
“He estado hundido, muy triste”, reconocía. El propio presentador hablaba de sus sentimientos, cómo parecía que estaba desapareciendo debido a un enorme desequilibrio hormonal. “El desequilibrio me estaba afectando y me han llegado a decir que podría haber desembocado en una depresión de no salir de casa”, explicaba Jorge Javier. “En mi familia me iba bien, tenía pareja, el trabajo me iba bien, pero a pesar de todo sentía tristeza. Todo era decadencia, todo era ‘mi vida se va a acabar, todo se quedará en nada, para qué hacer nada’…”, confesaba a la revista Lecturas.
El presentador también hacía referencia a un síntoma muy habitual de la depresión, la apatía vital. “Me sentía muy mayor para los años que tenía. Todo lo que me debía hacer feliz no me lo hacía. Tenía una pérdida de ilusiones total. Me cuesta hablar de ello porque te sientes incomprendido. Siempre aparece aguien que te recuerda que como eres un privilegiado que lo tiene todo, no te puedes quejar”.
Esa falta de ganas por vivir, de tener ilusiones y motivaciones que nos lleven a movernos y tener algún objetivo en la vida. La depresión nos lleva a enclaustrarnos en casa, estar tristes, incluso no levantarnos de la cama durante días o semanas. “Mi casa se convirtió en mi refugio, en el terreno donde no entraba nadie porque no quería que entrara nadie. No es una depresión. Es una pena muy honda que ves que no desaparece y contra la que no puedes luchar porque no sabes por qué ocurre”.
Las rumiaciones y pensamientos negativos también formaron parte de la vida del presentador. “La cabeza te lleva a pensar cosas que son una locura. En mi caso, veía a los desahuciados y pensaba: “al menos ellos tienen algo por lo que luchar””. “La noche era terrible. Hasta que conseguía dormirme tenía terrores nocturnos. Pensaba que a mi pareja le iba a pasar algo por ir en moto. Entras en una dinámica en la que la tristeza y la angustia se va apoderando de muchas facetas de tu vida”.
Algunos de sus compañeros como Kiko Hernández o Mila Ximenez han confesado haber pasado por una situación parecida. Este hecho nos hace comprender que la depresión no entiende de status social, de fama. Podemos comprobar cómo a veces tener aparentemente todo puede significar en el fondo no tener nada.
“Se me escapó este verano, le he visto cansado y muchas veces me ha dicho que se quería ir, he pensado que un día se iría y no volvería”, decía Mila. Hemos de ser conscientes que la depresión es un problema por el que atraviesan a lo largo del año millones de personas en todo el mundo. Se trata de un trastorno psicológico que va más allá de las apariencias, de la felicidad ficticia.
El hecho de que personajes públicos den a sus visitas al psicólogo o psiquiatra o su paso por estas situaciones tan complicadas puede ser beneficioso para quienes también lo sufren. De esta manera entendemos que la tristeza y la depresión está dentro de cada uno de nosotros y no depende del dinero que tengamos, el prestigio o las facilidades a nuestro alcance. La salud no entiende de clases sociales y saber identificarlas a tiempo es la clave para no derivar en depresiones severas y cuadros clínicos más complejos de tratar y resolver.