Las personas que se ven sometidas a la experiencia de un desahucio presentan en un alto porcentaje de desestabilidad emocional que desemboca en cuadros de estrés post-traumático, según ha concluido un reciente estudio elaborado por la Universitat Ramón Llull y la Fundación Innovación, Acción y Conocimiento, en colaboración de Cáritas. Investigación sobre el desahucio demuestra que los afectados por desahucio ven su vida emocional completamente alterada que repercutirá en su vivencia posterior a la experiencia. En este sentido, el estudio apunta que se desarrollan emociones de miedo e impotencia durante un largo período de tiempo que termina repercutiendo de forma negativa en la vida personal, social o profesional.

Cambio de emociones y sentimientos

El estudio ha sido dirigido por el doctor Juan Ramis-Pujol, profesor del departamento de Dirección de Operaciones e Innovación – ESADE junto a Miguel Ángel Cortés y su objetivo ha sido conocer en profundidad la vivencia de los afectados durante todo el proceso del desahucio a fin de determinar algunas herramientas que pudiesen ayudar a prevenir y gestionar el proceso del desahucio.

Con la intención de efectuar una iniciática investigación de la relación entre el desahucio y la psicología del afectado, Investigación sobre el desahucio, se ha centrado en el análisis de ocho casos retrospectivos estudiados en profundidad y seleccionados según el criterio de Cáritas. Mediante la observación y la realización de entrevistas, el estudio ha evaluado las emociones y sentimientos típicos que el individuo afectado por el desahucio experimenta.

En el ámbito de las emociones, un 40% de las 17 emociones analizadas son las más destacadas, a saber, de mayor a menor grado: miedo, asco, rabia, lloro, sorpresa, asombro y temor. Estas emociones derivan principalmente de las conductas que emplea la entidad financiera frente a los clientes y se presentan especialmente ante las amenazas a corto plazo, las cláusulas abusivas o la entrevista personal con el director de la sucursal.

Por otro lado, el ámbito de los sentimientos destaca en tanto que un 54% de los 23 sentimientos estudiados han destacado en la experiencia del desahucio. En este caso, los más resaltantes del estudio han sido la tristeza, la ansiedad, el mal humor, el desánimo y el abatimiento.

El proceso emocional del desahucio

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Las suma de todas las emociones y sentimientos que el individuo experimenta durante el proceso del desahucio terminan provocando el cuadro del estrés post-traumático que, como se ha comentado anteriormente, ejerce una clara repercusión en el desarrollo emocional de la persona. Además, esta alteración emocional también motiva la aparición de problemas de salud, el cambio de prioridades de la vida, una distinta percepción de uno mismo y el cambio de hábitos y rutinas.

Cómo afrontar el desahucio y no morir en el intento

¿Qué se puede hacer? El desahucio, una vez declarado, resulta inevitable. No obstante, aunque no pueda cambiarse la raíz del problema sí pueden aplicarse cambios en la experiencia del mismo para resolver las emociones y sentimientos de un modo menos traumático.

Los expertos del estudio determinan que el gran drama del desahucio es consecuencia directa de la situación de indefensión y el entorno hostil en que se encuentra el individuo, de modo que proponen algunas recomendaciones dirigidas tanto a los afectados como a las personas responsables, incluyendo el legisladores.

En primer lugar, apuntan que es necesario mejorar las condiciones del entorno con el fin de hacer más humano y llevadero el proceso del desahucio, planteando caminos paralelos para los afectados. Así mismo, también conviene intervenir desde el inicio del proceso informando y ayudando adecuadamente a los afectados.

Según el estudio, una nueva ley podría ayudar “pero no sería la panacea del entorno actual”. Matizan que lo mejor para el afectado es mantener el propio hogar y, por tanto, la dación en pago con alquiler social asequible es la mejor opción para “salir dignamente de situaciones extremas”.

Finalmente, se recomienda tener, en la mayor medida de lo posible, un trabajo estable en tanto que es un elemento esencial que debería paliar el fenómeno desde su raíz.