Psicólogos online

Cuántas veces habré oído esa frase: «es que la gente no cambia». La he oído casi tantas veces en mi vida personal como en consulta. Y siempre va acompañada de quejas, lamentos y «mal rollo» en general.

Para muchas personas esa frase es la base del «no creo en los psicólogos«, vienen a consulta y te dicen que no es que desconfíen de ti, que no dudan de que eres un buen terapeuta, pero que, en realidad, «la gente no cambia» y por mucho que tu le des instrucciones para hacerlo, «ellos son así».

La comodidad

Como decía la canción «yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así». Parece que eso es lo que todos, de una manera u otra, pensamos: «somos como somos y no hay forma de cambiar», «lo llevo en mi ADN».

Y está claro que, en esencia, somos quienes somos por todo lo que hemos vivido y experimentado, también por todo lo que nuestros padres biológicos nos han dejado en nuestros cromosomas. Y hay una base que nos hace especiales y diferentes a todos los demás, que es, en esencia, inamovible.

Pero muy a menudo me encuentro con esta situación, u otras muy similares, en consulta:

A – Es que no para de gritar. Todo le parece mal, todo lo critica, no hay manera de que yo haga nada bien.

B – Bueno, es que no lo haces bien. En mi casa siempre se han hecho las cosas así, y así soy yo. Soy de gritar y de criticar. No puedo hacer nada en contra de eso.

O bien la siguiente:

Yo no sé estudiar. No se me da bien. No he nacido para eso, y no hay nada que hacer.

Y como estos ejemplos podría escribir unos cuantos más. Y lo que hay detrás de estos ejemplos de «yo soy así» es la comodidad.

Sí, lo cierto es que es una excusa fácil, cómoda y que todo el mundo parece entender: «es que el pobre no es de estudiar». Y con eso se disculpan los suspensos. O «es que ella es así, de gritar por cualquier cosa», y con eso se le disculpa que hiera los sentimientos de los demás y que se conviva en un entorno de guerra continua.

Así tanto a la propia persona, como a su entorno, ya les está bien esa excusa. La utilizan, lo justifican y van tolerando algunas cosas que de otra manera no tolerarían. Hasta que la situación es insostenible. Hasta que alguien se da cuenta de que acomodarse en el «yo soy así» no es sano y que se podría cambiar alguna cosa. Es entonces cuando aparecen en consulta.

El recelo

La persona llega a consulta a menudo empujada por su entorno. Y dice alguna cosa así como «siento que la gente no me acepta como soy».

En efecto, ese es el sentimiento que genera el hecho de instalarnos en el «yo soy así y no hay nada más que hacer». Si somos así y eso nos genera problemas con los demás, es que los demás no nos aceptan como somos y, por lo tanto, no nos sentimos queridos.

Cuando alguien no se siente querido por su entorno suele venir a consulta con un estado de ánimo más bien bajo, con muchas inseguridades, quizá con algún trastorno de alimentación (solemos entender que si mejoramos nuestro aspecto físico las personas de nuestro alrededor nos querrán más) o con algún otro tipo de trastorno asociado.

Para que una terapia psicológica funcione es imprescindible que haya un cambio en la persona que acude a terapia. Eso el psicólogo lo tiene claro desde el principio, pero debe trabajar, poco a poco, para que el paciente también lo entienda. Y es aquí cuando aparece el recelo.

El paciente no cree que realmente pueda haber un cambio «toda mi vida he gritado cuando me enfado, no voy a cambiar ahora que tengo 50 años». Y es verdad. No va a cambiar.

La llave del cambio

No va a cambiar a menos que encuentre la llave del cambio. Esta llave la tenemos todos y cada uno de nosotros. La llevamos encima, pero normalmente no la tenemos localizada, suele estar muy escondida.

Esta llave del cambio es la aceptación y la motivación. Y en eso se debe basar el proceso terapéutico, en conseguir que el paciente encuentre su propia llave de cambio a través de la aceptación de si mismo y de la comprensión de su estado de comodidad en lo que siempre ha sido y siempre ha hechos. Pero también en que se sienta motivado realmente para cambiar, de una forma interna. Que sienta que esforzándose para realizar el cambio va  a estar mejor, va a tener mejor relación consigo mismo.

Y es que, a menos que nosotros mismos seamos capaces de aceptar que podemos y queremos cambiar, por mucho que los demás nos lo pidan, ese cambio no se va a producir.