En noviembre del año pasado Sean Parker (uno de los primeros inversores de Facebook) declaró que a la red social no le preocupa el bienestar de sus usuarios y que lo único que le interesa es que tengan sus ojos pegados a la pantalla, que pasen el mayor tiempo posible usando el dispositivo.
La adicción a las pantallas avanza silenciosa

Lo explica el psicólogo estadounidense Adam Alter en una entrevista con el diario El País. Alter, profesor de marketing en la escuela de negocios de la Universidad de Nueva York, ha levantado su voz para denunciar una crisis generada paralelamente a la revolución tecnológica: la adicción a las pantallas.
Un estudio de 2015 recoge que la media de uso de dispositivos en Estados Unidos es de 4,7 horas diaria. Según Facebook uno de cada cinco minutos los pasamos en su red. Por su parte, un estudio de Apple indica que desbloquemos el Iphone entre 80 y 130 veces diarias. “No todo el mundo es capaz de hacer un análisis de lo que es bueno o malo para su vida”, explica Alter.

Algo que para Alter nos conduce a una sociedad peor. “Somos menos felices como comunidad. Si dedicamos menos tiempo a las cosas que nos hacen humanos, y nos pasamos las cuatro horas que tenemos libres al teléfono haciendo lo mismo, nos volvemos homogéneos”.
La adicción a los dispositivos, una amenaza social
El problema se extiende más allá de lo personal y supone una amenaza para la sociedad: “La gente se queda en las plataformas en las que ve reflejadas sus mismas ideas y puntos de vista. Eso te hace ser más intransigente, dogmático y testarudo”.
Es lo que produce el llamado efecto de la caja de resonancia: Facebook no organiza la información que muestra en nuestro muro de forma cronológica e imparcial. Desde 2010 lo hace a través de un algoritmo que decide lo que es “de interés o relevante” para nosotros.
Esto sucede por un motivo, tal y como explica el psicólogo: “Facebook sabe que a la gente le gusta ver que otros comparten sus mismas ideas. Las plataformas están diseñadas para tratar de mantenerte conectado al dispositivo, para reforzar esa resonancia; no quieren alterar el mensaje introduciendo opiniones diferentes”.
¿Cómo poner fin a la adicción a los dispositivos?
La adicción a los dispositivos no mata, como la adicción a las drogas o el alcohol. Pero al contrario que éstas, que afectan a una pequeña parte de la población, “la adicción a las pantallas está mucho más extendida y avanza de una manera silenciosa”.
Ese es el principal problema. “Estar enganchado a la heroína no está socialmente aceptado; estarlo a la tecnología, sí”. Es algo que se ha normalizado en exceso. Enviamos un Whatsapp y esperamos la respuesta de forma instantánea, ya sea desde el supermercado o mientras conducimos.
¿Se puede poner solución a este problema? Alter explica que en casos de alcohol y drogas cambiar de ambiente es una forma de erradicar la dependencia. Pero en el caso de la tecnología no es algo tan simple. “Si dependes de la tecnología en tu rutina diaria, no hay alternativa porque nuestras vidas están llenas de pantallas y es muy difícil comunicarse sin ellas”.
El psicólogo no aboga tampoco por el polo expuesto de la abstinencia, algo que no es realista. Aunque explica que en Silicon Valley hay colegios donde los hijos de los ejecutivos de las tecnológicas estudian libres de tecnología. Allen cree que la solución pasa por cursos sobre cómo interactuar con la tecnología. “No sólo para mostrar sus peligros, también sus beneficios”.
El papel de las compañías

Las empresas que viven de nuestra atención, aquellas financiadas por publicidad como Facebook, Instagram, Snapchat o Youtube, emplean una gran cantidad de recursos humanos y tecnológicos para dar con la forma de engancharte a aún más a ellos.
Habría que exigirles que actuaran de manera más ética, pero resulta utópico que estos gigantes supriman el interés económico y prefieran mejorar el bienestar de sus usuarios. Se habla también de regulaciones de gobierno, pero estas tampoco llegan.
Hay quien ha señalado directamente a empresas como Apple. El gigante “no es responsable de los excesos de los negocios de publicidad digital, pero sí tiene una responsabilidad moral —y un interés comercial— en lo que se refiere al bienestar de sus clientes”, escribe Farhad Manjoo en The New York Times.
La compañía de la manzana parece uno de los agentes más indicados para poner soluciones. Su modelo comercial no depende de la adicción a la tecnología. Su fuente de ingresos es la venta de dispositivos. Apple por tanto no es parte del negocio de la publicidad, pero sí que ejerce cierto control sobre éste.
¿Cómo? La teoría parece sencilla. Cualquier compañía necesita tener presencia en dispositivos Apple, por eso la compañía fundado por Steve Jobs puede decidir las reglas del juego. Bastaría con una actualización de su sistema operativo y su tienda de aplicaciones que pusiera freno a algunos de excesos de las aplicaciones a la hora de monitorizar y notificar para mantener al usuario enganchado.
Pero la cosa no queda ahí. La experiencia dice que otros fabricantes de teléfonos inteligentes tienden a copiar los mejores inventos de Apple. Por lo que cualquier cosa que hiciera para detener la dependencia que tenemos de nuestros dispositivos sería imitado por otras compañías. Ojalá llegue ese momento.
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