsivos, en algunos extremos la comprobación del cuerpo puede durar horas cada día.
La preocupación por la apariencia física empezó durante la adolescencia. La autoconciencia del propio cuerpo es más intensa para los adolescentes con alguna característica destacada –como ser excesivamente alto, excesivamente bajo, desarrollo temprano o desarrollo tardío, tener una nariz muy larga, acné severo, tener unos pechos muy grandes o unos pechos muy pequeños, tener sobrepeso, etc.–.
Las desviaciones, las imperfecciones y las perfecciones pueden provocar un mayor interés y feedback por parte de los demás. Ambos factores, las características físicas y el feedback de los demás influyen en el desarrollo de la imagen corporal. Sin embargo, muchos adolescentes tienen características llamativas pero sólo algunos llegarán a ser auto-conscientes debido a una baja autoestima o una timidez importante.
El riesgo para desarrollar una dismorfofobia es mayor si las características físicas anteriores se suman a sucesos traumáticos. El más comúnmente citado en la literatura es haber padecido burlas respecto a la apariencia, incluso,por miembros de su familia. Otro indicio de que su preocupación ha comenzado, es que ellos perciban los comentarios como críticas, cuando quizás no lo han sido.
Otro incidente crítico que informan muchos pacientes incluye el abuso sexual o físico, la agresión, el acoso sexual, el fracaso público en atletas o bailarines, heridas físicas (accidente) o una enfermedad. Estas situaciones pueden condicionar la ansiedad respecto a la imagen corporal en situaciones similares a través de la generalización. Sin embargo todo ello está desencadenado por características determinadas de personalidad.