Hay veces en las que el mundo se convierte en un lugar extraño y lejano, que parece tan ajeno como si fuera producto de un sueño. Algunas personas pasan pequeñas rachas desconectadas del mundo real, por un exceso de estrés, de preocupación, o por haber tenido que enfrentarse a una vivencia desagradable. Otras, para escapar del dolor, se quedan encerradas en su interior tanto tiempo que apenas son consciente de ello hasta que el problema se vuelve acuciante y ya no saben cómo volver atrás: es lo que en psicología se conoce como despersonalización.
La despersonalización, un escudo que te aleja de lo bueno y de lo malo

Se llama trastorno de despersonalización-desrealización a un desorden que se caracteriza por una sensación de irrealidad y desconexión con uno mismo, hasta el punto de que quienes lo padecen sienten que actúan por inercia y pueden llegar a sentir que no son ellos mismos, sino algo más parecido a un personaje de una película que se ve desde fuera.
Si alguna vez te has sentido así, nuestros psicólogos pueden ayudarte a entender lo que sientes.

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Pedir citaEl origen del trastorno de despersonalización
El trastorno de despersonalización se produce a partir de un hecho traumático. Nuestro cuerpo está preparado para escapar del peligro. Podemos hacer frente a las amenazas de tres formas diferentes: mediante la lucha, la huida y la inmovilización.
Esta última quizás sea la menos conocida, pero es muy fácil de entender si proyecta en el mundo animal: ¿Alguna vez has visto un documental sobre la fauna africana en el que una presa se quedaba inmóvil ante su depredador, quizás intentando pasar por muerta?
Pues bien, algo similar puede ocurrirle a tu organismo cuando te enfrentas a un suceso desagradable: para evitar sensaciones desagradables como el dolor o la ira, congelas de manera inconsciente tus sentimientos, de forma que no puedan hacerte daño.
Se trata de un fenómeno disociativo mediante el cual la mente elimina todo aquello que cree no poder procesar. Por sí sola la disociación no es un hecho preocupante: a veces ocurre mientras lees un libro, o cuando te sumerges tanto en tus pensamientos que dejas de prestar atención a lo que está sucediendo a tu alrededor.
Como es común en psicología, los problemas relacionados con la disociación aparecen cuando se transforma en un obstáculo para el desempeño normal de tu día a día. Al igual que la ansiedad, puede aparecer para protegerte de un peligro, en cuyo caso no supondría ningún problema. Sin embargo, en ocasiones el peligro desaparece, pero la disociación continúa. Es ahí cuando puede que te enfrentes al trastorno de despersonalización.

¿Cuáles son los síntomas de la despersonalización?
Aunque detectar la despersonalización puede resultar bastante complicado en un primer momento, conocer los síntomas más comunes puede alertarte en caso de que sufras este problema:
- La desconexión con uno mismo: como ya hemos explicado, la despersonalización logra que te sientas ajeno a todo lo que haces, de modo que más que tú mismo te sentirás como alguien que ve tu vida desde fuera, sin voz ni voto sobre lo que te pasa.
- El piloto automático: el dolor emocional puede ser un impedimento a la hora de actuar. Por eso, cuando aparece, la despersonalización coge las riendas de tu ser y sentirás que actúas por inercia, sin ningún control sobre ti mismo.
- El adormecimiento tanto emocional como físico, que hará que sientas que nada de lo que te rodea es real.
- Pérdidas de memoria o desconexión con tus propios recuerdos, debido a que este trastorno trata de sofocar todas las vivencias dolorosas.
Los peligros de la despersonalización
El principal peligro de la despersonalización es que tarda en hacerse notar como un problema. Si acabas de sufrir una pérdida, estás pasando por un duelo o simplemente has vivido algo que te duele asumir, alejarse de ello y del daño que provoca puede no parecerte en absoluto problemático.
Trastornos como la depresión impiden a quienes lo sufren hacer vida normal, hasta el punto de que salir de la cama se les hace cuesta arriba. Sin embargo, la despersonalización permite seguir con el día a día de una forma en apariencia normal.
Imagínate esto: acabas de dejarlo con tu pareja y, en un principio, el mundo parece un lugar tan hostil que ni siquiera encuentras fuerzas para salir de casa. Cuando vas al trabajo, no puedes evitar mostrarte vulnerable ante tus compañeros y a veces incluso te dan accesos de llanto que no puedes controlar. Y, de pronto, tu mente te aleja del dolor, haciendo una burbuja a su alrededor. Es lógico que en ese momento despersonalizar te parezca una salvación y puede que incluso haga que actúes de una forma más «normal» que cuando el dolor te invadía.
El problema es que a veces ese escudo se mantiene levantado demasiado tiempo y ya no solo te sientes incapaz de sentir dolor, sino que también te son ajenas emociones como la alegría, el amor o la diversión. Incluso pueden llegar a serte ajenas las personas que te rodean, puesto que son nuestras emociones quienes nos conectan con los otros.
Y, aunque quizás pienses que alejarte de todo y de todos evitará el daño, llegará el momento en el que te invada un vacío insondable y ya no sientas interés por nada.
Además, la despersonalización no es más que una pared de contención. El dolor, el enfado y la tristeza no desaparecen por mucho que los ignores, simplemente se quedan donde no puedes llegar a verlas, de modo que comenzarás a acumular emociones negativas hasta que bien explotes o te consuman.
Sin duda, echarás de menos las emociones positivas. Al disociar, muchas personas buscan la felicidad en lugares donde solo encontrarán espejismos. Algunos se entregan al consumismo, otros, a la comida, otros, a las drogas. De modo que la despersonalización puede llevar asociados trastornos alimenticios e incluso adicciones.

¿Cómo escapar de la despersonalización?
No es fácil deshacerte del trastorno de despersonalización sin la ayuda de un especialista. Sin embargo, una vez te has dado cuenta de que estás reprimiendo todo lo que da sentido a la vida, puedes llevar a cabo algunas prácticas que quizás te ayuden a romper el cerco.
- Sé plenamente consciente de lo que está ocurriendo
Si la vergüenza o la culpa hacen que evites pensar sobre ese escudo que te mantiene aprisionado será mucho más difícil echarlo abajo. Practica la compasión contigo mismo y esfuérzate por entender por qué razón levantaste tu fortaleza.
Una vez hayas entendido su razón de ser, reconoce que está ahí e intenta ponerle fecha. Rememora todo el tiempo que has pasado con él y recuerda todo lo que has sentido.
Te sentirás apenado por las vivencias, las emociones y las personas a las que has dejado pasar, pero la tristeza es necesaria. Puede que al hacerlo experimentes algo muy similar a un duelo. Permítete sentirlo y acepta tus emociones, porque son las que te hacen humano.
- No seas crítico contigo mismo
Te aseguramos que, cuando seas plenamente consciente de lo que te ha ocurrido, la culpa vendrá a visitarte. Aunque sentirla es normal, no debes regodearte en ella.
En lugar de culparte, trata de perdonarte. Hazte saber que entiendes el motivo por el que construiste esa protección y que agradeces su buena intención. Pero sé consciente en todo momento de las desventajas que tiene y de que ya no lo necesitas.
- Busca ayuda
Puede que en un principio no te sientas capacitado para acudir a terapia, pero contarle alguien lo que te ocurre puede suponer un gran alivio.
Piensa en la persona en la que más confías y explícale cómo te has sentido. Quizás te de vergüenza o sientas que no sirve para nada, pero después de tanto tiempo reprimiendo tus emociones, sacarlas a la luz será una experiencia reparadora.
Por supuesto, nadie podrá ayudarte mejor que un psicólogo. Recuerda que se trata de personas que conocen los entresijos de la mente y de su funcionamiento y que pueden darte las herramientas necesarias para expresar y procesar tus emociones.
En Siquia contamos con un equipo de profesionales dispuestos a ayudarte. Si quieres probar nuestros servicios, puedes solicitar una sesión gratis haciendo click en el botón de «Pedir cita» y rellenando el formulario con tus datos.
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