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Nuestro cuerpo habla con los demás, y no sólo con la boca y con las palabras, también con los gestos, las actitudes, las posiciones, las velocidades de movimiento, etc. Ya hemos hablado alguna vez sobre la comunicación no verbal, es decir, todo aquello que no decimos con palabras pero que expresamos con todo nuestro cuerpo y que los demás pueden entender o no.

Está claro, pues, que nuestro cuerpo se comunica con el entorno para hacernos la vida más fácil (o más complicada, a veces) y para permitirnos tener un entorno social en el que poder crecer y desarrollarnos.

Nuestro cuerpo habla con nosotros

Pero es que nuestro cuerpo también nos habla a nosotros. Y no lo escuchamos ni la mitad de lo que deberíamos. De hecho, si pusiéramos un poco más de atención en lo que tiene que decirnos nuestro cuerpo, probablemente viviríamos más acorde con nuestras necesidades reales y tendríamos una mejor salud.

Nuestro cuerpo se comunica con nosotros a través de las sensaciones. La sensación de hambre, de sed, de sueño, las necesidades básicas se nos transmiten directamente desde el cuerpo, pero muy a menudo no las atendemos. Si estamos atentos también podemos sentir la sensación de calor o frío (o disconfort térmico) o la activación del deseo sexual. Incluso, si estamos realmente atentos al cuerpo podemos llegar a sentir la sensación de tensión muscular y hasta los latidos de nuestro propio corazón.

La importancia de escuchar al cuerpo

Nuestro cuerpo es nuestro envoltorio, nuestra carcasa que nos lleva a todos sitios, la máquina que hace que podamos vivir, nos podamos desplazar, podamos reír, jugar, tener relaciones sexuales, pelearnos, y todo lo que se te pueda ocurrir.

Nuestro cuerpo debería ser la máquina más importante de nuestra vida. Pero, ¿lo es?

¿Cuántas personas son capaces de determinar si su coche está mal sólo por un pequeño ruido del motor? Muchas. En cambio, ¿cuántas personas se paran a escuchar atentamente su cuerpo para determinar si funciona bien o no? No tantas.

Cuando se detecta ese pequeño ruido del motor, enseguida se lleva el coche a hacer una revisión «no sea que me deje tirado en la carretera». Pero con nuestro cuerpo no tenemos esa precaución: «bah, ese dolor en la articulación es normal». Y hasta que realmente no nos «deja tirados» no acudimos a que nos hagan una revisión.

Por supuesto, no se trata de colapsar las visitas médicas con cada pequeño rasguño, se trata de estar atentos a lo que el cuerpo nos comunica y darle la importancia que merece.

¿Cómo escuchar mi cuerpo?

Esta es la clave. El estrés, las prisas, el día a día no nos permiten pararnos y escuchar lo que nuestro cuerpo nos tiene que decir. Y como no lo hemos hecho nunca, no estamos acostumbrados a identificar sus señales, por lo que muchas veces nos pasan desapercibidas.

Pero no es sencillo, en efecto. Pararnos, escuchar y… ¿qué se supone que debo oír?

Obviamente no es algo audible, no hay palabras en la comunicación con tu cuerpo, hay sensaciones y para «escucharlas» debes estar atento a ellas y conocerlas.

Para conocer las sensaciones de tu cuerpo es importante que te tomes tiempo. No es algo que puedas hacer de la noche al día. Tómate 10 minutos al día para, simplemente, parar, sentarte o tumbarte en un sitio cómodo, cerrar los ojos y «mirar hacia adentro», en silencio, sin distracciones externas. Siente tus piernas, tus pies, tus brazos, tus músculos… si estás atento incluso puedes llegar a sentir tu cuero cabelludo.

Dale importancia a lo que te dice el cuerpo, tómalo en consideración, cuanto más caso le hagas más «te hablará» y más podrás darle lo que realmente necesita.

Y, recuerda, que si buscas a un profesional que te ayude a mejorar algún aspecto de tu vida, mejorar rasgos, aptitudes… en Siquia contamos con psicólogos online especialistas.