Se puede afirmar que el acoso escolar es un continuado y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un menor por parte de otro/s para someterle, amilanarle, intimidarle, amenazarle o chantajearle, atentando contra la dignidad y los derechos fundamentales de dicho menor.
or tanto, podemos decir que la conducta agresiva es intencionada, perjudicial y persistente, y no se trata de un episodio esporádico.
Los datos no son muy positivos. Según el estudio Cisneros VII ( Oñate y Piñuel, 2005), se establece una incidencia del 39% de los alumnos entre 2º de Primaria y 2º de Bachillerato que están expuestos, de una forma permanente, a violencia en su entorno escolar. Un 24% se considera, técnicamente, en situación de acoso escolar. La tasa muestra diferencias por sexos: así, el 26’8% del total de los niños y el 21’1% del total de las niñas, siendo estas en general, menos acosadas a excepción de en 3º,4º y 6º de Primaria y 1º de ESO. Los agresores son varones en el 66% de los casos y mujeres en el 33%. Sin embargo, es curioso el hecho de que las niñas son más acosadas por niñas (68%) y los niños lo son por otros niños (63%). Es de remarcar que existe un 2’5% de acoso propiciado por los profesores y que, en estos casos, las víctimas son, en un 77%, varones.
Según el Informe del Defensor del Pueblo (2007) “Violencia escolar: el maltrato entre iguales en la educación secundaria obligatoria 1999-2006”, en todos los centros escolares se producen conductas de acoso escolar, entre las que incluye la exclusión social. En cuanto a la frecuencia de maltrato observado, la forma más frecuente es la verbal (del 49 al 55’8%) y un 22% de exclusión social. La agresión física directa como pegar (14’2%), robar (10’5%) y estropear o romper las cosas de otro (7’2%) le siguen. Finalmente, indica la existencia de amenazas y chantajes que van desde un 22’7% de dar miedo a 1% de amenazar con armas. Asimismo, un 1’3% de adolescentes percibe el acoso sexual como una forma de maltrato que ocurre muchas veces.
Errores más comunes en la prevención y actuación ante el bullying en los centros escolares
- Políticas de tolerancia cero. Algunos colegios – muy pocos – han adoptado este tipo de política, que es lo mismo que decir “a la tercera, quedas expulsado”. Teniendo en cuenta que, en realidad, uno de cada cinco estudiantes dice haber acosado, de una u otra forma a un compañero, parece muy poco razonable ir dejando vacías nuestras aulas. Aparte de que los acosadores corren el riesgo de implicarse en conductas agresivas, peleas, robos y vandalismo.
- Tratamientos grupales para menores que acosan. Este tipo de tratamiento incluye manejo de la agresividad, fomento de la empatía y desarrollo de habilidades sociales. Sin embargo, estos grupos suelen ser ineficaces. Parece ser que el acoso empeora, dado que los miembros de este grupo, al conocerse fuera de la terapia, sólo hayan motivos “para sacar pecho” y, por tanto, se refuerzan mutuamente.
- Resolución de conflictos/mediación entre estudiantes. Esta práctica, que no está recomendada, sigue siendo utilizada en nuestros colegios. Pero, ¿por qué no funcionará? Estamos hablando de acoso, que es un tipo de maltrato entre una víctima y alguien que ejerce el maltrato sobre la misma pero no es un conflicto. No nos podemos sentar como amigos que hemos tenido una discusión y que, más tarde o más temprano, acabaremos solucionándolo.
Por otra parte, la mediación puede acabar perjudicando a la victima. Precisamente, como decía anteriormente, porque le puede resultar muy doloroso ponerlo delante del compañero/s que le ha hecho tanto daño para llegar a un pacto, ¿sobre qué? El mensaje que se pretende transmitir es “los dos tenéis razón en parte, y en parte estáis equivocados, de modo que tenemos que buscar la forma de buscar de solucionar este conflicto” Os acordáis de Esther, ¿al inicio de este artículo? ¿Qué hizo de malo? Por tanto, este mensaje es totalmente equivocado y el que se debería transmitir a la víctima es: “Nadie se merece que le acosen así que vamos a ver la forma de acabar con esto” mientras que el mensaje para los acosadores ha de ser “Vuestra conducta es inaceptable, va contra las normas del colegio y tiene que acabar inmediatamente”.
Prevención del bullying
- Concentrarse en el entorno escolar. Se necesita un cambio en la atmósfera general de los colegios y sus parámetros sociales, de forma que se debe conseguir que “no mole acosar” sino que “mole ayudar” y que, lo más lógico, sea que tanto el resto de alumnos como el personal del centro avisen si existen signos de que algún menor está siendo acosado o marginado. Obviamente, para ello se requieren los esfuerzos de todos: personal docente y no docente, dirección (que no mire a otro lado ante la existencia de un caso de acoso porque supone un “desprestigio” si se hiciera público y piense más en las personas que están sufriendo que son su alumno y su familia) así como los padres y los propios alumnos.
- Evaluar el acoso presente en el centro escolar. Valorar las percepciones de acoso entre los estudiantes del centro, el personal del colegio y los padres. La forma más eficaz de hacerlo es mediante un sondeo anónimo para mantener el secreto y la libertad de todos intacta. Los resultados pueden motivar a adoptar alguna otra medida o una estrategia para prevenir el acoso, en determinadas situaciones.
- Creación de un grupo de coordinación de la prevención contra el acoso dentro del colegio. Este grupo podría incluir un miembro de la dirección, un profesor de cada curso, un miembro del personal no docente, un orientador psicopedagógico o el psicólogo del colegio, la enfermera del colegio, un miembro de seguridad y un representante de la AMPA, los cuales deben reunirse regularmente para planificar normas y actividades de prevención, recibir feedback del personal y trabajar de acuerdo al mismo y garantizar que los esfuerzos se prolonguen a lo largo del tiempo. Asimismo, se puede formar un consejo de estudiantes, con la misma misión y que reporte al primero.
- Formar al personal del colegio en prevención del acoso escolar. Les ayudará a comprender mejor la naturaleza del acoso, sus efectos perjudiciales, cómo reaccionar ante una situación de acoso y como trabajar, de forma coordinada, con las demás personas que forman el centro escolar para ayudar a prevenir el acoso.
- Dedicar un tiempo durante las clases a la prevención del acoso escolar. Disponer de un tiempo, que puede ser el dedicado a tutoría, para hablar abiertamente sobre el acoso y los daños que pueden causar.
- Intervenir de forma oportuna en todos los casos de acoso. Todos los miembros del personal deben poder intervenir para detener un acoso, en el acto. Los orientadores, psicólogos y directivos también deben tener reuniones de seguimiento, llevadas con mucho tacto, con los menores- víctima y, por separado, con los menores “bullies” y “gang”. Los padres de los estudiantes afectados deben ser incluidos en estas reuniones, siempre que ello sea posible y apropiado.
Fases del bullying
Incidentes críticos o desencadenamiento del proceso por el bully: empieza de forma repentina, con un cambio brusco en la relación entre el bully y la víctima ya que el trato hasta entonces neutro o, incluso, positivo, se vuelve negativo. Esto puede tener diversas causas: celos, envidia, competitividad.
El incidente desencadenante es como una señal que le permite al bully iniciar el proceso acusatorio lo que, lentamente, va agregando miembros al gang que empieza a hostigar, marginar, agredir o excluir a la víctima que, hasta entonces, se podría diferenciar por tener éxito académico o ser agraciado/a físicamente. Obviamente, cualquiera que por sus dotes pueda amenazar el liderazgo del otro, va a ser un objeto del bully.
Muchas veces, y ante la falta de disciplina que esta dinámica inicia en las aulas, algunos profesores generan, por sí mismos, el mecanismo del chivo expiatorio ya que señalan a un menor por encima de los otros que, en realidad, forman el gang, lo cual implican que estos últimos se ceben con su víctima que suele ser un alumno muy retraído socialmente o que atraviesa una situación personal o familiar de indefensión psicológica así como los recién llegados al centro o al aula.
Muchas veces, el factor desencadenante del bullying es algo tan trivial y fortuito como que le hayan metido un gol, cuando el equipo iba perdiendo, haber sacado una nota muy baja en una asignatura considerada “asequible”, haberse tropezado y caído delante de los compañeros en una excursión… nada trascedente, ¿verdad? Pero los niños se lo toman todo muy en serio
Acoso y estigmatización escolar, social y familiar
El bully es quien facilita el tránsito desde este suceso trivial y puntual a una situación de acoso grupal (gang) frecuente y sistemático y que ocasionará daños clínicos en la víctima. En esta fase se ponen motes, se realizan caricaturas ofensivas, le gritan, cuelgan una foto manipulada en webs no muy recomendables de internet o le envían mensajes amenazantes a través del chat de facebook (el antiguo Messenger) o del what’s app… El gang que, inicialmente, sólo eran testigos de aquellos que hacía el bully, pasan a ser partícipes activos, aunque algunos lo hagan por miedo a ser las siguientes víctimas en la lista del bully.
Lo más triste es que en esta situación, cuando se debería poner remedio inmediato a los inicios del bullying, nadie cree a la víctima. En demasiadas -excesivas, diría yo- se intenta buscar la causa del acoso en la propia víctima- sí, no se sosprendan- y se produce un efecto demoledor sobre el menor que se denomina victimización secundaria. Se le saca de clase para que le vea el psicólogo escolar y se le señala por algunos profesores, ante sus padres y sus compañeros -incluidos aquellos que le están acosando- como un menor difícil, insociable, agresivo/a, depresivo/a, hiperactivo/a y con cambios de humor, que molesta a la clase, obviamente, sin que nadie le haga nada ¡faltaría más! E, incluso, se llega a decir del menor que presenta necesidades educativas especiales -en un intento de segregarlo aún más socialmente-, no tiene habilidades sociales, “no es empático/a con sus compañeros”- y, ¿quién lo es con el menor? De la misma manera, el centro escolar lo escruta intentando buscar en la victima la exageración malintencionada o, simplemente, la mentira.
Todos estos errores dan lugar a un despropósito en mayúsculas al señalar a la víctima del acoso como “merecedor” del mismo ya que hay algo que no anda bien en sí mismo. Así, el centro educativo, en una gran parte de las ocasiones no interviene en la efectiva e inmediata protección de la victima lo cual termina por estigmatizar a la víctima que queda marginada y aislada socialmente.
Al principio nadie cree a la víctima o se confunden las señales con síntomas de depresión, ansiedad o distimia
Latencia y aprendizaje de la indefensión psicológica
El tiempo que pasa una víctima hasta sufrir daños psicológicos significativos depende de factores relacionados con sus características individuales y con el apoyo de su entorno familiar, educativo y social. La latencia se refiere al tiempo que tarda en establecerse y manifestarse el aprendizaje de la indefensión psicológica la cual se desencadena por la repetición del acoso y el hecho de que nadie ni nada detenga a los agresores en el entorno escolar.
Manifestaciones psicológicas y psicosomáticas graves
La víctima tarda un período, que puede ser muy variable, en manifestar externamente estos daños. Cuando por fin los padres y el centro educativo se dan cuentan de que existe un problema suele ser demasiado tarde ya que la posibilidad de confundir el daño clínico de estrés postraumático, ansiedad, distimia y somatización generado por el acoso con otros trastornos psicológicos es elevada.
Cuando, finalmente, los menores víctimas de acosos reciben asistencia por parte de psicólogos especialistas, nos encontramos con menores confusos, con sentimientos de culpabilidad- sí, no se sosprendan. Piensen que durante las tres etapas anteriores les han hecho creer que eran un niño/a malo/a-, por tanto, se creen, ya no tan sólo malos, sino también torpes, estúpidos, que no valen para nada, que han hecho fallos muy graves o que han obrado muy mal, inestables, indefensos y con muy baja autoestima, de una forma muy parecida a las mujeres maltratadas.
Autoexclusión escolar y social de la víctima y superación del daño
Si los casos de acosos no son correctamente diagnosticados y no hay una intervención adecuada, lo más probable es una falsa resolución del problema mediante la exclusión de la victima de su centro escolar, lo cual puede ser debido a muchos factores: los centros pueden convertirse en lugares “tóxicos” debido a la impunidad de la violencia no contenida y la unanimidad del acoso.
También, suele ocurrir que las complicaciones emocionales debidas al daño que el acoso produce en las víctimas provoque en estos problemas de rendimiento académico o de comportamiento ante la impunidad reinante.
A veces el abandono se produce porque la estigmatización se extiende a otros profesores, padres de alumnos, vecinos, los cuales -consciente o inconscientemente- terminan agregándose al gang que se materializa en una especie de “linchamiento” que no deja más opción a las víctimas que el abandono del centro escolar y, en ocasiones, a las familias, el cambio de barrio o de lugar de residencia. Como vemos, detrás del bullying hay una verdadera situación dramática. Pero todavía nos queda ver el acoso desde la óptica de quien lo sufre, la víctima.
Consecuencias del bullying en la víctima
- Ansiedad. Cuadros de tipo ansioso que, generalmente, son erróneamente diagnosticados con problemas de ajuste social, déficit de habilidades sociales o, incluso, hiperactividad. Pero, pasa desapercibida la vivencia terrible que es para un menor la situación de persecución, violencia o intimidación que puede acarrear una cronificación del problema. Además, la interferencia de la ansiedad con el rendimiento académico es elevada ya que suele producir problemas de atención y concentración, lo cual puede acabar en fracaso escolar.
- Trastorno por estrés postraumático. Se suele dar una aparición demorada, al cabo de meses o, incluso años después del acoso, lo cual genera que el tiempo en salir adelante del mismo, con un tratamiento especializado, pueda ser entre 2-5 años. Puede darse cuenta de que su hijo/a está en dicha fase si observa los siguientes síntomas (de todas formas, ¡precaución! No autodiagnostique y acuda a un profesional especializado ya que también pueden formar parte de otros trastornos psicológicos):
- Invasión de visualizaciones recurrentes o flashbacks de manera regular.
- Vivencia de terror, que le produce insomnio, así como hipervigilancia.
- Fallos en la memoria con incapacidad para recordar detalles.
- Pérdida de la capacidad de concentración y atención.
- Aislamiento social e introversión.
- Incapacidad para experimentar alegría.
- Amortiguamiento de la afectividad hacia otras personas.
- Tendencia al absentismo escolar.
- Irritabilidad e hipersensibilidad a la crítica.
- Distimia. Aproximadamente el 5% de los menores de la población general, no acosada, también sufre depresión en algún momento. Sin embargo, aquellos que viven con la carga emocional que significa el maltrato propio de la violencia y del acoso escolar lo desarrollan con una mayor frecuencia. En todo caso, entre un 40-70% de los niños con distimia presentan comorbilidad con otros trastornos psicológicos.
- Somatización. Se trata de la aparición de sintomatología psicosomática (cefalea, dolores abdominales, nauseas, incluso, vómitos…) en el menor afectado de acoso. Este tipo de sintomatología nos revela la existencia de un conflicto psicológico que el menor siente por su deber de acudir forzosamente al centro donde está siendo víctima de una violencia ante la cual se halla indefenso. Por tanto, si se encuentra enfermo (ya que la ansiedad producida por el conflicto se ha somatizado), la “enfermedad” produce un rol funcional efectivo. Un niño enfermo no puede acudir al colegio por esa razón y, por tanto, no sufrirá acoso. Es comprobable que este tipo de sintomatología aparece, sobre todo, cuando se acaba el fin del semana o un período vacacional o un día festivo.
¿Necesito ayuda de un psicólogo?
Ante todo, no te quedes callado, basta de bullying. No lo dejes, consulta con un profesional y denuncia los hechos.