Los padres ante el inicio del curso escolar

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Los padres ante el inicio del curso escolarEn el inicio escolar, son numerosos los padres que formulan preguntas acerca de cómo se pueden conciliar unos límites educativos democráticos con la necesaria educación escolar de sus hijos.

Y, aquí, aparece el primer punto que deberíamos aclarar: una cosa es enseñar y la otra es educar. La escuela se encarga de enseñar, es decir, de transmitir conocimientos necesarios para el futuro de nuestros hijos pero es la familia, y en concreto los padres, pero sólo ella, la que como agente socializador primario, debe educar. Educar en valores, hábitos, costumbres y educar en aquello que está bien y en lo que está mal, bajo su propia perspectiva.

Los padres deben ser conscientes de que una educación rígida puede generar baja autoestima en sus hijos y, por ello, se ha de establecer una nueva relación en la que no sólo se cubran necesidades básicas, sino que también se debe perseguir el respeto a las pequeñas decisiones, aunque sea “me quiero poner esta ropa y no la que tú me has elegido” gustos y emociones de los niños. Asimismo, los castigos deben desaparecer y frases tan contundentes como: «harás todo lo que te digo porque yo soy tu padre» se deberían sustituir por otras más adecuadas.

Cuidado con la falta de límites

No es extraño que, al crecer, una persona con esta educación desee que sus hijos tengan cubiertas las necesidades emocionales y sienta el compromiso de transmitirle la iniciativa necesario para que emprendan sus proyectos. Sin embargo, es común que este tipo de padres, conocidos como permisivos, exageren en las libertades que dan al infante y caigan en ciertos errores:

  • Tiende a ser pasivo en cuanto a fijar límites, exigir el cumplimiento de responsabilidades o al llamar la atención en caso de desobediencia.
  • No tiene metas claras para orientar a su hijo, creyendo que se le debe permitir un desarrollo conforme a sus inclinaciones naturales.
  • Es poco exigente respecto a la conducta del hijo.
  •  Es temeroso; no busca discutir con su hijo y prefiere quedarse callado antes que discutir con él.

El resultado de la educación permisiva es un niño con carácter independiente, activo y con alto grado de autoestima, pero en la mayoría de los casos, también es impulsivo, agresivo y rebelde.

El origen de esta actitud es fácil de entender. Todo niño depende de sus progenitores para satisfacer necesidades básicas durante los primeros dos años de vida, y el único medio que dispone para ello es el llanto; entonces, al crecer, y por comodidad, intente utilizar sus lágrimas y lamentos para conseguir lo que desea e imponer su voluntad. Aunque muchos adultos son capaces de fijar límites a los hijos y darles a entender que no siempre pueden tener lo que desean, la ineficacia para decir «no» que caracteriza a los padres permisivos les hace perder el control de la situación y ser víctimas del chantaje emocional.

Consejos que pueden ayudar a cumplir los objetivos  de los padres

  • Hablar con objetividad. Es frecuente que los padres usen frases como «pórtate bien», «sé buen chico» o «no hagas eso», las cuales carecen de significado en muchas ocasiones porque, sencillamente, si el niño es muy pequeño  no sabe aún qué es comportarse adecuadamente. El entendimiento será mayor cuando se planteen expresiones concretas y con límites específicos que digan exactamente lo que se debe hacer: «dale de comer al perro ahora» o «agarra mi mano para cruzar la calle» son buenos ejemplos de esto. No hacer, en ningún momento, comparaciones del tipo “fíjate en tu hermana, qué buenas notas trae”.
  • Dar opciones. En ocasiones es posible decirle al niño lo que tiene que hacer a la vez que se le da la oportunidad de elegir, a fin de que cuente con una sensación de control que disminuya su resistencia a cumplir una orden. Por ejemplo;  «es hora de vestirse, ¿eliges tu ropa, o lo hago yo?».
  • Actuar con firmeza. Cuando el niño se resista a la obediencia en aspectos importantes es necesario que los padres impongan un límite firme para indicarle que debe cambiar su actitud de inmediato. Aunque para tal caso se utiliza un tono de voz seguro, se deben evitar gritos y expresiones llenas de ira como «ve a tu habitación ahora mismo y terminas la tarea». Es más fácil para un niño cumplir órdenes que supone que se cuenta con la opción de obedecer o no, como cuando se dice, con tono sereno, convincente y de complicidad: «¿por qué no llevas tus juguetes fuera de aquí?» o «debes hacer la tarea».
  • Acentuar lo positivo. Todos los niños son más receptivos cuando se les dice qué hacer en vez de qué no hacer. Así, en lugar de órdenes como «no grites» o «no corras», se recomienda indicarle «habla bajo» o «camina despacio». Decirle «no» a un niño indica que hace algo inaceptable, pero no explica qué comportamiento se espera de él. Y, por tanto, se hace más apetecible realizar esa conducta supuestamente prohibida
  • Mantenerse al margen. Cuando se dice: «quiero que te vayas a dormir ahora» o » es la hora de comer», los padres crean una lucha con su hijo. Una buena estrategia es hacerle entender la regla de modo impersonal, por ejemplo: «son las ocho, hora de acostarse» o «son las dos, hora de comer» y enseñarle el reloj. En este caso, se pasa el conflicto entre el niño y el reloj.
  • Explicar por qué. Cuando un niño entiende el motivo de una norma de conducta como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla y pronto desarrollará valores internos de comportamiento que formarán su propia conciencia de lo que es bueno y malo. Ante todo, son mejores las explicaciones breves; por ejemplo: «si rompes los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos».
  • Sugerir alternativas. Al aplicar límites en el comportamiento del niño es válido ofrecerle otra opción que haga sonar menos negativa una prohibición. Es adecuado decir: «hijita, mis cosméticos son para arreglarme y no para jugar; pero mira, aquí tienes un crayón y papel para pintarlo» o «no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después».
  • Ser consistente. Las rutinas importantes para el buen funcionamiento de la familia se deben cumplir de manera constante y sin excusas, ya que de esta manera es más fácil fijar límites en la educación del menor. Considere que una rutina flexible (como irse a dormir a las ocho una noche, a las ocho y media en la próxima, y a las 9 ó 10 en otras) invita al niño a crear resistencia y a no apegarse a lo que se le dice.
  • Desaprobar sólo la conducta. Es muy importante que al llamar la atención se indique que el padre está en desacuerdo con el comportamiento y no con el pequeño; de esta manera, lejos de gritarle «niño malo» o «no puedo controlarte cuando actúas de esta forma» (dándole a entender que es una persona negativa o un «mal hijo»), se deben emplear frases como «estas latas no son para jugar, deben permanecer en la cocina y son para que comamos».
  • Manejar emociones. Los psicólogos señalan que cuando los padres están muy enojados castigan con mayor severidad y pueden perder objetividad. Es necesario conducirse con calma, tomar aire profundamente y contar hasta 10 antes de reaccionar, mostrando así al niño, con el ejemplo, que una conducta fuera de control no tiene razón de ser. Así, ante una rabieta o un berrinche conviene que el padre reflexione un poco antes de hablar, se serene y pregunte después con calma: «¿que sucedió, hijo?»

Sugerencias para los padres

Conviene que los padres no aumentar su estrés más allá de lo conveniente. Unas cuantas sugerencias para que los padres y madres puedan relajarse son:

  • Dedicar tiempo a uno mismo, al menos una vez a la semana, para relajarse, leer un libro, practicar deporte u otra actividad recreativa que permita mantener la serenidad y desarrollar la creatividad. Igualmente útil es salir con la pareja para hablar sobre sus proyectos o para distraerse, sin la compañía de los niños.
  • Realizar alguna actividad de ocio con cada uno de los hijos individualmente para lograr un mejor acercamiento y aumentar la satisfacción en la vida familiar.
  • No abandonar  las amistades, y organizar veladas de ocio con ellas
  • Dividir los objetivos en etapas a fin de avanzar todos los días en la dirección adecuada. Tratar de cumplir una gran meta de una sola vez puede ser imposible, y al no lograrlo es más fácil enfadarse y estresarse.
  • Sentirse satisfecho en su trabajo y tener la seguridad de que sus hijos están sanos, son felices y lo quieren como padre o madre.

Finalmente, considere que lo anterior son sólo líneas generales que nunca sustituyen la opinión de un especialista y que en caso de duda o de que sienta que necesita ayuda profesional, debe asistir a un psicólogo para que le oriente sobre cómo enfrentar los berrinches y chantajes de un niño y de qué manera dirigir la educación del menor sin caer en el autoritarismo.

Imagen de Maria Dolors Mas
Sobre Maria Dolors Mas Nº Colegiada 17222 con 15 años de experiencia. Especialista en ansiedad, depresión y toda lo relacionado con salud mental de niños y adolescentes.
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