
Hace unos días, atendía una consulta, por cierto últimamente muy habitual, acerca de hijos e imposición de límites. En un momento dado de la conversación, la madre consultante ante una de mis reflexiones “ +quizás no sepan escucharle”- referido a su hija, para quien consultaba- me espetó “ ¡ claro que la escuchó! ¡ yo soy su mejor amiga!”. En ese momento, me di cuenta de que lo que necesitaban no era una consulta, sino una terapia.
Cierto es que, afortunadamente, existe un cambio en nuestra sociedad de manera que los padres actuales están lejos de aquella imagen de antiguo cuando se imponían como figuras de autoridad mediante el temor, en lugar de usar el respeto, lo cual hacía crecer a adolescentes reprimidos y con escasa libertad.
Actualmente, los padres desean evitar los errores de sus padres y ser vistos como “guays” o “colegas” por sus hijos adolescentes, de modo que -incluso- si es necesario quitarse años para parecer más joven, se hace. En el fondo, subyace un deseo inconsciente de revivir la adolescencia que, de alguna manera, les fuera contenida, a través de la adolescencia de sus propios hijos.
Es por ello, que los padres caen en los extremos de una forma peligrosa y confunden la complicidad con la amistad. Es, en este punto, cuando ya es algo tarde para salirse de la trampa: nos consideramos “los mejores amigos de nuestros propios hijos” siendo que esto genera en los adolescentes desde inseguridad hasta ansiedad y muchos no se sienten respetados mientras que, ante tanto conflicto, los padres se ven incapaces de manejarlos puesto que no entienden qué ocurre ahora: sus hijos se enfadan si les tratan como figuras de autoridad pero, también, como amigos, ¿qué ocurre?
La amistad en la adolescencia y su influencia en la formación de la personalidad
Esta va a ser nuestra primera parada. Según el RAE, el término amistad proviene del latín *amicĭtas, -ātis, por amicitĭa.Es el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.
La amistad en la adolescencia es muy distinta que durante la época adulta: desde los diez y hasta aproximadamente los 20 años, los amigos son nuestros cómplices, aquellos que nos guardan “secretos” o errores, compañeros de situaciones propias de la edad pero lo que no cumplen -porque para ello están los padres- es una función educativa. Cuando ya tenemos algunos años más, adquirimos conciencia de que eso no es –no suele ser – verdadera amistad pero que, si no partimos de allí, no comprenderemos su significado. Como vemos, el papel de los padres es establecer límites referentes por medios de los cuales los hijos comiencen a construir su identidad y enseñarles a tomar decisiones. Los amigos de nuestros hijos serán los que tienen su misma edad, sus mismos problemas, ilusiones e inquietudes. Y eso no nos incluye a los padres.
Además, la amistad auténtica consiste en comprender y compartir su tristeza, su alegría y ayudarles en sus problemas. La amistad no es algo innato; hay que conquistarla y mantenerla. Necesita su tiempo para crecer, ganarse la confianza del otro y hacerse digno del otro como amigo.
¿Qué diferencia la amistad de la confianza?
Muchas veces algunos padres se consideran muy amigos de sus hijos porque tienen un nivel de confianza muy elevado y eso lo consideran como una verdadera amistad. Sin embargo, amistad y confianza son dos palabras que determinan conceptos muy distintos.
Si los padres tienen la confianza de su hijo, es que ejercen bien su función de figura de autoridad –o de referencia, si se prefiere- que consiste en marcar límites dejando espacio suficiente, pero no excesivo, como para que se usen las armas del chantaje emocional, del diálogo entre los distintos componentes de la familia.Y esto es lo que permitirá conocer los sentimientos, las sensaciones, las inquietudes y las dudas de nuestros hijos, siempre y cuando el ambiente sea cálido, de “escucha activa”- término usado en psicología que, para entendernos. Deje hablar libremente a su hijo/a, sin cortarle, sin pretender juzgarle, sin críticas, intentando ponerse en su piel pero acordándose de su función – la empatía y todas aquellas orientaciones que hayan podido recoger de distintas fuentes en su labor como padres. ¿ Comprendemos ahora que no es la misma dinámica que un grupo de amigos? Sin embargo, está claro que ello no es impedimento para que realicen actividades agradables con sus hijos. Por ejemplo, ir a comer unas hamburguesas, a ver un partido de baloncesto, de compras, jugar con videojuegos o al gimnasio. ¡ Ya lo sé! Algunas de estas cosas también las hacen con sus amigos pero la relación de confianza no es la misma.
¿Los padres sólo deberían realizar la función de padres?
Efectivamente. Los padres deben ser padres pero no amigos. Las razones que lo avalan son las siguientes:
- La amistad anula la autoridad de los padres: no es posible que ambos conceptos se den, a la vez, en el rol de padres porque sus fines son distintos; la autoridad educa, la amistad no lo hace. Para poner un ejemplo, una regla no será tomada en serio si la figura del padre se ha convertido en “amigo” porque ha perdido autoridad, y, por tanto, no podrá sancionar
- Sus hijos pueden tener muchos amigos pero sólo un padre y una madre Imaginemos que los padres son los amigos de los hijos, entonces ¿quién educa? ¿de quiénes recibirán los hijos la formación sobre valores, integridad, moral,…? Por tanto, todos los hijos, independientemente de su edad, necesitan un padre y una madre, por un lado y amigos, por otra.
- Diferencia generacional: existen distancias generacionales entre papá/mamá y sus hijos, que los hacen diferentes en algunos aspectos. Realmente, el obstáculo no es la edad, sino la actitud de los adultos que se comportan como los hijos, intentando estar a su nivel en cuanto a la moda, la forma de hablar o de “ whatsappear “ y el trato de “tú a tú” con los amigos de los hijos.
Pautas para relacionarte con tus hijos
- Pensar que las emociones del hijo, pero no magnificarlas, trivializarlas o ridiculizarlas.
- Tomarse las situaciones emocionales como una oportunidad para intimar y enseñar.
- Escuchar empáticamente, dando importancia a los sentimientos y problemas de los hijos.
- Los padres deben apoyar afectivamente a sus hijos para que resuelvan sus problemas, pero no resolvérselos siempre.
- Facilitar un ambiente en el que el joven pueda hablar de todo con libertad, tanto con su padre como con su madre, sin temor al efecto que ello pueda causar.
- Respetar su intimidad , cuando no desea hablar, sin intentar entrar en temas que el chico prefiera hablar con sus amigos.Por tanto, no presionarle. Hay que darle tiempo al tiempo, estando los padres siempre receptivos por si el joven busca el diálogo.
- Dedicarle tiempo al joven. Sin prisas. Tiempo para hacer algo juntos y para conversar sobre lo que hacen, creando situaciones o aprovechando las que ya existen para convivir más estrechamente con el hijo.
- Una forma de conocerse más íntimamente padres e hijos puede ser, por ejemplo, contando algunas preocupaciones personales al hijo y pedirle su opinión. Deben ser temas al alcance del adolescente y que no conciernan a áreas inapropiadas de intimidad. Es lícito, por ejemplo, hablar de problemas del trabajo, de dificultades financieras o de salud (sin ser demasiado agobiantes), pero no se justifica hablar de conflictos conyugales o de atracciones sexuales
¿Preparado para establecer esta nueva relación con los hijos? Si tienes dudas, recuerda que en Siquia te podemos ayudar con terapia por videoconferencia.