como desarrollar la empatiaSiro es un paciente de 20 años que acude a consulta para tratar un problema que ya le ha acarreado más de un disgusto. Sin embargo, rara es la sesión de psicoterapia que no dice su frase habitual “ ya está,ya lo estas haciendo otra vez, ya me estas leyendo la mente”

Y aunque le diga que ¡ya me gustaría! Pero que, afortunadamente, todos somos seres únicos e irrepetibles que poseemos una mente con un pensamiento propio y libre, más de una vez Siro se ha marchado poco convencido de que no hubiera puesto en marcha algunas dotes “mágicas” para saber qué pensaba.

Y, es en este punto, dónde las cosas cambian: sí que es cierto que ser capaz de saber lo que piensan y sienten los demás puede ser muy útil, no ya tan sólo desde el punto de vista de psicóloga sino también para tener unas buenas relaciones interpersonales. Pero tampoco significa, necesariamente, “leer la mente” sino ser capaz de interpretar la comunicación no verbal de forma adecuada y, sobre todo, entender cómo puede estar afectándole a nivel emocional, a nuestro interlocutor, la comunicación verbal que mantengamos.

Es aquí cuando nos encontramos con personas que parecen tener una capacidad especial para “leer” a los otros. Son aquellas personas que perciben si el tema de conversación iniciado nos incomoda, nos pone nerviosos, nos preocupa, nos hace sentir bien o mal o, incluso, produce que tengamos ganas de levantarnos e irnos. De la misma manera, hay otras personas que, en la misma situación, no percibirían las emociones de los otros.

Pero, ello no depende de poder o no “leer la mente”, sino de poseer o no empatía.

Pero, ¿a qué llamamos empatía? ¿cualquiera es empático? Y, si no lo soy, ¿puedo llegar a serlo? Todas estas preguntas tienen respuesta y las veremos a continuación.

La empatía, cómo influye en nuestras relaciones personales y profesionales

Podemos considerar que la empatía es un aspecto muy importante de la inteligencia emocional (IE) que tiene múltiples aplicaciones en ámbitos como el clínico, social y organizacional.

Asimismo, la empatía es una habilidad que nos permite saber cómo se sienten las otras personas y, por tanto, sincronizar tanto con sus emociones positivas como negativas, comprender sus intenciones y predecir sus comportamientos y, entonces, de alguna manera, quien tiene una alta empatía podría tener una percepción muy cercana a aquello que la otra persona está pensando.

La empatía es un aspecto muy complejo y multidimensional, lo que llamamos un constructo. Sin embargo, en la actualidad, se está potenciando una visión integradora que la define como “un conjunto de constructos que incluyen los procesos de ponerse en el lugar del otro así como respuestas afectivas y no afectivas”.

Y esta es, precisamente, una característica importante. El componente cognitivo es una condición necesaria, pero no suficiente, para la existencia de empatía ya que es necesario ponerse en los zapatos del otro. Por tanto, si sólo existe el componente afectivo, no hablaríamos de empatía sino de hipersensibilidad emocional.

Llegados a este punto, no es lo mismo una persona simpática que otra empática, aunque una misma persona puede tener ambas cualidades. Obviamente, algunas veces se nace con una o ambas características pero, en cualquier caso, ambas se pueden aprender.

El «arte» de adivinar lo que pasa por la mente de los demás nos ayuda a tener relaciones más satisfactorias, a negociar con más éxito, a cooperar, a entender mejor a la otra persona  y a sentirnos más cerca de ella; de alguna manera, implica que seamos más amables. Por otra parte, nos permite apreciar con mayor rapidez engaños y manipulaciones así como posibles seducciones o, lo que es peor, si alguien quiere jugar con nosotros.

Todo ello lo conseguimos mediante  una habilidad que forma parte de la inteligencia social. Así, si la persona muestra poca capacidad para leer a los demás, es posible que pueda tener  más problemas debido a malentendidos y confusiones en sus relaciones  lo cual le hará sentirse más alejado de los demás. De la misma manera, dicha persona puede hacer atribuciones negativas e irreales del comportamiento de la otra persona debido a un error en la “lectura” lo cual es una fuente potencial de conflictos.

¿Somos buenos leyendo a los demás? Cuál es nuestro nivel de empatía

En realidad, no. Si se trata de dos desconocidos, pueden conseguir una coincidencia de un 20%, se entiende entre lo que uno piensa y el otro “lee”. Si hablamos de amigos íntimos, dicha exactitud sube al 35% pero, en ningún caso, ni en casos de empatía extrema, se supera el 65%.

Y estos resultados no son raros si tenemos en cuenta la enorme complejidad del ser humano. A veces puede ser más fácil saber lo que quiere tu perro, que no habla, que lo que quiere tu pareja, que habla.  ¿Por qué? Tan sencillo como que  las personas podemos querer más cosas y de mayor complejidad de lo que puede desear un perro sino que, además, hemos aprendido a ocultar nuestras emociones; y si para ello se debe utilizar la mentira, el engaño, la manipulación y el lenguaje no verbal a conveniencia, pues se usa. A veces no queremos que los demás sepan lo que sentimos o pensamos porque pueden usarlo para perjudicarnos. Por dicho motivo, vivimos en un tira y afloja entre nuestra necesidad de ser sinceros y mostrar quienes somos para tener relaciones más satisfactorias, y la necesidad de escondernos para protegernos.

El lenguaje corporal. Cómo «leemos» a los demás

Si esto fuera un manual del “buen lector de mentes”, en él se diría que , además de todo lo dicho acerca acerca de la empatía, también debemos estar atentos no sólo a las palabras, sino al lenguaje corporal, la expresión facial, la mirada, el tono de su voz, la postura del otro ya que si observamos la comunicación no verbal, obtenemos información necesaria pero no suficiente, ya que si no la interpretamos correctamente gracias a nuestra experiencia, de nada nos servirá tampoco.

Las personas con mayor capacidad para leer a los demás son buenas con las microexpresiones, es decir, aquellas expresiones faciales que duran un instante pero que encierran la verdad de aquello que estamos diciendo puesto que no se pueden esconder aunque suelen pasar inadvertidas por la mayoría de la gente.

Aún así, nuestra capacidad de “leer a los demás” puede verse reducida por acontecimientos de nuestro pasado como determinadas experiencias en la infancia temprana, prejuicios, recuerdos, inseguridades; por ejemplo, si has aprendido a ser desconfiado, puede que desconfíes de una persona sin motivo, los niños criados en familias violentas pueden ser especialmente sensibles a la agresividad…

El primer punto de este “manual del buen lector de mentes” sería; leáse bien primero a usted mismo, o lo que es lo mismo, darnos cuenta de cuando, por ejemplo, si esa tensión que sientes se debe a que tu interlocutor está tenso y lo estas percibiendo, o quién esta tenso eres tú mismo y la razón por la cual estás así.

Todo esto que parece propio sólo de algún manual de dudosa credibilidad, de hecho, no esta tan apartado de la realidad; un grupo de investigadores ha demostrado un método para reconstruir las palabras sobre la base de las ondas cerebrales en pacientes que están «pensando» esas mismas palabras.

Dicha técnica está basada en la recopilación de las señales eléctricas que llegan directamente del cerebro de los pacientes. En base a estas, se utilizó un sistema de computación que podía reconstruir el sonido de las palabras que estaban pensando.

Un método que significa otro paso más hacia un futuro donde las máquinas puedan leer la mente humana y que podría ayudar, entre otras cosas, a comunicarnos con pacientes en estado de coma.

Pero no es el primer estudio. Ya en el 2011, se realizaron pruebas a varios participantes en un experimento, a los que se les colocaban electrodos en contacto directo con el cerebro. Las pruebas fueron capaces de mover un cursor en una pantalla con sólo pensar en los sonidos vocálicos.

La resonancia magnética funcional rastrea el flujo sanguíneo en el cerebro y se ha mostrado muy prometedora para la identificación de palabras o ideas que alguien esté pensando. Un grupo de investigadores de la Universidad de Berkeley llevaron a cabo otro paso en el avance por «descifrar la mente».

Dichos científicos han explicado a través de la revista PLoS Biology que esta identificación llegó a través de la actividad eléctrica de una región del sistema auditivo denominada circunvolución temporal superior (STG). El patrón de actividad en las ondas pudo reconstruir las palabras que estos pacientes escuchaban en una conversación. Los resultados hallados son muy importantes para pacientes con daños en el mecanismo del habla a consecuencia de un ACV

Cómo aprender a empatizar con las personas que nos rodean

  • Intenta descifrar el lenguaje corporal; los movimientos, la postura, la posición de las manos y de las piernas y, especialmente, la mirada, te están diciendo mucho acerca de esa persona.

Así, por ejemplo, si está interesada o emocionada, sufrirá midriasis, es decir, sus pupilas se agrandarán. Si  se muerde las uñas o está inquieta probablemente está nerviosa o insegura; si cruza los brazos sobre el pecho, está intentando poner una barrera, es decir, está a la defensiva. Sólo por poner algún ejemplo.

Cierto es que tampoco se trata de una ciencia exacta; por ejemplo, si está inquieta, también puede deberse a un elevado consumo de cafeína.

  • Aprende a ponerte en los zapatos del otro. Los científicos descubrieron que tu cerebro tiene neuronas que se encienden cuando observas a alguien hacer algo como si lo hubieras hecho tú mismo. Las llamaron «neuronas espejo» y explican nuestra habilidad para ser empáticos. Cuando eres capaz de entender lo que la otra persona está sintiendo, eres capaz de descubrir las razones y anticipar reacciones, acciones e incluso pensamientos futuros.
  •  La meditación ayuda a la mente para que puedas cambiar tu estado de conciencia a voluntad.

Practica y combina todos estos pasos. Te darás cuenta que eres capaz de intuir lo que pasa en la mente de otra persona incluso si es contrario a lo que están diciendo. Sin importar si es una habilidad paranormal u observación y deducción, al fin y al cabo, es una habilidad que vale la pena entender.

Si te encuentras en esta situación similar o conoces a alguien que atraviese por alguna parecida, buscas a un psicólogo especializado, no dudes en consultar con un profesional.