¿Es posible recordar algo que nunca sucedió?

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Silvia Catalán
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La memoria humana no funciona como una fotocopiadora. Los recuerdos que tenemos y que podemos evocar son solo una parte de lo que vivimos en aquél momento.

Cuando se almacena un recuerdo no se hace de forma literal, sino que está afectado por la emoción del momento, sea esta positiva o negativa, así como los pensamientos asociados a ella.

Es por ello por lo que, ante una misma situación, una persona puede recordar una cosa completamente diferente a otra que estuvo en el mismo lugar, en el mismo momento.

Cómo funciona la memoria

Ante cualquier suceso de la vida nuestro cerebro recibe una gran cantidad de información a través de los cinco sentidos: vista, tacto, olfato, gusto y oído. Pero la información que recibe el cerebro no es completa ya que se produce un primer filtro de información en el que es el mismo cerebro el que determina qué cosas pueden no quedar almacenadas ya que no son imprescindibles.

Por lo tanto, cuando se recibe la información, de alguna manera, se recibe incompleta, hay unos «huecos». Cuando queremos recordar ese suceso nos encontramos con estos «huecos», pero no nos damos cuenta, ya que el cerebro los completa con los datos que ya sabemos sobre el mundo.

Es decir, en función del contexto en el que me encuentre, de mi estado de ánimo, de las condiciones externas e internas, un mismo suceso lo puedo recordar de una manera o de otra. Todo depende de cómo rellene esos «huecos».

«En la fiesta había mucha gente. Hablaron conmigo tres personas. Después de dos horas me fui a casa.»

Imaginemos que esa es la experiencia que ha quedado grabada en el cerebro. Cuando alguien me pregunte por la fiesta, la recordaré de diferente manera en función de muchos factores:

  • La fiesta fue un completo desastre. Había demasiada gente y sólo pude hablar con tres personas. Estuve dando vueltas a ver si encontraba a alguien pero me cansé y a las dos horas ya estaba en casa.
  • La fiesta no estuvo mal. Había bastante gente y buen ambiente. Estuve hablando con tres chicos bastante agradables y bailé mientras buscaba a alguien más para entablar conversación. Al final me fui a casa en unas dos horas, ya que al día siguiente tenía que madrugar.
  • La fiesta fue un éxito. Había un montón de gente pasándoselo bien. Conocí a tres chicos muy agradables con los que estuve hablando un buen rato, pero me tuve que ir pronto, así que en dos horas ya estaba en casa.

Ante el mismo acontecimiento, se pueden vivir las experiencias de muy diversas maneras, y recordarlas después también de forma diferente. Cada vez que recordamos algo, cualquier situación, característica o elemento externo puede alterar ese recuerdo o, incluso, eliminarlo.

El problema de los testigos

Uno de los campos donde más se ha estudiado el tema de los falsos recuerdos es en la psicología pericial. No son pocos los casos de personas encarceladas durante largo tiempo que, al cabo de muchos años, se descubre que eran inocentes -gracias a pruebas de ADN, por ejemplo- y que fueron encarceladas a causa, principalmente, de los recuerdos distorsionados de los testigos que participaron en el caso.

Por supuesto, a medida que se van conociendo los mecanismos de la memoria, se van poniendo soluciones para que esto no pase, como por ejemplo separar a los testigos y entrevistar a cada uno de ellos de forma individual para que el relato de uno no pueda influir en el de los demás.

Implantando recuerdos falsos

Entonces, ¿es posible implantar recuerdos falsos?

La respuesta sencilla es: sí. Hay diversos experimentos que se han realizado para poder ver hasta qué punto la memoria humana es vulnerable a información que modifica sus recuerdos.

A principios de los 90, Elizabeth Loftus llevó a cabo un experimento que bautizó como «La técnica del centro comercial» (descrita aquí en inglés). En este experimento se les dio a cada uno de los participantes, cuatro narraciones sobre cosas que habían pasado en su infancia y que habían escrito sus parientes más cercanos. Una de estas narraciones, en todos los casos, era falsa: explicaba que el participante se había perdido en un centro comercial a la edad de 5 años, utilizando datos creíbles sobre la familia y entorno social.

Cuando se les pidió a los participantes que explicaran sus recuerdos sobre las cuatro anécdotas que les habían entregado, se descubrió que el 25% de ellos decía poder recordar el suceso del centro comercial e, incluso, podían dar algunos detalles.

El hecho de haber mezclado la lectura de esa anécdota con otras que sí eran reales y que podrían haber recordado, además de la confianza que supone el hecho de que supuestamente esa anécdota la habían explicado parientes cercanos a él, hizo que los sujetos la dieran por válida y que su cerebro rellenara los huecos que faltaban con información presente.

Como se puede comprender esto, además de curioso, puede resultar peligroso. Cuando se genera un clima de confianza con la persona que nos está hablando pasamos a ser realmente muy manipulables, pudiendo llegar a creer y pensar cosas que no son reales.

Es así como funcionan muchas organizaciones de tipo sectario, donde a través de ganarse la confianza de los asistentes, se consigue que realmente crean en algo, como si eso fuera la verdad.

Últimos avances científicos

Los estudios sobre la memoria y los recuerdos falsos siguen estando muy presentes en los equipos de investigación en psicología. Recientemente neurocientíficos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, han realizado un estudio sobre los falsos recuerdos en ratones.

Han determinado que, en efecto, es posible implantar falsos recuerdos en los roedores a través de la activación de neuronas situadas en el hipocampo (la región del cerebro encargada de la memoria). Esta activación fue llevada a cabo de forma artificial mediante una técnica de luz.

Según explica Susumu Tonegawa, autor del artículo publicado en la revista Science, el mecanismo que está detrás de la recuperación de los recuerdos es el mismo en el caso de recuerdos ciertos como en el caso de recuerdos falsos, es por ello por lo que es relativamente sencillo modificar los recuerdos de los roedores para cambiar su conducta.

Posibles aplicaciones

Por supuesto, hay que ser cuidadoso con cualquier tipo de técnicas de implantación de recuerdos falsos. Las implicaciones éticas y morales no son desdeñables, pero sí que es cierto que pueden suponer grandes avances en el tratamiento de problemas de conducta y malestar psicológico.

Imaginemos que pudiéramos implantar el recuerdo de que, un alimento en concreto es malo para nosotros ya que nos hizo poner enfermos la última vez que lo comimos. Si pudiéramos hacer eso en personas con el colesterol alto, por ejemplo, podríamos hacer que no tuvieran ganas de volver a comer huevos nunca más. O, al contrario, hacer que una persona desee comer mucha verdura ya que le implantamos recuerdos felices asociados a ello.

Por supuesto, esto no es posible de momento, y si en algún momento la investigación avanza hasta ese punto, habrá que valorar mucho las implicaciones que estos cambios de conducta y de pensamiento puedan tener sobre la personalidad de la persona que se somete a ellos.

De momento esto no deja de ser una fase de investigación, pero quién sabe qué nos depara el futuro.

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