«Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy? y si la respuesta era no durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo». Steve Jobs
Esta entrada no pretende redundar en los índices de paro, los empleos precarios, las pocas oportunidades y la reforma laboral en la que vivimos, desde hace un tiempo ya, los jóvenes en España. Es un tema que está a la orden del día y que cada uno de nosotros, por desgracia, vivimos en nuestras carnes y sabemos perfectamente lo que tenemos (o mejor dicho, lo que no tenemos). Por ello, limitaré mi entrada a hablaros de los problemas psicológicos originados por la situación económica actual.
La crisis está afectando a la salud mental de los españoles y, especialmente, a las mujeres trabajadoras. Según explica el Dr. Antonio Espino Granado, psiquiatra jefe de Servicio del CSM de Majadahonda, está manando una nueva “psicopatología” centrada en las diferentes formas de estrés en el trabajo y que se ha sumado a los problemas desadaptativos vinculados a la pérdida de trabajo y al paro de larga duración. Dichas patologías no entienden de clases sociales, ni niveles de renta, pudiendo afectar a cualquier persona a lo largo de su vida laboral.
Uno de los colectivos más castigados por esta situación somos los jóvenes, donde hay más de 1.8 millones de parados en edades comprendidas de 16 a 29 años, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa. Muchos de nosotros/as nos vemos obligados a hacer las maletas e irnos a otro país en busca de una oportunidad laboral, donde se nos reconozcan nuestros esfuerzos y se nos brinde una oportunidad para demostrar nuestra valía. “Urge actuar – señalan los expertos- porque la mayoría de los desempleados juveniles actuales sufrirán de por vida las secuelas de la crisis” señala Ignacio Socías, director del Instituto de Estudios sobre la Familia. The Family Watch.

Los que tenemos “más suerte” nos vemos forzados a “emprender una aventura” -como diría Esperanza Aguirre- y salir a empujones de nuestra zona de confort, dejando atrás un país austero sí, pero también familia, amigos, planes e ilusiones truncadas.
Pero ¿Qué es la zona de confort? White, en Managing for Performance, la define como un estado de comportamiento en el cual la persona opera en una condición de “ansiedad neutral”, utilizando una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo.
Para entendernos, salir de la zona de confort tiene connotaciones positivas “si eres capaz de enfrentarte a tus miedos podrás conseguir tus objetivos” y se trata de un estado mental donde nos encontramos cómodos y en la que controlamos todo aquello que nos sucede alrededor. ¿Pero qué pasa si te obligan a salir de ella a marchas forzadas? Pues que los niveles de ansiedad aumentan por el miedo a lo desconocido, por la incertidumbre de no saber si podrás conseguir trabajo en el país de acogida o bien, por no saber si adaptarse a la lengua nativa va a ser más difícil de lo esperado.
Ansiedad, estrés, violencia,… los efectos psicológicos de la frustración
Todos esos ejemplos son un pequeño reflejo de la realidad. La realidad que te prometía un futuro esperanzador, si dedicabas tu esfuerzo a curtirte y aprender estudiando una carrera universitaria. Pero, cuando despiertas, te das cuenta que lo único que tienen preparado para ti, es un tique para la cola del paro o un contrato con unas condiciones lamentables que, al final, acabas aceptando y que mentalmente y físicamente acaba pasándole factura a tu autoestima e identidad personal.
Esta situación genera una frustración (anomia, si se prefiere) entre los jóvenes que, llevan toda la vida formándose y no consiguen encontrar su lugar en una sociedad incapaz de ofrecer alternativas. De esta manera, el mensaje psicológico que recibe el joven es “¡Haga lo que haga, no sirve de nada!”, con lo cual acaba pensando, que pese a su formación, todos los acontecimientos negativos que le ocurren son debidos a su propia incapacidad, inutilidad mientras que, si le ocurre un acontecimiento positivo, lo atribuye a factores externos “he tenido suerte”. Este frustración es en sí misma, es muy peligrosa pues está demostrado que aumenta los índices de enfermedades mentales, e incluso los de violencia y drogodependencia.
Cuando la base de este cambio está regido por la incertidumbre y llevado a cabo casi por pura obligación, provoca en la persona una sensación de miedo, que debe ser superado a medida que vaya pasando el tiempo para que no se vuelva desadaptativo y perjudicial para la salud del individuo. Por y para ello la zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional y nos puede ayudar a enfocar otra perspectiva de una misma tesitura.
Cabe destacar que, no todas las personas reaccionan de la misma manera ante una misma situación, que hay jóvenes con personalidades resilentes, que han tomado esta coyuntura como una oportunidad para el cambio, lanzándose fuera de sus regiones, pensando que su vida podrá tomar un rumbo nuevo; encontrar trabajo, establecerse, hacer nuevos amigos, adaptarse al idioma, en definitiva, empezar una vida nueva en otro país. Aunque, la gran mayoría, lo hace con un pensamiento único: poder volver a casa algún día.
¿Podemos decir qué es una cuestión de actitud? Pues en cierta medida, si, puesto que, está muy relacionado con la capacidad de cada uno, de sentir que se mantiene el control de la vida y para no ser presas de la indefensión aprendida (Indefensión de SELIGMAN, 1991)existen diversas medidas que pueden resultar útiles para recuperar la sensación de control de nuestras vidas.
1. Tomar conciencia: Analizar las dificultades que se presentan en esta nueva situación para ver los esfuerzos que se deben realizar.
2. Cambiar las rutinas de pensamiento y conducta que nos son habituales, sabemos que no resulta sencillo analizarse a uno mismo, pues estamos muy acostumbrados y hechos a ellas, a veces desde hace años. Incluso llegamos a confundirlas con nosotros mismos, con nuestra identidad (“Es que yo siempre he sido así”, “Es mi carácter”, “No puedo cambiar mi forma de ser”…etc). Grave error: nosotros siempre somos mucho más que lo que hacemos y pensamos. Y estamos en constante evolución y cambio.
3. Expresar los sentimientos negativos: Es saludable expresar las emociones negativas de rabia, impotencia o miedo. Contar con el apoyo social y percibirlo nos ayudará a canalizar dichos sentimientos. Pero no debemos anclarnos, es necesario comenzar a poner soluciones.
4. Aprender a manejar los síntomas negativos: Tristeza, depresión, ansiedad, sensación de soledad o desamparo… así seremos capaces de afrontarlos mejor. Por otra parte, debemos indetificar los pensamientos negativos que pueden amenazar nuestra estabilidad emocional, saber pararlos y poner en marcha planes conductuales que bloqueen su efecto.
5. Piensa que siempre existen alternativas: sea cual sea la situación, sobre el tema que sea (trabajo, amor, decisiones…), SIEMPRE existen otras opciones y alternativas a nuestra actual actitud y pensamientos, aunque no se nos ocurran o estemos momentáneamente ciegos a ellas, encerrados en la oscuridad de nuestra autocompasión. Esto es un hecho objetivo: siempre podemos afrontar los hechos con docenas de opciones diferentes a las que habitualmente tomamos (y, curiosamente, solemos actuar siempre igual, incluso cuando los resultados son negativos) ¡Es hora de probar otros senderos!
Y, si quieres consultar con un profesional, deja tu consulta con psicoterapeuta online, que te ayudará gratis en una primera sesión.
Sobre la autora de este artículo

Cristina Callao es titulada en técnica en integración social y actualmente estudia Psicología por la Universidad Ramón Llull de Barcelona.
Paralelamente, ejerce como técnica de selección de personal en una empresa de seguridad privada. Puedes seguirla en su blog Biopsicosocial y conocer más de ella en su perfil de Linkedin.
Prueba una sesión gratis
Cristina: excelente artículo. ¡Te felicito!
Hola Cristina, un artículo muy acertado y cierto, yo por ejemplo ya soy algo mayor de las citadas edades mencionadas, pero me he sentido así mucho tiempo, y la idea de irme a otro país no desaparece, la frustración y la sensación de perdida de tiempo en los años estudiados es obvia. En mi caso, he tenido la suerte o desgracia (aunque ahora no sea políticamente correcto decirlo)de trabajar todo el tiempo desde que dejé de estudiar, pero nada que ver con la carrera cursada. Pero de todo se aprende y como bien dices hay que aprender a manejar los síntomas negativos. Lo único es que el leerlo y entenderlo es fácil, pero ¿como llevarlo a cabo?¿quién ayuda a todas estas personas en su evolución personal? se ofrece una primera consulta gratuita, ¿pero que hacemos con todas las demás si estamos hablando de personas que no disponen de recursos?. Psicoterapeuta online evidentemente, como personas que también han estudiado y hacen este gran servicio, tienen que tener sus ganancias. ¿Pero no se puede pedir una subvención, ayuda o donaciones que puedan hacer que todo fluya un poco más y se ayude a los que pueden menos? Igual digo barbaridades, es una simple alternativa que se me ocurre de tantas que puedan haber. Un saludo, gracias y felicidades por tu artículo. Así da gusto entrar a leer.