Mary Ainsworth, la psicóloga que reivindicó la figura de la mujer a través de la investigación

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Autoestima
Lucía Lorenzo
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En los comienzos de cualquier disciplina, el conocimiento solía estar reservado a los hombres. Los grandes nombres de la ciencia suelen ser masculinos, por el simple hecho de que no había muchas mujeres capaces de hacer frente a todos los obstáculos adicionales que hasta hace bien poco suponía ser mujer. Sin embargo, siempre hubo mujeres que despuntaban, con un talento a todas luces innegable, que complicaba enormemente la tarea de mantenerlas a un lado, inmersas en las sombras que proyectaban las grandes figuras masculinas.

Mary Ainsworth

Es el caso de Mary Ainswoth, una psicóloga estadounidense que, no conforme con estudiar en una época en la que era común que las mujeres tan solo pudiesen aspirar a ser amas de casa, se convirtió en una de las investigadoras de más renombre en el campo de la psicología. Dos décadas después de su muerte, en 1999, sus descubrimientos han sentado las bases de muchas investigaciones psicológicas modernas. Fue ella la que, junto con John Bowlby, enunció los principios fundamentales de la teoría del apego.

Breve biografía de Mary Ainsworth

Mary Ainsworth viajó por el mundo casi tanto como sus investigaciones: aunque nació en Estados Unidos, en el estado de Ohio, pronto se mudó a Toronto, en Canadá. Allí, en la Universidad de Toronto, estudió psicología y también allí se doctoró en Psicología del desarrollo. También fue allí donde comenzó su carrera como docente universitaria, aunque su vida, como la de tantos otros, dio un giro de 180º a comienzos de los años 40.

En 1939, cuando los alemanes invadieron Polonia, Canadá fue una de las naciones que decidió declararle la guerra a Alemania. En 1942, Mary Ainsworth se unió al Ejército canadiense, más concretamente al Canadian Women’s Army Corps: aunque esta rama del ejército nunca llegó a luchar, su labor fue muy importante, pues sirvieron como mecánicas, secretarias, consultoras… En definitiva, las mujeres del Ejército Canadiense sostuvieron sus bases para que los hombres pudieran luchar. Mary Ainsworth terminó la guerra con el rango de Mayor y pronto abandonó el Ejército para volver a enseñar psicología.

Más tarde, Mary Ainsworth viajó a Londres, donde comenzó a trabajar mano a mano con John Bowlby, padre de la teoría del apego. Bowlby enunció el principio del apego, que explica la relación de los niños con sus cuidadores, a los que ven como una figura de protección que les permite explorar el mundo. Partiendo de esta base, Mary Ainsworth estableció tres tipos de apego, que estudió mediante su método de «La situación extraña».

Apego

Aportaciones de Mary Ainsworth a la teoría del apego

Aunque todos los niños están preparados para buscar la seguridad y el apoyo en sus cuidadores, especialmente en el caso de la madre, no todos ellos desarrollan el mismo tipo de apego. Llamamos apego al vínculo que une a un niño con sus cuidadores; de las características de este vínculo dependerá en gran medida la forma en la que el niño se relacione con el mundo y con los demás, incluso una vez llegado a la etapa adulta

Gracias a los estudios de Mary Ainsworth pudieron establecerse tres tipos diferentes de apego, en base a la forma que tenía el niño de explorar el mundo. Los tipos de apego son:

  • Apego seguro

El apego seguro se da en los niños que ven a sus padres o cuidadores como una fuente efectiva de protección. Por lo tanto, en su presencia se sienten lo suficientemente seguros como para jugar y explorar libremente el mundo que les rodea, a sabiendas de que, ante un peligro, estarán ahí para cuidarle. Al verse desprotegidos, lejos de sus cuidadores, los niños con apego seguro se desconsuelan, rompen a llorar y se muestran nerviosos. No obstante, basta con que vuelvan y establezcan contacto con él para que el niño se tranquilice y vuelva a jugar.

Si quieres establecer un vínculo de apego seguro con tus hijos, deberás responder diligentemente a sus necesidades. Los niños con apego seguro tienen ayuda en cuanto la piden, lo que les permite establecer una relación sana con sus padres, así como ciertas cualidades deseables: seguridad y confianza.

Estos niños, al hacerse mayores, tendrán más posibilidades de establecer relaciones sanas, así como de desenvolverse en su día a día sin demasiadas dificultades. El apego seguro es necesario para desarrollar una autoestima alta y estable, puesto que los niños que saben que sus padres estarán a su lado para ayudarles crecen siendo menos dependientes, puesto que se ven capaces de hacer las cosas sin temor a las dificultades.

  • Apego evitativo

En contraposición al apego seguro, Mary Ainsworth estableció dos tipos de apego inseguro. Uno de ellos, el apego evitativo, se daba en niños que, ante la presencia de sus cuidadores, se mostraban absolutamente indiferentes. Exploraban aquello que les rodeaban y jugaban, pero lo hacían sin necesidad de que los padres participasen en el juego. Cuando el cuidador desaparecía, los niños se mostraban más enteros que aquellos con apego seguro, y, a su regreso, se mantenían impasibles e incluso evitaban el contacto. Algunos sí que lloraban, pero seguían llorando cuando los padres volvían, incluso más desconsoladamente que antes.

Los niños con apego evitativo crecen en un ambiente en el que se ignoran sus necesidades, por lo que su cerebro aprende, en uno de sus primeros estados, que por mucho que llore no recibirá ayuda. Como no se establece un vínculo de protección entre el niño y su cuidador, este aprende a mantener las distancias, para evitar la angustia que le supondría buscarle y no obtener respuesta.

De mayores, los niños que hayan desarrollado apego evitativo pueden llegar a pensar que no merecen cariño ni cuidado, lo que les puede llevar a desarrollar una baja autoestima. Como en su más tierna infancia no vieron sus necesidades emocionales resueltas, les costará entender sus propios sentimientos y darles respuesta. La falta de confianza en los demás puede llevarles a ser personas solitarias con dificultad para relacionarse tanto con los demás como con el mundo que les rodea.

apego evitativo
  • Apego ambivalente

El otro tipo de apego inseguro enunciado por Mary Ainsworth es el apego ambivalente. Cuando estaban sus padres presentes se mostraban angustiados, siempre preocupados por la posibilidad de que desapareciesen. Apenas jugaban, más pendientes de la figura del cuidador que de aquello que les rodeaba. Al irse, el desconsuelo aumentaba, producto de la incertidumbre que les provocaba no saber si volvería. Sin embargo, cuando el cuidador volvía, se mostraban desconfiados y algo enfadados: la figura de sus padres no les producía consuelo.

Los niños con apego ambivalente se desenvuelven en un ambiente en el que los padres van y vienen, cuidándoles de manera inconsistente: ante sus necesidades, los padres se mostrarán muy atentos algunas veces, y los ignorarán muchas otras. De este modo, ante el peligro se muestran angustiados, incapaces de predecir si esta vez recibirán ayuda o si tendrán que enfrentarse solos a los inconvenientes.

Los adultos que de niños establecieron un apego ambivalente con sus padres seguramente desarrollarán una baja autoestima muy inestable, que dependerá de sus relaciones con el resto. Es decir, como no recibieron cariño incondicional, les cuesta creerse merecedores de él y, ante la ausencia, intuirán que es su culpa. De este modo, es muy seguro que puedan llegar a desarrollar dependencia emocional con aquellos que les rodean, lo que les puede llevar a refugiarse en relaciones tóxicas repletas de celos, pues nunca sabrán si aquellos que les rodean se quedarán mucho tiempo.

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La situación extraña de Mary Ainsworth

Mary Ainsworth estableció sus tres tipos de apego gracias a un experimento que denominó «La situación extraña». Las pruebas involucraban a niños de en torno a un año y a uno de sus cuidadores, que solía ser su madre.

En el experimento, el niño y la madre entraban en una sala con juguetes. Al principio, la madre acompaña a su hijo mientras juega y explora ese nuevo lugar, pero al cabo de un rato la madre se marcha y el niño se queda solo durante un tiempo. En algunas pruebas, otra persona entraba en la sala mientras la madre estaba con el niño y, cuando esta se marchaba, el niño se quedaba a solas con el extraño. Pasado un tiempo, la madre volvía y trataba de consolar a su bebé.

En función de su reacción ante la ausencia y la vuelta de la madre, se establecían los tres tipos de apego: los niños con apego seguro lloraban cuando su madre se iba, pero a su vuelta pronto encontraban el consuelo en su figura materna; los niños con apego evitativo lloraban algunas veces cuando su madre se iba, pero otras ni siquiera lloraban y, a su regreso, se mostraban fríos y distantes; por último, los niños con apego ambivalente lloraban cuando su madre se iba, pero seguían sin consuelo cuando volvía, nerviosos por si volvía a irse.

El siguiente vídeo reproduce los experimentos realizados por Mary Ainsworth a finales de la década de los 70:

Mary Ainsworth y su lucha por los derechos de las mujeres

Mary Ainsworth no se conformó con estudiar la manera en la que la presencia de la figura materna impactaba en el bienestar de los niños y en su desarrollo como adultos, sino que además reivindicó lo que actualmente se conoce por el nombre de conciliación.

Ainsworth era consciente lo difícil que les resultaba a algunas madres realizar las tareas del hogar, trabajar y atender a sus hijos correctamente. Además, como mujer sabía que muchas veces el hecho de tener hijos impedía a las mujeres progresar y las obligaba a depender de sus maridos, puesto que ellas no habían tenido oportunidad de estudiar ni de trabajar.

Por eso, Mary Ainsworth luchó por que existiesen planes de conciliación que permitiesen a las madres ser algo más que madres, sin descuidar a sus hijos por el camino.

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Sobre Lucía Lorenzo

Periodista especializada en salud mental

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