Esther Calvete es investigadora principal del Deusto Stress Research y profesora de psicología. Recientemente ha sido galardonada con el el primer premio a la Investigación UD-Banco Santander en su séptima edición por el estudio «Una aproximación psicosocial a la violencia en adolescentes».

¿Nos podría acercar brevemente a los motivos y las conclusiones del mismo?
El estudio partió de un interés por conocer las nuevas formas en las que se manifiesta la violencia en la adolescencia actual. Por ejemplo, junto a las formas tradicionales de conducta agresiva, los adolescentes muestran otros problemas como las agresiones a través de las redes sociales (ciberbullying) o las agresiones a padres y madres. De estas últimas hemos tenido noticia sobre todo a través de los medios de comunicación y de los datos de denuncias por parte de padres y madres. Al iniciar el estudio pensamos que esos datos podían representar la punta de un iceberg y quisimos explorar la parte oculta del mismo. Nuestro objetivo era no solo conocer mejor cómo son estas conductas sino sobre todo identificar qué factores actúan como riesgos para su origen y mantenimiento. Los resultados nos han permitido concluir que una serie de aspectos ambientales y psicológicos son los elementos que contribuyen a estos problemas.

¿Cuáles son las causas que se han detectado que llevan a que los adolescentes manifiesten esas conductas agresivas de las que hablan en el estudio? ¿Son comunes a todos ellos?
Hay algunos factores que son riesgos para la mayoría de los tipos de violencia. Por ejemplo, la exposición a la violencia es uno de los elementos más determinantes. Es sorprendente la elevada exposición a conductas agresivas a la que están sometidos los niños y adolescentes en los centros escolares, en la familia, en sus barrios y en los medios de comunicación. En nuestro estudio hemos profundizado en los mecanismos psicológicos a través de los cuales esa exposición a la violencia lleva conductas agresivas posteriores. Por ejemplo, aquellos niños que observan conductas agresivas en sus medios aprenden que la violencia es legítima y apropiada para lograr los objetivos. Además, desarrollan expectativas hostiles acerca de las intenciones de las demás personas y adquieren patrones de reacción emocional de ira al activarse dichas expectativas. Estos y otros factores cognitivos y emocionales son los que contribuyen a la transmisión de la violencia. Asimismo, el estudio ha permitido diferenciar los efectos de dos tipos de exposición a la violencia: la exposición indirecta, que tiene lugar cuando el menor es testigo de la violencia ejercida contra otra persona es la que más contribuye al aprendizaje de conductas agresivas, a través de los mecanismos mencionados. En cambio, la victimización, o exposición directa, tiene un papel menor en futuras conductas agresivas. Esta victimización es un riesgo para otros problemas psicológicos como la depresión. Junto a esos factores que son relativamente comunes a muchos tipos de violencia hay otros factores más específicos. Por ejemplo, los adolescentes que son violentos contra sus padres muchas veces han sido educados bajo la permisividad y la falta de límites. Sus padres no han sabido establecer consecuencias para sus actos y esto les ha hecho intolerantes a las frustraciones cotidianas.

¿Existe un perfil o patrón definido de los adolescentes violentos? ¿Cuáles son los tratamientos o recomendaciones que daría para ayudar a estos jóvenes?
No hay un único perfil pero uno de los más representativos se caracteriza por creencias de justificación de la violencia y hostilidad. Además se trata de jóvenes con sentimientos de grandiosidad: se creen merecedores de derechos especiales y de no tener que seguir las normas que rigen para los demás. Sin embargo, estos sentimientos de grandiosidad y narcisismo no deben llevarnos a error ya que muchas veces enmascaran una baja autoestima. En los adolescentes que agreden en casa hemos encontrado además otros rasgos tales como el consumo de drogas y síntomas de depresión. El abordaje del problema requiere habitualmente una aproximación global que incluya no solo tratamiento individualizado sino también trabajo con las familias y centros escolares. En lo referente al tratamiento individual, estos menores se benefician del establecimiento de reglas claras y consecuencias para sus conductas. Pero esto debe ser complementado con un cambio de sus estilos cognitivos y emocionales. En concreto hay que eliminar la justificación que hacen de la violencia y sus atribuciones hostiles. El desarrollo de empatía y el manejo de sus propios sentimientos son también componentes importantes del tratamiento. Desde el punto de vista de la familia, es importante trabajar la comunicación y el establecimiento de normas claras y consistentes, en las que las consecuencias para determinadas conductas están bien definidas.

¿Estos jóvenes reconocen su actitud? ¿Son receptivos a recibir ayuda?
En general los jóvenes que actúan con violencia no son inicialmente receptivos a los tratamientos. Ellos sienten que no tienen un problema, el problema es de otros. Por ello, al principio es importante engancharles al tratamiento mostrándoles cómo este puede ayudarles.

¿En qué puede derivar la falta de asistencia a este problema?
Todos los estudios muestran que la conducta agresiva tiende a ser muy estable en el tiempo y que normalmente no desaparece espontáneamente. Más aún, tiende a agravarse con el tiempo. Por ello es importante intervenir, y sobre todo hacerlo tempranamente. Es mucho más fácil de resolver la conducta agresiva de un niño de 5 años que de un adolescente de 15.

¿Qué le diría a los padres, familia, entorno que observan y viven la agresividad de sus allegados adolescentes?
Que actúen y dejen asesorarse por profesionales. Sobre todo, es recomendable que no esperen a que sea un adolescente. Si los padres y madres evitan la permisividad y educan con responsabilidad fomentando valores de tolerancia y respeto a los demás, contribuirán a que el problema no llegue a presentarse. La educación no es el único factor determinante. El temperamento del niño también lo es, pero un ambiente adecuado que ofrezca estructura, cariño, límites y valores adecuados, puede ser la mejor prevención.

¿Qué papel tiene la asistencia psicológica en estas situaciones?
Es fundamental para trabajar todos los aspectos mencionados en el trabajo tanto con el menor como con la familia.

Para todos aquellos que deseen acceder al estudio completo ¿dónde pueden obtenerlo?
Los resultados y conclusiones del estudio se han publicado en numerosos artículos en revistas científicas. En la web del equipo aparece información sobre estos artículos y nos pueden contactar para conseguirlos: http://www.stress.deusto.es

Para completar la entrevista, ¿podría facilitarnos datos del estudio, tamaño de la muestra, métodos usados, equipo que ha participado, tiempo que ha durado el proceso,…

El estudio se realizó a lo largo de tres años. Participaron dos muestras: una muestra de casi 1500 adolescentes de entre 14-18 años de Bizkaia y otra muestra de 160 adolescentes del sistema de protección de menores. Todos ellos completaron numerosos tests para medir diversos tipos de conducta agresiva (reactiva, proactiva, ciberbullying, filio-parental), estilos cognitivos, emociones, depresión, exposición a la violencia, disciplina parental, etc. Las medidas se hicieron en varios tiempos para poder determinar que variables predecían el aumento de violencia y a través de qué mecanismos. Finalmente, completamos el estudio con entrevistas a padres y madres agredidos por sus hijos y a estos. El estudio fue realizado por investigadores del equipo Deusto Stress Research de la Universidad de Deusto.