Que la terapia psicológica es útil en muchos casos, nadie o casi nadie lo duda. Pero que en muchos otros casos el tratamiento falla es una realidad a la que los psicólogos no podemos dar la espalda.
Se dedican y se han dedicado muchos esfuerzos para analizar por qué en algunas ocasiones funciona y en otras no, y una de las líneas de investigación que más se ha analizado ha sido la de la alianza terapéutica, que no es más que el feeling entre el psicólogo y el paciente, las sensaciones que unen su interacción en consulta.
La mayoría de los estudios coinciden en que crear una buena alianza terapéutica con el paciente es un buen predictor de éxito en la terapia.
Componentes de la alianza terapéutica
A través de infinidad de estudios en los que se ha analizado cómo se comportan los psicólogos y pacientes en terapia y cómo afecta esto a la consecución de los objetivos, se han determinado los componentes de los que depende la alianza terapéutica:
- Vínculo establecido con el paciente: se refiere a la conexión entre paciente y terapeuta. Parte de la base de que el paciente necesita ser comprendido y aceptado. Por supuesto, comprender y aceptar al paciente no es condición suficiente para que se cree un buen vínculo, pero sí podríamos decir que es la base.
- Grado de acuerdo en los objetivos a conseguir: al principio de la terapia el terapeuta debe ayudar al paciente a definir claramente cuáles son los objetivos que éste último persigue con la terapia.
- Grado de acuerdo en los medios necesarios para conseguir los objetivos: el terapeuta debe dejar muy claras cuáles son las cartas que va a jugar. Debe explicarle al paciente cuáles serán las técnicas y medios que se usarán en las sesiones y el paciente debe estar de acuerdo en ellas y tener la posibilidad de rechazar las que no crea convenientes, caso en el cual el terapeuta deberá decidir si su terapia es la más adecuada al paciente que tiene delante.
Qué debe tener en cuenta el terapeuta
Partimos de la base de que es el terapeuta quién maneja las situaciones en consulta, por ello es importante que éste tenga en cuenta los siguientes puntos de atención que le permitirán mejorar las relaciones terapéuticas con sus pacientes.
1. Aceptación incondicional del paciente
En el momento en el que el paciente entra por la puerta el terapeuta debe dejar de lado todos sus prejuicios e ideas preconcebidas. El paciente es una persona desconocida que, como todos los seres humanos, cuenta con sus virtudes y con sus defectos.
Esto implica que el terapeuta debe enfocarse a la ayuda hacia el paciente y no hacia el modelado de la «persona ideal». Es fácil ver en los pacientes conductas o actitudes que pueden no ser las que el terapeuta haría, pero si no tienen que ver con el problema que se está tratando en consulta, el terapeuta no tiene ningún derecho a intentar que el paciente las cambie, a no ser que supongan un grave peligro para él.
Desde el momento en el que el profesional decide aceptar un caso, debe tomar el compromiso consigo mismo y con el paciente, de llevarlo a buen término. Incluso en los casos en los que existan conductas claramente reprochables (violencia, delitos sexuales…) el psicólogo no debe perder de vista que el paciente está allí para ser ayudado, no juzgado. En caso de que el profesional se vea incapaz de no juzgar, debería derivar inmediatamente el caso.
2. Autocontrol
El terapeuta debe ser consciente en todo momento de su postura como profesional. No sólo en su inclinación teórica, sino también en su comportamiento físico.
Adaptar la voz al paciente o al contexto, vigilar la postura física que adopta en cada situación, controlar el cansancio. Es decir, el profesional debe conocerse muy bien para poder transmitir al máximo lo que realmente desea que el paciente perciba.
Ejemplo:
Después de un día agotador, el terapeuta debe atender a su última visita exactamente igual que hizo con la primera, si no lo hace lo más probable es que la relación terapéutica con sus pacientes que vienen a horas tardías en el día sea menor y eso lleve a un mal resultado de la terapia.
3. Motivación
Casi siempre se habla de la motivación del paciente para seguir la terapia. Por supuesto es un punto muy importante a tener en cuenta, pero debemos hablar también de la motivación del psicólogo.
Es necesario para crear una buena alianza terapéutica que el psicólogo se sienta motivado para ayudar al paciente. Eso implica, por supuesto, interés por el propio trabajo pero también por la persona que tiene delante. Independientemente de quién sea esta persona, la vocación final del terapeuta debe ser ayudarla. Si siente que no es así, debería derivar el caso.
4. Adaptación
Cada caso es único, diferente, aunque el profesional tenga a dos pacientes con la misma patología, eso no significa que lo que funciona en uno deba funcionar necesariamente en el otro.
La tarea del psicólogo es muy dinámica, debe ir adaptando su discurso, sus estrategias de abordaje de los problemas y situaciones, a cada uno de los casos que tiene delante.
A pesar de que algunas terapias tienen un protocolo establecido bastante claro, el terapeuta debe adaptar ese protocolo al ritmo y las necesidades específicas del paciente, asegurándose de esta manera que cada paso terapéutico que se da se ajusta lo más exactamente posible al individuo que tiene delante.
Ejemplo:
Dos pacientes con problemas de eyaculación precoz. En principio el protocolo de actuación para estos casos es bastante claro y estructurado. Pero uno de ellos tiene pareja y el otro no. Habrá que trabajar de forma diferente con cada uno de los dos.
5. Empatía
Elemento básico de cualquier interacción humana que se pretenda exitosa. En este caso será importante que el psicólogo tenga la capacidad de ver la problemática del paciente desde su punto de vista. Esto no quiere decir que, en pro del tratamiento, el psicólogo tenga que ofrecer un punto de vista externo al paciente, por supuesto.
El terapeuta deberá tener en cuenta en todo momento la historia del paciente, tanto la pasada como la actual, resultará imprescindible conocer al máximo al paciente para poder entender el problema que presenta de una forma global e individualizada.
Ejemplo:
Mujer de 32 años. Viene a consulta porque se siente triste y decaída. Nos explica que desde hace un año que no sale con amigos. La única interacción social que hace es con los amigos de su pareja y prácticamente no sale de casa. Además, cuando lo hace, lo hace siempre con su pareja.
Podríamos pensar que es un caso de excesiva dependencia emocional de la pareja, incluso podríamos llegar a pensar que es un caso de excesivo control por parte de la pareja.
Pero si indagamos un poco más: esta mujer hace un año que se trasladó a vivir a la ciudad, para poder vivir con su pareja. Debido a ello tuvo que dejar su trabajo y no ha encontrado, de momento, trabajo alguno en la ciudad, por lo que no tiene motivación para salir de casa y sólo se relaciona cuando sale con su pareja, a pesar de que él la anima.
6. Manejo de las propias emociones
El psicólogo debe ser capaz de mantener fuera de la consulta sus propias emociones. En ningún momento puede perder de vista que su conducta es un modelo para el paciente que tiene delante.
Independientemente de lo que esté explicando el paciente, por muy violento que se pueda sentir el terapeuta, su conducta debe ser siempre de tolerancia y respeto hacia el paciente. Incluyendo, por supuesto, la comunicación no verbal.
El terapeuta debería intentar mantener en todo momento una visión optimista y realista de la situación del paciente, sobreponiéndose a sus propios juicios y emociones.
7. Sinceridad
El psicólogo debe ser sincero con el paciente en todo momento. Es imprescindible que no le transmita falsas esperanzas de recuperación pronta, por ejemplo, si la terapia se va a alargar.
A veces los profesionales pecan un poco de pensar que deben saberlo todo de su campo, pero por supuesto, esto es imposible, nadie conoce al cien por cien la materia en la que trabaja, por lo que el psicólogo debe ser lo suficientemente sincero con él mismo y con el paciente para aceptar que hay cosas que desconoce, y ofrecerse si es necesario para buscar la información.
Ejemplo:
Llega un hombre a consulta por un problema de erección. Trae las últimas analíticas médicas que le han realizado. Expone el papel a la terapeuta y le pide que interprete si los resultados pueden ser indicadores de problema físico más que psicológico.
La respuesta de la terapeuta debería ser una cosa así: «desconozco exactamente los parámetros de normalidad de las analíticas, por lo que no puedo más que ver lo que usted mismo está viendo en el papel. No obstante, si me permite, consultaré los valores con un médico especializado y le transmitiré sus comentarios».
Una última consideración
En definitiva, la relación terapéutica es fruto de los conocimientos teóricos del terapeuta, pero no sólo de ellos, sino también de sus características e historia personales.
En todo caso, la responsabilidad no sólo recae en el terapeuta, se debe entender la relación terapéutica como un trabajo en equipo entre el terapeuta y el paciente, en el que los dos se involucren con la misma motivación y el mismo objetivo: contribuir a la mejora y al cambio en el paciente.
si no es mucha la molestia les pido que me respondan lo antes posible porfavor
gracias.
Buenos Dias: soy estudiante de Psicoeducacion y estoy haciendo practica en un colegio y trabajo con un caso con el cual no tenemos vinculo la verdad que el nio no presenta vinculo con ningun adulto aun no se porque ya que debido lo antes espuesto no presenta confianza con nadie por lo cual no se ha podido indagar las cnductas que presenta y la verdad meintereso este texto pero quisiera saber de donde es este estudio y quienes los respaldan para yo poder utilizarlo como referencia teorica
Hola Vanessa
el texto es original de la psicóloga Silvia Catalán, si te sirve de referencia. Aborda un tema muy común en la terapia psicológica.