Manuel, 43 años, llega a la consulta porque se siente “continuamente enfadado y altamente irritable”. Asegura perder la paciencia rápidamente – a pesar de que su trabajo es de atención al cliente en una conocidísima empresa – y que, algunos días, puede llegar al “grito fácil”, lo cual ya le ha costado alguna amonestación y motivo que le ha impulsado a sentarse en mi sofá. Aún así, se justifica diciendo “es que siento que me va a dar algo, nada me sale como yo quisiera y mi trabajo puede llegar a ser muy estresante”.
¿Te sientes identificado con Manuel? Pues no te pierdas las siguientes líneas: causas, consecuencias y, especialmente, herramientas para salir de este estado de continuo enfado y malestar.
La mayoría de nosotros estamos un tiempo excesivo enfadados, aunque sean sólo explosiones cortas de rabia pero reiteradas. Nos enfadamos con las personas de nuestro entorno familiar, laboral, social, con el mundo, con la vida y, en realidad, la mayoría de las veces, estamos enfadados con nosotros mismos. El enfado es como una batería que se va cargando, con una incidencia directa en un amplio abanico de enfermedades.
Al enfadarnos, negamos una realidad que no nos gusta y nos duele y es, por ello, que reaccionamos con rabia -si podemos, hacia fuera, y si no, hacia dentro-. Siempre que nos enfadamos algo se altera y al atacar, mostramos una actitud de defensa. El problema es que esta defensa contra quien primero va es contra nosotros mismos, ya que se trata de una emoción negativa y destructiva con incidencia directa en nuestro estado físico y mental.
Si no aceptas la situación, te enfadas
El enfado muestra una relación directa con el nivel de nuestras exigencias y expectativas e inversamente proporcional a nuestro nivel de aceptación. Por tanto, la frecuencia con que nos enfadamos nos da una pista clara de nuestra capacidad de tolerancia y aceptación.
Por ejemplo, hay personas que tienen una relativa paciencia en los conflictos laborales y difícilmente pierden la sonrisa fuera de casa pero en casa las explosiones son frecuentes y esa misma persona se muestra de grito fácil. Esto no significa que en casa le traten peor que fuera sino que el enfado suele ir asociado a la autocompasión, la victimización y a la idea de injusticia.
A partir de aquí deberemos ver qué produce nuestro enfado: si contestamos que «todo”, es decir, desde las obras en las calle hasta los problemas del gobierno pasando por la suegra, el cole de los niños, los compañeros “tóxicos”, el carácter de mi pareja y el, peor, de mi expareja… y una larga lista más, entonces, plantéate que quizás necesitas un poco de ayuda psicoterapéutica, puesto que muestras un conflicto de aceptación con cada persona o situación, en concreto.
Si, por el contrario, los objetos de nuestro enfado están claramente en el fondo, nos indican por dónde falla nuestra inteligencia emocional, es decir, aquello que más duele y nos hace estallar o aquello que, aunque queremos dominar a toda costa, aún no controlamos.
Cuánto más ego tenemos, más vulnerables somos al enfado
Existen personas con un ego descomunal, gigante. A esas personas es más fácil que los acontecimientos que ocurren a su alrededor, les molesten.
Así, si alguien des su entorno quizás muestra un gesto de disgusto tras varias horas oyéndole hablar de “yo, yo, yo…”, la persona lo interpretará como una clarísima y obvia ofensa: ¡cómo no! Aunque quien ha hecho el gesto, puede tener muchos motivos personales que nada tengan que ver con él. De la misma manera, una mirada puede resultar hiriente y todos los gestos y palabras son confrontados por alguien con un ego excesivamente grande. Con lo cual, lo más probable, es que la situación o la relación acabe en enfado.
De ahí la importancia de “no tomarse nada como personal” porque, de hecho, cada uno vivimos nuestra propia vida de la que somos los protagonistas, con nuestros propios miedos, frustraciones y búsquedas y con nuestra propia manera de reaccionar ante los demás y ante las situaciones que se nos plantean.
Pero hemos de comprender que somos una pequeña parte del universo y que ninguno de nosotros, de forma individual, es tan sumamente importante -por mucho que su ego le diga lo contrario- como para que la vida de los otros deba girar en torno a la nuestra propia.
Si entendemos que cada uno está haciendo su propia búsqueda – con más o menos éxito – seremos más felices pero, sobre todo, nos sentiremos menos afectados a nivel personal por las opiniones o las actitudes de los otros.
Al fin y al cabo, se trata de crecer como personas. Aprender a tener más paciencia, sufrir para humanizarnos cada vez más y, de vez en cuando, en este proceso, se pierden las formas. Sin embargo, lo más importante es mantener siempre el respeto por uno mismo y por los demás para saber recuperarlas y, si es necesario, pedir perdón.
¿Controlar o reprimir la rabia?
Según la Terapia Racional Emotivo Conductual (TREC) es necesario mantener un pensamiento racional que ayude a controlar las emociones: «Controlar el enfado no es lo mismo que reprimirlo. Esto último lo hacemos cuando ya domina nuestra mente aunque no lo reconozcamos. Pretendemos no estar enfadados y controlamos nuestras acciones pero no el odio propiamente dicho».
Si lo que hacemos es reprimir los sentimientos (la rabia, el enfado) no por ello dejamos de sentir la emoción (ira) o los pensamientos productores de dicha emoción y sentimiento. Por ejemplo, una persona de tu entorno muestra una actitud contigo que te molesta pero eliges callarte para evitar un conflicto en el propio entorno. Es decir, estás reprimiendo un sentimiento (enfado) por el conflicto (enfado más intenso) que podría producir.
Pero reprimirlo significa lo mismo que calentarte como una olla a presión porque es posible que la actitud de esa persona no cese y tú tengas que seguir “llenando” tu olla con sentimientos que reprimes pero que no has conseguido controlar. Llegará un momento en que tu olla a presión emocional estallará de una forma externalizada en forma de enfado, rabia o resentimiento o de una forma internalizada produciendo alteraciones psicosomáticas.
Por otra parte, si lo que hacemos es controlarnos, no se producirán estas reacciones. ¿Por qué? Porque puedes elegir no decir nada a esta persona pero aceptar que tiene una actitud que no te gusta e intentar comprenderla, empatizar. También, habiéndote intentado poner en sus zapatos y pensado porqué reacciona así puedes intentar hablar con ella acerca de su actitud para contigo pero sin necesidad de ser hiriente o molestar.
En este momento estás controlando tus emociones y tus sentimientos y, por tanto, no tienes nada que reprimir, no tendrás porqué enfadarte con esa persona porque te habrás tomado unos minutos para entender porqué reacciona como lo hace. Esto te proporciona más paz interior porque has huido del conflicto sin necesidad de reprimirlo. Y, a la larga, te hará más feliz. Si practicas este tipo de control, te convertirás en una persona más serena, tranquila, reposada y está en una actitud espontánea, que no necesitará esfuerzos por tu parte. Recuerda que llegarás al punto en que no tendrás nada que reprimir pero… tampoco nada que controlar.
¿Cómo sé que necesito ayuda profesional de un psicólogo?
Aquellas personas con frecuentes problemas a raíz de múltiples enfados recurrentes, con peleas y discusiones frecuentes, alumnos que son siempre “los castigados” y todas aquellas personas cuyas situaciones vitales son generadoras de enfados constantes, pueden necesitar ayuda profesional (véase un psicólogo) para afrontar los verdaderos motivos por los cuales se enfadan.
Si te hallas en alguna de las situaciones siguientes y eres menor de edad, díselo a tus padres, a un profesor, a tu tutor del cole, al psicólogo del cole o a cualquier otro adulto en quien confíes. Si eres mayor de edad, busca ayuda profesional si:
- Tienes un enfado de larga duración por algo que ocurrió en el pasado o que, actualmente, sigue ocurriendo.
- Sueles estar muy irritable, malhumorado o de mal genio.
- Muestras enfado o rabia persistente contra ti mismo.
- El enfado te produce ganas de hacerte daño a ti mismo u a otros.
- Provocas frecuentes peleas y discusiones.
“Por cada minuto de enojo, perdemos sesenta segundos de felicidad” ( Ralph W.Emerson)
Si te sientes identificado con estas situaciones, en Siquia te invitamos a que hagas una primera consulta con un psicólogo totalmente gratuita y veas personalmente cómo la psicología te ayuda.
Me destroza el animo que la gente no reconozca las cosas que hago bien,cuando hago cosas por ellos todo el rato sin importarme mi tiempo ,mi dinero ..pero después me despellejan por no compartir un caramelo ,no importa todo lo bueno que hallas hecho ,que no quieras dar la mitad del poco que te ha quedado tras compartir todo con ellos ya es suficiente para que te juzguen .
Normalmente soy una persona muy tranquila, y puedo manejar mis emociones, pero cuando estoy con mi familia padre, madre, o hermana, me hablan y me sientan realmente mal, lo noto como motivo de enfado, pero siento que la ira en mi se vuelve incontrolable y discuto por cosas que normalmente consideraria tonterias, hemos tenido problemas,pero lo supere, pero en el fondo cuando esto ocurre sera que no lo tengo del todo superado, que puedo hacer para quitarme este sentimiento de rabia, que luego me acarrae remoldimiento?