redes sociales y pensamiento grupalVivimos en la época de las redes sociales virtuales. Hace solo 10 años prácticamente nadie en nuestro país había oído hablar de ellas, y los que habían oído hablar las veían como una posibilidad que no se sabía si llegaría a algún sitio.

Poco a poco estas sociedades virtuales han ido irrumpiendo en nuestras vidas. Primero los foros y chats públicos, en los que podías entablar conversación con personas de todo el mundo, después los programas de mensajería como Messenger, en los que podías crear tu propia red social, excluyendo a los que no te interesaban y añadiendo aquellos que te parecían importantes. Poco a poco fueron haciéndose un hueco importante en nuestra vida virtual los blogs y las páginas personales, cada vez era más fácil tener un espacio para compartir lo que pensabas.

Y después llegaron los gigantes que han cambiado todo lo que entendíamos por relaciones virtuales: Facebook, Twitter, Google+, LinkedIn, y otras tantas redes sociales diseñadas para satisfacer las necesidades sociales de los usuarios, pero que han acabado siendo una plataforma de conocimiento enorme.

La preocupación por las implicaciones de las redes sociales

A partir del gran crecimiento de las redes sociales y de la necesidad cada vez más imperante que hemos desarrollado de pertenecer a ellas, se han hecho estudios, conferencias y debates diversos hablando de las ventajas e inconvenientes de este tipo de comunicación social tanto para las personas como para la sociedad.

No es de extrañar, pues, que lleguemos al punto de preguntarnos si esta nueva forma de relación tiene alguna implicación sobre nuestra salud y la salud de la sociedad en general. No son pocas las personas que afirman que las redes sociales virtuales aíslan al individuo de la sociedad, aunque pueda parecer una contradicción. Por otro lado están los firmes defensores que afirman que, al contrario, este tipo de comunicación hace que la gente crezca más en sociedad y aprenda cosas que no podría haber sabido antes.

Agruparse es importante

Las redes sociales han existido desde que el hombre es hombre. De hecho, las redes sociales no son más que agrupaciones de personas con un mismo interés en común. Este interés, en la prehistoria, era la supervivencia. Poco a poco, a medida que hemos ido teniendo las necesidades básicas cubiertas como especie humana, las agrupaciones se han ido creando en función de otros intereses más elaborados: en la grecia clásica por intereses de tipo filosófico, en la edad media por intereses de tipo económico (la aparición de los gremios), en la edad moderna por intereses de tipo político, y así un largo etcétera de ejemplos que podríamos dar.

Viviendo en la (mal llamada) «sociedad del bienestar», cuando prácticamente todas nuestras necesidades más básicas están cubiertas, agruparse se vuelve una necesidad para dar sentido a nuestros intereses. Encontrar a personas que se interesen por lo mismo que me interesa es sentirse dentro de un grupo, sentirse más en sociedad.

Si encuentro un grupo en el que me siento identificado puedo compartir, puedo informarme, puedo crecer y avanzar. En los grupos sociales se comparte información, experiencias o consejos importantes para las personas que los conforman. Esta forma de relacionarse hace que las personas que pertenecen a tales grupos sientan que están en un lugar al que pertenecen: el sentimiento de pertenencia.

La parte negativa de las agrupaciones

Como todo, no podría haber tantas ventajas sin que hubiera, también, algunos inconvenientes. Y es que agruparse con otras personas con tus mismos gustos o inquietudes te ofrece una oportunidad de crecimiento, pero también se pueden dar fenómenos concretos, como por ejemplo lo que en psicología social se conoce como «groupthink» (el pensamiento grupal).

Este concepto fue descrito por primera vez en 1972 por el psicólogo Irving Janis y explica la capacidad que tiene un grupo social de tomar decisiones en base a su propia visión, sin tener en cuenta las visiones externas y/o racionales. Por lo general, en un grupo que se crea de forma natural, como hemos dicho antes, se asocian personas con uno o varios intereses en común. Así pues, es de esperar que tengan una opinión bastante similar al respecto.

Las opiniones similares van reafirmando el pensamiento de cada uno de los componentes del grupo, acabando por parecer verdades absolutas e infalibles. El hecho de pensar que el resto del grupo está de acuerdo en ello evita en cierta manera que una persona pueda dar su punto de vista diferente, por miedo a ser rechazada del grupo.

De esta manera se va conformando un pensamiento único en el que no se tienen en cuenta opiniones externas, puesto que «lo que yo pienso es lo que piensa la mayoría». Y así es, pero es una mayoría falsa, es la mayoría de gente que te rodea, pero no «la mayoría absoluta».

Uno de los inconvenientes de las redes sociales virtuales

En este sentido, las redes sociales virtuales nos ofrecen una oportunidad de oro para, sin darnos cuenta, encerrarnos un poco en nuestras propias visiones de las cosas.

¿Cuántos amigos en FaceBook nos critican? Pocos, y los que lo hacen se arriesgan a ser eliminados de nuestros amigos. ¿Cuántas personas seguimos en Twitter que tengan opiniones opuestas a las nuestras? Pocas, y cuando se ponen muy pesados, los bloqueamos o decidimos no leerlos.

Por supuesto, es nuestro espacio de ocio, y nos interesa mantener un ambiente agradable, sin discusiones, en el que pasar un buen rato sin preocuparnos por nada. Pero debemos ser conscientes que las 100, 200 o 1000 personas que seguimos en Twitter o que tenemos como amigos en FaceBook las hemos escogido nosotros, en base a nuestros intereses y pensamientos. Y que aunque todas ellas tengan un mismo pensamiento, éste no tiene por qué se el mayoritario de la sociedad, solo es nuestra pequeña parcela de realidad, que nos hemos construido a nuestro gusto.