«El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra»

Psicólogos onlineEso nos dice el refranero popular. Yo añado muchas más veces, unas mil, o dos mil, o treinta, da igual. El hecho es que es una de las demandas que más oigo en consulta «no sé por qué siempre repito el mismo error».

Y es que, si algo somos los humanos, es animales de costumbres. A pesar de que nos quejemos de la rutina, de la monotonía, de lo aburrido que es estar todos los días de la semana haciendo lo mismo, a nuestro cerebro ya le va bien. Nos gusta estar en nuestra rutina, sabemos a qué atenernos, cuáles son los peligros que acechan y cómo podemos solventarlos. Conocemos cada rincón de nuestra estabilidad y podemos refugiarnos cuando queramos.

Pero así leído puede resultar incluso agobiante. Como si, de repente, nos hubiéramos dado cuenta de que en realidad estamos metidos en una jaula (bastante grande) pero una jaula, con sus limitaciones, pero también con sus ventajas.

En realidad no somos conscientes de ello, la mayoría de las veces, no nos damos cuenta de que nuestra vida es una sucesión de momentos más o menos similares. No nos damos cuenta hasta que, por alguna razón, nos volvemos a encontrar ante una situación dolorosa o incómoda que ya habíamos pasado y que vuelve a nosotros como atraída por un imán. Es entonces cuando nos planteamos el por qué de estas repeticiones.

Aprender por imitación

Desde que somos pequeños aprendemos a hacer las cosas de una manera determinada. Este aprendizaje, por lo general, se da en casa y por imitación. Si nuestros padres siempre han solucionado sus diferencias peleándose y gritándose, yo aprenderé que esa es la manera de hacerlo. Si he aprendido que se puede discutir sin llegar a gritar y zanjar la discusión con un abrazo o un beso, aprenderé otra manera.

Por supuesto no son solo los padres los responsables de este aprendizaje, éste se va modelando con los diferentes modelos que vamos encontrando a lo largo de la vida: los profesores, los compañeros de clase, los amigos, los tíos y tías… Cada interacción es nueva información que podemos ir incorporando a nuestra mente y nuestra forma de hacer.

La cuestión es que, por lo general, pasamos la mayor parte de nuestra infancia rodeados de la familia. Y esto que es, en sí mismo, algo positivo también provoca que el modelo de interacción que yo aprendo con mis padres, mis tíos, mis abuelos, mis primos, etc. sea el mismo, ya que ellos, a su vez, lo han aprendido del mismo núcleo familiar.

De esta manera, vamos afianzando una forma de relación y de resolución de conflictos que pasa a formar parte de nuestra personalidad y nuestra manera de ser.

La vida es un camino

Psicólogos onlineImagínate que tu vida es un camino que va por el bosque, por la montaña. Un camino que tiene tramos muy agradables, con paisajes encantadores, y algunos otros tramos que son más complicados, con subidas muy pronunciadas o con caminos al borde de un precipicio, por los que hay que caminar con cautela.

Vas caminando por tu vida, siguiendo el camino marcado, guiándote por todo eso que has ido aprendiendo a lo largo del camino que llevas recorrido. A veces te encuentras una bifurcación y debes elegir hacia dónde ir. En algunas bifurcaciones hay algunas señales que te indican a dónde te lleva cada camino, en otras tienes que elegir casi a ciegas.

Puede pasar que hayas tomado una bifurcación y que cuando ya llevas un largo trecho recorrido te des cuenta de que aquella bifurcación no te convence, que si hubieras elegido la otra, quizá te hubiera llevado a un paisaje más agradable. Quieres volver atrás, pero el camino de vuelta es algo complicado. Lo consigues, das unos pasos atrás y llegas a la bifurcación. Pero cuando llegas te das cuenta de que aquella opción alternativa ya no es viable, han crecido los árboles, los setos y matorrales, y no puedes pasar a través de ellos.

¿Qué solución te queda? Ante esta perspectiva tienes dos posibles soluciones:

Volver por el camino que has desandado

Esta es la solución «fácil», ya conoces el camino y sabes qué te espera, y aunque sabes que lo que te espera al final no te convence, seguir ese camino es más cómodo y seguro que intentar algo diferente. Esta es la base del «tropiezo en la misma piedra».

Intentar abrir un camino alternativo

Estás delante de matorrales que te impiden pasar. Pero en tu mochila llevas herramientas que has ido encontrándote a lo largo del camino recorrido. Algunas las sabes utilizar. Otras no tienes ni idea de para qué sirven, pero ahí están. Con tus herramientas puedes comenzar a abrir un camino alternativo. Será complicado, pero puedes hacerlo. Tendrás que hacer esfuerzos y no sabes exactamente a dónde te lleva ese camino que estás abriendo. Pero tienes claro que no quieres volver por el camino marcado.

Aprender a usar las herramientas

Quizás para abrir ese nuevo camino necesites usar herramientas de tu mochila que no sabes cómo funcionan. Están allí pero no entiendes bien cuál es la mejor manera de ponerlas en marcha. Quizá necesitas ayuda de alguien.

Para eso debería servir el psicólogo. Para ayudarte a entender cómo funcionan tus herramientas, ayudarte a descubrirlas, a explorarlas y a tener el manual de instrucciones que te permitirá abrir nuevos caminos que te alejen de aquél que querías dejar atrás.

Nadie dijo que fuera fácil, pero con voluntad y, quizá, con un poco de ayuda externa, todos podemos aprender a utilizar nuestras herramientas propias para poder abrir nuevos caminos que nos hagan dirigir nuestra vida hacia donde realmente queremos.