En algunas películas hemos podido ver romantizada la idea de los niños que por circunstancias terminan ejerciendo el papel de padres. Cuidar de la casa, de sus hermanos o de sus propios padres son tareas que «dan la vuelta a la tortilla» y se hace un cambio de rol entre padres e hijo. Esto se llama: parentalización.
También se conoce como parentificación o inversión de roles. El niño se vuelve el responsable de satisfacer las necesidades físicas y emocionales de sus cuidadores, de los padres. En esta trasformación, el niño debe dejar a un lado sus «tareas de niño» como jugar, interactuar con otros niños… Y asume una responsabilidad que no corresponde con su edad.
En un primer momento, pueden parecer unos hijos obedientes, disciplinados o cumplidores, nada más lejos de la realidad, ya que el desarrollo del niño se ve entorpecido y puede conllevar unos traumas que arrastrará a lo largo de su vida adulta.

Tipos de parentalización
Podemos hablar de dos tipos de parentalización más comunes y muy diferenciadas.
Por un lado la emocional, cuando el niño se convierte en el apoyo y soporte afectivo de sus padres. Tomará el rol del confidente y escuchará, tranquilizará, incluso, aconsejará a sus cuidadores. Cuando los padres cuentan información que un niño no debe saber sobre temas económicos o conyugales.
En los casos en los que la responsabilidad es física, como las labores del hogar, el cuidado de los hermanos, recados… Se denomina parentalización instrumental. El niño se desborda y suele dejar a un lado sus propias tareas, por eso es frecuente el abandono escolar.
Situaciones en las que se desarrolla la parentalización
Hay situaciones concretas que son un caldo de cultivo para el intercambio de roles entre padres e hijos. Es importante destacar que no suele ser consciente y que la base de todas es una familia disfuncional donde la jerarquía en la familia esta difuminada.
- Trastornos mentales. Hay casos donde los padres traumatizados desarrollan ciertos desordenes como la depresión y al no estar sanos ni haber superado sus traumas repercuten en la relación de roles con sus hijos.
- El apego desorganizado. Los propios padres son los que carecen de autonomía e independencia tanto física como emocional, con lo cual, buscan en sus hijos lo que en su infancia no tuvieron, un apoyo externo.
- Duelos tras la muerte. Cuando ocurre un suceso traumático para toda la familia como un duelo que no se llega a superar es más probable que se de una inversión de roles. En el caso de un hombre viudo y que no supera la muerte de su mujer, su hija, por ejemplo, tomará su rol. De esta manera disfuncional, tratan de recuperar el equilibrio que tras la muerte se perdió.
- Maltrato o enfermedad. En los casos de violencia doméstica los hijos tratan de proteger a la madre de su sufrimiento, intercambiando sus roles. Lo mismo ocurre con las enfermedades en largos periodos de tiempo, la película un monstruo viene a verme refleja bastante bien este tipo de vínculo.
- Adicciones. Como es lógico, cualquier tipo de adicción impedirá a los padres cumplir sus funciones como cuidadores.
Si estás pasando por cualquiera de estas situaciones, contar con la ayuda de un psicólogo online puede ayudarte a superarlas.
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Pedir citaCabe destacar que los niños no tienen porque estar «obligados» a aceptar estos roles, lo habitual es que sea la vía por la cual obtenga el amor y la aceptación de sus padres. Los hijos, por su parte, aprenden que si toman ese rol recibirán el amor que les corresponde, por eso es habitual que sigan perpetuando este mismo papel con sus amigos o sus futuras parejas y familias como un cuidador compulsivo.
Consecuencias en la vida adulta
- Baja autoestima. Un adulto con una infancia parentalizada desarrolla un temor excesivo a no cumplir con las expectativas de los otros. Nunca será suficientemente bueno, pudiendo darse el caso de un trastorno de síndrome del impostor. En este caso, dará igual el éxito que alcance porque nunca se lo merecerá o le corresponderá el mérito.
- Gestión de la ira. La interiorización de la culpa acarrea una gestión bastante deficiente de sus propias emociones. Por no querer molestar o por no suponer una carga, no exteriorizará sus emociones, en muchos casos la frustración que genera la ira o el enfado. De esta manera se acumulará y aparecerán de manera explosiva o con un rechazo hacia sus padres al ir creciendo y madurando.
- Idealización. Para poder soportar la carga física y mental que supone la inversión de rol, los hijos crearan una idea de sus padres totalmente idealizada en la que se muestre cercano, cariñoso y amable.
- Dificultades en sus relaciones. El miedo al compromiso y el temor a crear una nueva familia están muy ligados a la parentalización.
Darnos cuenta de que sufrimos este tipo de trauma en la edad adulta puede ayudarnos a superar ciertas barreras, por ejemplo la maternidad. Si una persona ha tenido que ejercer de madre de sus hermanos pequeños porque sus padres trabajaban muchas horas, es probable que de mayor, desarrolle rechazo a tener hijos.
Gracias a la terapia psicológica podemos entender y comprender el origen de nuestros comportamientos en nuestra edad adulta y aprender a gestionarlo.
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