Tras un accidente de circulación en el que ha muerto alguien, se ha sufrido una lesión medular o se ha perdido alguna extremidad, pueden surgir dos tipos de traumas. Por un lado, el duelo por la pérdida de un ser querido, puede desembocar en un trauma. De la misma manera, el duelo por la pérdida de una pierna o de la movilidad de ambas e incluso de los brazos y manos, también pueden causar un trauma.
¿Qué hacer cuándo nuestra respuesta a una situación de estas es de culpabilidad, lamentación continua, desesperación, emoción o impresión negativa fuerte y duradera? El primer paso, es tomar conciencia de que no estamos bien, de que nos sentimos retraídos, que apenas nos relacionamos o no salimos de casa.
El segundo paso, es preguntarse, ¿es esto lo que yo quiero? Si la respuesta es que no, o debería ser que no, desde este momento, debemos empezar a cambiar nuestros pensamientos y darnos respuestas que nos acomoden y refuercen una actitud que nos haga actuar, modificar esa situación de dejadez y amargura.
El tercer paso es actuar, establecer una estrategia, marcarse pequeños objetivos a corto y medio plazo para que su logro nos proporcione un buen reforzamiento y paulatinamente seamos capaces de aumentar la dificultad de los objetivos, p. ej., podemos empezar por llamar por teléfono a un amigo o un familiar, salir a comprar el pan, a pasear al perro; un segundo escalón podría ser establecer una cita con un amigo para ir al cine o a tomar algo por ahí, visitar a un familiar un fin de semana, hacer algún tipo de deporte si tus circunstancias te lo permiten; otro escalón es decidirse a estudiar, a formarse en algo que le atraiga, probablemente tenga que reestructurar los estudios, el trabajo que tenía hasta el accidente.
La persona tiene que afrontar un cambio radical en su vida que va a depender en gran medida, sobre todo al comenzar, de las limitaciones que le hayan producido la lesión. Es muy importante el apoyo de la familia y de los amigos y más aún la autoestima y la capacidad de superación que posea.
Es conveniente que este cambio se plantee como un reto a superar, en el que estamos dispuestos a aprender lo necesario para construir una vida acogedora llena de gratitud. No debemos renunciar a nada, a priori podemos tener la sensación de que somos inútiles que no servimos para nada, sin embargo, no deja de ser una sensación, porque a pesar de que perdemos el control de la mayor parte del cuerpo, nuestra cabeza sigue funcionando. Aquí está el meollo de la cuestión, si somos capaces de tener el control y dominar nuestros pensamientos y emociones, nos guiaremos por donde queramos y disfrutaremos de una vida diferente.
Cuando esto no sucede, es decir, no tomamos el mando de nuestros pensamientos y emociones, es muy probable que perpetuemos el trauma inicial. Antes de que esto suceda, nos queda la decisión de buscar ayuda de profesionales que tengan experiencia y nos enseñen a recuperar las riendas de nuestro destino.
Pedir cita
Deja tu consulta y una psicóloga de Siquia te ofrecerá ayuda personalizada.