Las enfermedades mentales suelen tener un origen y componente fisiológico indiscutible. La psiconeuroinmunología, por ejemplo, ha demostrado la relación directa entre el desajuste de neurotransmisores, como la serotonina o la dopamina, y el desarrollo de la depresión. Este hallazgo permitió la elaboración de medicamentos aptos para el tratamiento psicológico, los psicofármacos, que contienen inhibidores que inciden sobre estas moléculas. Los estudios neuropsicológicos, no obstante, han ido más allá y ya se pueden tratar algunas enfermedades mediante la intervención quirúrgica.

Un reciente estudio publicado en la revista The Lancet ha demostrado que la estimulación cerebral profunda mediante el uso de electrodos en el cerebro puede tratar los casos más severos de anorexia. Este análisis, elaborado por el departamento de Neurología de la Universidad de Toronto, ha obtenido como resultado una indiscutible mejora en el estado de ánimo, reduciendo los niveles de ansiedad y depresión. En el caso concreto del trastorno alimentario, estos resultados se tradujeron en la ganancia de peso mantenida tras nueve meses del inicio del tratamiento neuroquirúrgico.

La estimulación cerebral profunda es una técnica de la neurocirugía que se desarrolló hace dos décadas para tratar y aliviar las dolencias de algunos pacientes de Parkinson. Actualmente, más de 100.000 pacientes se han tratado con éxito mediante esta ciencia. Por esta razón, un gran nicho de neurocirujanos empezaron a explorar la posibilidad de usar esta terapia en patologías como la depresión grave o el trastorno compulsivo.

En el contexto de esta investigación se encuentra Andrés Lozano, sevillano de origen y director del departamento de Neurocirugía de la Universidad de Toronto. Lozano se aventuró a testar la neurocirugía con un ensayo clínico sobre pacientes con anorexia nerviosa crónica. Los resultados no han dejado que desear.

Más de 18 años de enfermedad

El estudio clínico, elaborado por un equipo de neurólogos dirigidos por Lozano, se realizó sobre seis mujeres de entre 24 y 57 años que llevaban una media de 18 años luchando contra la anorexia sin éxito. La situación de las pacientes las posicionaba en un estado de gravedad que suponía un alto riesgo a corto plazo para sus vidas.

Las seis pacientes se sometieron a una operación quirúrgica en la que se les implantó unos electrodos en el interior del cerebro que estarían conectados a un generador externo de señales eléctricas. Estos electrodos para incentivar la estimulación cerebral se colocan en la zona del cerebro conocida como área subcallosa del cingulado, siguiendo el mismo patrón que se ha realizado con éxito sobre pacientes de Parkinson, como se ha comentado anteriormente.

Una vez realizada la operación y hacer seguimiento de las pacientes, la revista The Lancet difundió el éxito resultante. El investigador español apuntó que cinco de las mujeres mejoraron su estado anímico, equilibrando los estados de ansiedad y depresión, así como consiguieron mantener un peso saludable durante más de nueve meses tras el inicio del tratamiento.

Más allá de dejar de comer

Estos resultados, no obstante, no suponen la curación determinante de los trastornos alimentarios, específicamente los de anorexia. La estimulación cerebral que generan los electrodos ayuda a mejorar la percepción del exterior eliminando la negatividad y motivando el buen humor pero no incide directamente en la voluntad de comer. Como apunta el presidente de la Sociedad Española de Cirugía Funcional, Jorge Guridi, la estimulación cerebral profunda no provocó que las pacientes tuviesen más apetito sinó que “al quitar esa negatividad las chicas comieron más y ganaron peso”. Guiridi también matiza una gran realidad: “la anorexia es una enfermedad muy compleja”.

En este sentido, cabe tener en cuenta que los trastornos de alimentación no se basan simplemente en la relación con la comida que el paciente presente. No se trata de dejar de comer o comer compulsivamente por una voluntad asociada unilateralmente al físico. La relación insana con la comida de una persona que padece un trastorno alimentario es la consecuencia de los problemas que esta persona puede tener en relación a la percepción de la realidad que la rodea. Por ello, y en tanto que se trata de una enfermedad depresiva, el bienestar personal, y por ende mental, es una condición indispensable para la mejora y es en ese aspecto donde pretende incidir la estimulación cerebral profunda.

La anorexia en concreto, y también los trastornos alimentarios en general, afectan cada vez a un porcentaje más alto de la población. Se estima que del total de casos, un 20% se encuentra en el umbral del alto riesgo a la mortalidad. En este sentido, los resultados del equipo de Andrés Lozano abren una puerta a la esperanza para los casos más graves. No se debe olvidar, no obstante, que el tratamiento psicológico siempre será necesario y complementario para terminar de analizar y comprender la raíz de los problemas que han derivado en el trastorno alimentario, así como ayudará a reforzar a la persona.

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