Desde la semana pasada la consulta está llena de padres y madres. Algunos hacen recapitulación del punto en donde estamos de la intervención psicológica. Los otros a la sesión correspondiente que tenemos con ellos y, los más, a desde quejarse – con cierto regustillo a frustración – hasta pedir consejo por los posibles suspensos que traerá su hijo.
Suspensos ¿son solo consecuencia de que no han estudiado?
Existen los alumnos a quienes no les gusta estudiar, es más, les “fastidia estudiar”. No hacen nada durante todo el curso esperando que en las dos últimas semanas ocurra un poco de magia que les haga aprobar absolutamente todo y “si es con nota ¡mejor!, que luego llegas a la selectividad y todo cuenta” me explicaba esta semana una paciente que se halla en el mencionado grupo. Sin embargo, ni son los más ni tienen como meta llegar a la Universidad.
Podemos plantear muchas otras causas:
- Tu hijo no se encuentra bien en el centro escolar. Ya sea porque no siente que los profesores se comporten de una forma adecuada ante la petición de ayuda o de resolución de una duda o por la existencia de conflictos con sus compañeros, siendo más probable esta segunda opción.
- Tu hijo se distrae con cualquier cosa al ponerse a estudiar. Se levanta docenas de veces, saca inmunerables cosas que no necesita, las agrupa,…podría plantearse un trastorno de la atención.
- Tu hijo se bloquea al estudiar o en el momento del examen. No le riñas, no lo hace a propósito, seguramente presenta ansiedad ante los exámenes.
- Problemas de aprendizaje diversos. Especialmente problemas en la lectoescriptura y en la comprensión, que inciden en todas las áreas. A ciertos padres les resulta difícil entender que si su hijo presenta un problema de este tipo no sólo afecta a las asignaturas de letras.
- Si tu hijo se aburre en clase ¡cuidado! No pienses automáticamente que no sirve para estudiar. El padre de Einstein pensó de él que era tonto y vago y acabó con un Premio Nobel en casa. No sabemos si será su caso, también es cierto que es necesario pasar determinadas pruebas para saberlo, pero su hijo podría tener altas capacidades o, como mínimo, una inteligencia superior.
Los padres se quedan muy sorprendidos cuando el “ejemplar hijo mayor” llega con suspensos a casa. ¡Como si sólo pudieran suspender los otros hermanos! La presión de los padres sobre el hermano mayor para que resulte un ejemplo a veces produce el efecto contrario y, en otras, es que al hijo mayor también le pasan cosas; se enamora, le deja la chica, tiene un conflicto con un amigo, no le gusta el colegio y no sabe cómo decirlo… Hay que escucharle.
Por cierto, un examen son sólo unos minutos de un día de la vida de su hijo, no es tu hijo. De hecho, lo más coherente sería cambiar el sistema educativo para que la evaluación continua fuera la que tuviera un peso real y no esos minutos de ese día en que, quizás, tu hijo no ha dormido, se encuentra mal o está triste. Seamos justos.
¿Cuáles son las respuestas de los padres ante los suspensos?
Las respuestas más frecuentes son los castigos. Muchas veces dan lugar a un conflicto que, dependiendo del carácter del hijo y del tipo de castigo así como de la duración del mismo, se puede llegar a enrarecer, produciendo una disminución en la autoestima del hijo.
Es importante no dramatizar, no usar un discurso plagado de exageracionescomo “con los sacrificios que hacemos para que estudies”.
Asimismo, no hay que descalificar a vuestro hijo, él sigue siendo más que una nota y, por lo mismo, no culpabilizarlo. Existen muchos factores que concurren en el hecho de suspender y no tan sólo la nota del examen.
Sin embargo, muchos padres lo hacen. No se puede tomar el rendimiento académico como si fuera la persona de vuestro hijo. En este sentido, volvemos a lo mismo, disminuye la autoestima, se empobrecen sus aspiraciones y se promueve la aparición de un concepto negativo de sí mismo.
Se reduce la cuestión a un “eres bueno si lo son las notas” y al revés.
Pautas para hacer frente a los suspensos
- Tened una conversación. No podemos dar por supuesto que tu hijo debe librarse “de rositas”. Obviamente, es necesario que tengáis una conversación tranquila y relajada pero, si hay suspensos, tu primera reacción va a ser el enfado y, por ello, debes controlarte.
- Hablad de que estudiar es su responsabilidad y si no se realiza, hay consecuencias – mejor que castigos – que son negativas. De la misma manera que, cuando se estudia, hay consecuencias positivas. Pero esto se debe hacer cuando estéis muy tranquilos y no hablar desde la rabia.
- ¡No quiero seguir estudiando! Recordad que vuestros hijos también se frustran por los suspensos y producto de su propio enfado pueden decir que no quieren estudiar más. Algunos padres contestan “pues nada, a trabajar” pero deberíais recordar que la educación no es negociable hasta que se haya acabado, como mínimo, ESO. En ese momento, si siguen pensando lo mismo, os podéis sentar a ver las distintas vías que os ofrece el sistema educativo.
- Repetir no es fracasar. Muchos padres ven la mera insinuación de una posible repetición de curso como un fracaso académico absoluto, del cual su hijo no se recuperaría. Repetir no es un sinónimo de fracaso. De hecho, para los que lo ven así, recordarles que para tener éxito en la vida, primero hay que haber fracasado muchas veces
- Sin vacaciones. Castigar sin vacaciones a tu hijo no es la misma opción. Primero, porque son temas distintos y, segundo, porque afecta seguramente al descanso de toda la familia. Sería importante que los padres ayudaran a realizar a sus hijos un planning, realista y que le permita obtener alguna consecuencia positiva.
- Si encontráis clases de refuerzo, que tengan un doble objetivo: ayudarles en la organización de las tareas y a reforzar aquellas materias que tiene más flojas.
De cualquier forma, aprovechad el verano para despertar el interés de vuestros hijos por absolutamente todo. Solo así podréis conseguir que sean personas interesadas, curiosas y motivadas. La motivación es, en parte intrínseca – proviene del propio interior de vuestro hijo, de sus ganas – y, otra parte es extrínseca y proviene del contexto tanto familiar como escolar y social.
Aprovechad los suspensos como lo que son: una oportunidad para crecer tanto hijos como padres sin dramatizar pero sin dejarlo tampoco como una anécdota. Prestad atención a todas las posibles causas y hablad con todos aquellos que os pueden dar pautas.
En realidad, el suspenso en sí son unos minutos de la vida de tu hijo que, al final, significarán poco pero el crecimiento junto con vosotros, los padres, y el grado de madurez al que puedan llegar se queda con ellos para siempre.