La adicción al amor: puerta hacia la autodestrucción

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Adicción al amor Siquia
La adicción al amor cada vez afecta a más personas

Somos esclavos del amor. Nos puede gustar o lo podemos odiar. Lo vivimos con entusiasmo o con gran sufrimiento. Pero, no obstante, ¿quién no se ha enamorado alguna vez? Es inevitable. “El amor romántico es un proceso psicológico entre dos personas que, paralelamente, se produce individualmente en el cerebro de cada individuo concreto”, apunta la psicóloga clínica Jill P. Weber, autora de distintos libros y experta en relaciones de pareja. Y es que, aunque intentemos negarlo, nuestro cerebro actúa según los estímulos que recibe sin tener en cuenta “nuestros pensamientos”.

¿Cómo se explica este proceso? Cuando experimentamos el contacto o la presencia de “el otro” – entendiendo por “el otro” aquella persona causante de alzar nuestras pasiones – en nuestro cuerpo se produce un incremento del nivel de oxitocinas en el cerebro y disminuye la presión sanguínea.

Los ideales del amor en nuestra infancia

Cuando nos enamoramos, somos pura química en ebullición, en su punto álgido. La psicólga Jill Weber compara el enamoramiento con una adicción que poco tiene de bello con el amor: la drogodependencia. Según la experta, el proceso químico del amor es similar al de la necesidad de consumir drogas. Cuando estamos separados de “el otro”, o bien nos sentimos emocionalmente abandonados, esto provoca en nuestro cerebro una serie de reacciones más que parecidas a las reacciones corporales frente a la necesidad o “mono” de consumir droga.

Aceptamos, entonces, que el amor es una realidad (más o menos adictiva) que no podemos controlar. No obstante, más allá de esta falta de control, el amor es diferente para todas las personas, cuya concepción deriva de nuestro aprendizaje infantil.

El ejemplo de “amor” que observamos en nuestros padres y madres cuando somos pequeños es determinante. Por ejemplo, apunta la psicóloga, “si los padres muestras indiferencia frente al amor, los hijos crecerán con la inconsciente expectación de vivir el amor como algo que no tiene peso, que se evade e ignora”.

El cerebro nos acompaña en nuestro crecimiento con aquello que ha aprendido sobre el amor durante la infancia y nos motivará a recrear en nuestras futuras relaciones adultas justamente aquello que hemos aprendido inconscientemente de pequeños. Y, de este modo, nuestra infancia consigue contaminar nuestra idea romántica del amor.

Mejor juntos que separados ¿es esa la pareja que deseas?

Es tan importante la descripción del amor que focalizamos frente a los hijos que ésta podrá determinar su comportamiento posterior durante la edad adulta. Si, por ejemplo, en una edad temprana el hijo siente el rechazo o el menosprecio de alguno de sus progenitores, estos sentimiento resurgirán cuando el pequeño experimente el amor en la edad adulta e, sin tener plena consciencia, la persona se sentirá directamente atraída por otros individuos que le hagan sentir de ese modo que, durante la infancia, asociamos como amor. Esta es la explicación de por qué muchas personas desarrollan un fuerte amor por individuos que a ojos de los demás “no les convienen” o “les hacen sufrir”. No elegimos de quién enamorarnos, no, pero en esa elección reside un claro residuo de aquello que hemos aprendido en nuestra niñez.

Este aprendizaje mal realizado es lo que lleva a muchas personas a, en plena edad adulta, desarrollar lo que los expertos denominan “adicción al amor”. El amor adictivo se asocia directamente tanto en la experiencia de sentimientos muy potentes – en situaciones donde ambos miembros de la relación se sienten plenos de pasión – como en la vivencia de los sentimientos más decadentes, como depresiones o largos períodos de estrés.

Como si se tratara de una droga, el amor adictivo nos hace subir y bajar constantemente de la felicidad a la tristeza, embarcándonos en un torbellino de emociones, en una montaña rusa de amor. El cerebro actúa como en el caso de una drogodependencia: las zonas de recompensa y satisfacción del cerebro se activan cuando los sentimientos de pasión están al máximo y, en cambio, se desestabiliza cuando la tristeza impera.

Además, en estos casos de adicción al amor, los estudios apuntas que los episodios de euforia suelen ser pocos y de rápida ejecución, mientras que el resto de tiempo la persona queda sumida en la auténtica depresión. Así, el individuo se vuelve “adicto” a esos episodios de intenso sentimiento pasional, deseándolos constantemente y no encontrando el límite.

¿Cuál es la reacción más frecuente? Del mismo modo que un niño pequeño llora y protesta dramáticamente cuando uno de sus progenitores abandona la habitación donde se encuentran ambos, los amantes adictos sienten un gran miedo y temor cuando prevén el final de la relación, aún cuando esta unión es destructiva.

En el caso de que la relación termine, el abandono del amor provoca un estado drástico de dolor que incluso llega a somatizarse en algunos casos. Gran parte de este dolor deriva de la pérdida del objeto de recompensa pasional que motivaba la activación de la parte adictiva y “de recompensa” de nuestro cerebro y, como resultado, la persona termina padeciendo lo que vulgarmente se conoce como “mal de amor” y, en muchos casos, dependencia emocional.

Ya no es momento de la terapia de pareja, es momento de cuidar de con la ayuda de un psicólogo

Esta adicción es lo que lleva a numerosas parejas a seguir unidas aún la autodestrucción que les conlleva en tanto que el miedo a ese “mal de amor” es superior a cualquier malestar presente.

¿Cómo salir de este bucle? Reconcíliate con tu interior. Recupera ese niño o niña que tiene interiorizados ciertos conceptos erróneos sobre el amor. Racionaliza y re-aprende. Deja atrás esos sentimientos desbocados y sin sentido y recupera la cordura sobre el amor. Si ves que es imposible, siempre puedes recurrir a un especialista. Sin miedos, sin prejuicios. En Siquia contamos con un gran equipo de psicólogos que podrán ayudarte, así que, si este es tu caso, no dudes en ponerte en contacto con Siquia.

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