Por esta razón, es tan importante a día de hoy la formación en las escuelas de negocios puede ser de mayor utilidad que la formación puramente educacional que ofrecen las universidades tradicionales, ya que conceptos solo adquiribles con una formación basada en la práctica como el liderazgo, la resiliencia, el coaching etc. no aparecen en los manuales, más acostumbrados a definiciones de planes DAFO que, aunque necesarios, resultan insuficientes en el actual mundo empresarial.

Dar a la par que se recoge: base de un buen liderazgo
Ponerse al frente de una empresa no es fácil. Sacar adelante un proyecto necesita de mucho tiempo, dedicación, esfuerzo y riesgo. Es por ello por lo que es común que, una vez obtenemos frutos, los exprimamos al máximo con el fin de obtener el mayor rendimiento. Es el caso de los empleados.
Al igual que con los frutos, se obtiene mayor rendimiento de una plantilla mediante el cultivo del día a día que mediante el expolio y la simple recolección. Esto es lo que todo empresario debe aprender antes que nada: a ser un buen líder antes que ser un simple jefe.
Ser líder no se limita a no ser un mal jefe. Consiste en saber llevar al equipo a buen puerto manteniéndolo motivado
¿Quiere decir que un líder es aquel que es permisivo y razonable con su equipo? Sí y no. Un buen líder sabe cuándo apretar y cuándo recompensar ese esfuerzo. La base de un liderazgo está en el conocimiento del desempeño de cada uno de los empleados, sabiendo donde están los puntos fuertes de cada uno para potenciarlos y los débiles para mejorarlos sin que el trabajador tenga la sensación de ser simple mano de obra. El trabajador debe sentirse como una pieza clave de un engranaje que hace funcionar correctamente toda la maquinaria.
El conocimiento de una empresa pasa por trabajar con la plantilla
Este punto es clave: tal como apuntábamos al principio, las Universidades tradicionales de Empresariales se han preocupado más por formar mediante terminologías y lecciones de marketing que por enseñar cualidades de un buen empresario como la empatía: se enseña cómo llegar a la cima, pero no a mantenerse en ella.
“Liderar no es mandar: no se puede esperar un rendimiento adecuado si no se conoce cómo ni cuánto cuesta conseguirlo”
Es por ello por lo que los ejemplos de empresarios a los que se les recuerda como grandes líderes, casos como Steve Jobs o Bill Gates, siempre se remontan a inicios humildes, filosofía del esfuerzo y basan sus discursos en la importancia de crecer sin olvidar de dónde se viene. Estos grandes líderes igual no montan ordenadores desde sus despachos ni desarrollan ellos mismos sus sistemas operativos, seguramente se cuentan por décadas desde que dejaron de hacerlo, pero sí que conocen a la perfección cuánto cuesta y cuántos esfuerzos se emplean en estas tareas.
No obstante hemos puesto de ejemplo a multimillonarios referentes de gran renombre, pero en el día a día los despachos deben carecer de paredes, y el trabajar codo con codo, “tirar del carro” de la empresa dando ejemplo, es la mejor definición de un líder frente a un simple jefe.