La muerte es un tabú dentro de la sociedad en general. Nos asusta. Tanto, que en nuestra cultura occidental evitamos hablar de ella a fin de ahorrarnos pensar en ése miedo. No obstante, el efecto que este tabú genera es más bien lo contrario. En ese intento de huir del miedo, pues, terminamos precipitándonos a un abismo de incertidumbre y desconocimiento. Por esta razón, cuando tomamos contacto con la muerte, no sabemos gestionar ni la situación ni nuestras emociones. Debemos aprender a vivir el duelo y, sobre todo, debemos enseñar a los más pequeños a afrontarlo.

El duelo o la preparación para la muerte es un tema que no se trabaja y que se aborda de distinta forma en la infancia que en la eadad adulta. En ello coincide Laura Clavijo, psicóloga y psicopedagoga catalana, quien pone énfasis en la educación del duelo, como resultado de todo el aprendizaje emocional, a través de los talleres y cursos que imparte en distintos espacios psicológicos o centros educativos. “La mayoría de gente no sabe afrontarse al duelo y aún menos al duelo infantil, un ámbito del que los padres tienen muy poca información”, explica Clavijo. Es necesario poner las cartas sobre la mesa y explicar qué es el duelo infantil y cómo la familia puede trabajar la percepción del duelo de los hijos.

¿Se entiende la muerte?

Pero, ¿los niños saben qué es la muerte? Evidentemente no entienden la muerte como las puede entender un adulto, pero “sí hay la percepción de ausencia que se relaciona con la muerte según la edad evolutiva del niño”, apunta Clavijo. En este sentido, mientras la noción de la muerte es inexistente a los 4 años, a partir de los 6 la ausencia de la persona fallecida sí se percibe y genera dudas. Ya a los 8 años el niño entiende más qué es la muerte, una “edad crítica”, según apunta la psicóloga, en tanto que es la etapa en la que la persona desarrolla “el miedo”. A partir de los 11 o 12 años, el concepto de la muerte ya queda arraigado de forma teórica y se podría considerar ya entonces el abandono de la infancia.

La noción de la muerte y la experiencia del duelo dependen de la etapa evolutiva del niño, sí, pero estas fases son distintas según su aprendizaje emocional. Y éste, en parte, depende de la educación familiar. ¿Qué pueden hacer los padres y madres para facilitar el duelo infantil?

La educación del duelo en los niños

En primer lugar, “se debe hablar de la muerte con normalidad”. Laura Clavijo explica que la muerte entendida como un proceso del ciclo de la vida natural “no se explica completamente”. ¿Qué sucede realmente cuando algo o alguien muere? Mientras sí se habla del nacimiento, del crecimiento y desarrollo, tanto a nivel escolar como familiar, la etapa de la muerte se cita rápida y confusamente.  A diferencia, Laura explica que en las civilizaciones de oriente el tema de la muerte está muy presente en la vida de los niños y se incluye en cuentos, dibujos o creencias.

Por otra parte, los padres y madres deben expresar sus emociones y mostrarse vulnerables frente a sus hijos. Nadie es de piedra pero en general, se tiende a “ejercer un modelo erróneo donde actúan como figura rígida bajo un posado de ‘nada puede con nosotros’”. Craso error. Ante estas figuras el niño no se sentirá nunca libre de expresarse con libertad. Es importante que, en alguna ocasión, “los padres se muestren emocionales”, matiza la psicóloga, a fin de que lo hijos vean con normalidad el estar triste, el llorar y el poder expresarse, en general.

Por último, un recurso útil para los padres sería el uso de las metáforas para explicar la muerte, ya sea mediante dibujos o cuentos infantiles donde aparezca el tema. El objetivo es no eludir la muerte y normalizarla, “que no significa estar hablando constantemente de la muerte tampoco”, matiza Clavijo.

El “amor de padres”

En suma, “se debe escuchar más a los hijos, escucharles e informarles”, un hecho que se suele obviar dado que tanto padres como madres desean “lo mejor para sus hijos”. Y ese es el gran error del “amor de los padres”: la sobreprotección.

No se debe esconder la muerte y se debe permitir al niño que esté triste y que pueda, tranquilamente, exteriorizar sus emociones. Además, una situación de muerte es “el pretexto para trabajar el duelo y emprender un aprendizaje emocional” ya que, por general, el niño – y toda la sociedad – no está constantemente vinculado a la muerte.

La sobreprotección, no obstante, no es el único “obstáculo” en la normalización de la muerte. En casos donde la muerte se produzca a una esfera muy cercana al niño – padre o madre – puede generarse una experiencia traumática donde el padre o madre que ha quedado no sepa gestionar emocionalmente ni su propia situación. En estos casos es necesaria la ayuda externa, a fin de orientar tanto a los adultos en primer lugar, y a los hijos como consecuencia, en la etapa existencial posterior a la muerte del ser querido.

El aprendizaje del duelo, vinculado a la inteligencia emocional de la personal, no es un camino fácil pero tampoco imposible. En general, “no estamos bien educados a nivel emocional”, apunta Laura Clavijo. La inteligencia emocional es la base de nuestro desarrollo, a fin de cuentas y, como explica la psicóloga, “un duelo no superado es la consecuencia de una falta de desarrollo emocional”.

Así pues, es mejor tratar la muerte con normalidad desde una temprana edad que a posteriori, cuando esa incomprensión frente a la muerte se pueda traducir en síntomas que afecten distintos ámbitos de la vida.

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