En algunas ocasiones me encuentro a personas que se «autolapidan» de manera totalmente inconsciente. Son personas que tienen la intención de dejar de sufrir, de eliminar el malestar que están experimentando, que tratan de erradicar las emociones o sensaciones que en ese momento les generan incomodidad y, para tratar de acabar con ellas, actúan según dictan, como marionetas de aquello que no quieren ser.
Explicado de una manera tan simple resulta contradictorio, pero la mayor parte de la población lo hace. Cuando te sientes muy ansioso terminas comiendo, fumando, corriendo o realizando cualquier otra actividad con el objetivo de luchar y vencer a la ansiedad. La pregunta aquí es muy simple ¿lograste acabar con la ansiedad en tu vida? Podríamos realizar esta misma pregunta con la rabia o con cualquier otro evento privado (sensación, sentimiento, pensamiento o percepción).
Me encuentro con que lo habitual es que me respondan que no. Que, de hecho, lo que sucede es que cada vez sienten más aquello que no querían sentir. A veces verbalizan «soy esclavo de mis emociones«. Entonces la solución es tan simple que resulta complicadísimo llevarlo a cabo, ¡rompe las cadenas! Rompe los hilos que hacen que seas la marioneta de tu emoción y acepta todo los efectos secundarios que esto conlleva a corto plazo para ser libre emocionalmente después.
Hace unos días propuse en un grupo realizar una lista de las emociones que habitualmente suelen experimentar y, por la cara contraria, aquellas que les gustaría sentir con más asiduidad. Planteé la alternativa de la aceptación de las emociones que nos llegan sin más acción que NO HACER.
– Complicado, me dijeron.
– Por eso debemos entrenarlo, respondí.
Todo aquello que llega no es responsabilidad nuestra, no está bajo nuestro control. No elegimos sentir miedo, ni ira, simplemente lo sentimos, ¿por qué entonces asumimos la responsabilidad de modificarlo?
No tiene sentido tratar de cambiar algo que no depende de nosotros y que forma parte de algo que ya es pasado. Carece de toda lógica, pero lo hacemos sin percibir que seguir invirtiendo vida en eliminarlo solo lo alarga en el tiempo y lo transforma en otra sensación desagradable que tampoco queremos experimentar y que no traemos de forma voluntaria.
Quizá si aceptamos esta realidad, podemos ocuparnos de lo que sé depende de nosotros: construir la realidad que nos gustaría experimentar en la lista de deseos.
Las emociones se contagian. Cuando una persona actúa según su ansiedad, acaba provocando que los demás también experimentemos algo similar, por ello les propuse hacer esto.
Ejercicio para identificar las emociones desagradables y potenciar las agradables
– Esperar a que la emoción con la que luchamos pierda poder, sin resistirnos, sin hacer nada más que notar lo que nos llega hasta que nuestra mente por sí misma se llene de otro contenido que no tenga que ver con la emoción previa.
– Este punto más neutral puede dejarnos ver con mayor claridad qué es aquello que nos gustaría experimentar, por lo que elegimos una emoción de nuestra lista de deseos.
– Una vez claro, concretamos qué hacer. Puede que se nos ocurra hacer que alguien a quien queremos lo sepa, contribuir a algún proyecto, cocinar algo que le guste a nuestro hijo, pueden ser miles las alternativas para tratar de provocar esperanza, ilusión, alegría, amor o lo que decidamos en otra persona.
– De nuevo, solo espera. El proceso es tu responsabilidad y durante, ya notarás emociones diferentes, acéptalas también, al igual que las que lleguen a más largo plazo.
Si permaneces en esta rutina durante un tiempo, notarás que tu contenido mental se parece mucho más ahora a la lista de los deseos que a la habitual previa que escribiste, que te sientes mucho más satisfecho contigo mismo, más responsable de tus actos y te pareces mucho más a la persona que te gustaría ser.
Solo se trata de caminar hacia donde te gustaría ir y aceptar que en el camino llueve, hace aire, sol y que todo esto no tiene que ver contigo. Eres el testigo que lo experimenta, por lo que luchar con ello sería absurdo, te convertiría en alguien insatisfecho e incapaz.
El problema no eres tú, es la estrategia. Deja de lanzar piedras contra tus eventos privados, porque no acabas con ellos, acabas contigo, ¡céntrate en construir!