
El cáncer sigue siendo aún hoy en día una de las enfermedades más destructivas y temidas. Aún teniendo grandes avances tecnológicos que favorecen la investigación y grandes mentes científicas detrás que supervisan y desarrollan los estudios, el cáncer permanece como la segunda causa de muerte a nivel mundial, por detrás de los problemas cardiovasculares. Exactamente, y según las últimas estadísticas de la OMS, el cáncer es causa de unas 8 millones de defunciones anualmente, suponiendo el 13% del total.
De todos ellos cabe destacar el cáncer de mama que aún siendo una enfermedad propia de la mujer, está dentro de los cinco cánceres más mortales, llevándose al año más de medio millón de defunciones. Teniendo en cuenta estos datos nada alentadores, ¿cómo se siente una persona que ha sido diagnosticada de cáncer y está en pleno tratamiento? Y aún más concretamente, ¿cómo vive la mujer un cáncer de mama?
“Cuando a una mujer se le diagnostica un cáncer de mama pueden aparecer síntomas dispares”. La psicóloga Ana González, especializada en psico-oncología y profesional en la Asociación Española contra el Cáncer – agrupación contra el cáncer de mama en Barcelona -, apunta que la primera reacción común es el schock emocional y la incredulidad, pero que una vez aceptado el diagnóstico la reacción emocional varía según la evolución de la enfermedad y los efectos secundarios de ésta. Sobre todo “puede aparecer miedo o angustia a los tratamientos” muy vinculado a altibajos de tristeza, dificultades de concentración y alteraciones del sueño y el apetito que pueden confluir en de trastornos de ansiedad y depresión.
Este cóctel de emociones derivan de las múltiples situaciones de ansiedad que se deben afrontar desde el diagnóstico hasta el último tratamiento – pasando por visitas médicas, pruebas, resultados, etc. – en un contexto, además, de pausa total de la vida. Los pacientes “se enfrentan a un momento en que sus proyectos se paralizan, su día a día cambia y la prioridad es la enfermedad” por lo que, en conjunto, se viven emociones que a nivel individual y personal son difíciles de manejar.
¿Qué se puede hacer? Recibir apoyo psicológico. La expresión de nuestros sentimientos, el desahogo, es esencial para cualquier persona que vive una situación límite y suele ser la solución a los problemas emocionales. No obstante, en el caso de pacientes de cáncer la situación es más compleja. La experta detalla que la comunicación de la mezcla de emociones de un paciente puede resultar tan complicada que incluso el individuo puede terminar aislándose de su entorno a fin de evitar el malestar de los demás. Ante esta situación se recomienda más que nunca recibir servicio terapéutico para tratar desde las emociones más inconexas hasta situaciones que la paciente no sabe afrontar.
Psicología y cáncer: un alivio para la familia
La atención psico-oncológica es un mar de ventajas, tanto para el paciente como para sus familiares. En una primera instancia, este servicio se centra en la paciente, ofreciéndole un espacio privado de desahogo donde identificar y expresar sus emociones, pero a la larga también son prácticas para la familia y el entorno de la paciente. En este sentido, González matiza que “las sesiones de psico-oncologia pueden ayudar a una mejor comunicación con los familiares y el personal médico, así como ofrecer recursos útiles para mejorar el estado de ánimo del paciente”. Así pues, la psicología oncológica se convierte en una potente herramienta tanto para la paciente como para la familia, aportando un alivio más que necesario en estos casos de gran vulnerabilidad y desconcierto.
Familiares directos, pareja, familiares lejanos… todos pueden (y deben) beneficiarse de la ayuda del experto en psico-oncología que trate a la paciente. A fin de cuentas, la paciente no es la única que sufre. “Los familiares de cáncer conllevan una carga emocional importante” y en el transcurso de todo el proceso médico del cáncer compartirán con la paciente los miedos y ansiedades propios del diagnóstico, las pruebas y la evolución de la enfermedad. Además, una enfermedad de la envergadura del cáncer “ocasiona cambios en la vida de los familiares asumiendo nuevos roles, cambiando su actividad diaria, prestando atención constante a la ‘nueva situación’”, específica González. Esta reacción emocional, además, se junta a los síntomas de ansiedad, miedo o angustia comunes en estos casos, de modo que la atención psicológica en estos casos también se convierte en una opción a tener muy en cuenta.
Sin cruzar los límites: la relación psicólogo-paciente
Paciente, familiares y… psicólogo. Durante el proceso del cáncer se establece una relación a tres de la que el psicóloga o la psicóloga profesional también formará parte. Un proceso que, a la par, será más bien largo que corto, reforzando y perlongando aún más esta relación que a veces puede rozar los límites entre lo profesional y lo personal. A fin de cuentas, todos somos personas y todos tenemos sentimientos y emociones que afloran en nuestra piel. Entonces, ¿qué debe hacer el psicólogo?
“El psico-oncólogo debe ser empático y mostrar escucha activa por el paciente” explica Ana González, quien apunta también que aunque su papel es no cargar con las emociones de los otros “sino que más bien debe actuar como un reflejo”, en ocasiones las circunstancias son tan complejas que el psicólogo si termina padeciendo el contacto directo con las situaciones dolorosas. ¿Qué se recomienda? “La prevención burnout”, que para González, en estos casos, es tan o más importante que la preparación que hace el propio personal sanitario oncológico.
No obstante, la prevención a veces no es suficiente y por ello estos profesionales, como en otras especialidades psicológicas, disponen de la supervisión emocional del profesional que ayuda a resolver esas emociones intensas producto de la situación. Eso es debido a que, como apunta la psicóloga, “ciertas situaciones pueden actuar de reflejo en nosotros mismos por similitud de edad, de familia, de rasgos, de etapa de la vida” que pueden producir una carga emocional importante en el profesional.
Un gaje del oficio que, a pesar de ello, Ana no dejaría de hacer. La experta considera que es una rama de la psicología que ofrece la oportunidad de compartir y observar cambios emocionales positivos en los paciente y familiares. En esta línea, es una profesión que permite “aprender y crecer con cada paciente, conocer el espíritu de lucha” algo que convierte a la psico-oncología en una profesión “muy gratificante”.
¿Buscas ayuda? Consulta gratis con un psicólogo online