Pensamientos tiranos: las zancadillas mentales que te impiden avanzar

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En ocasiones, el único obstáculo que no nos permite avanzar y alcanzar los propósitos que tenemos fijados, somos nosotros mismos o, mejor dicho, nuestra mente y pensamientos. Es muy fácil de entender: si no dominas tu mente, esta acabará gobernando por encima de ti. No es necesario darle demasiadas vueltas.

En cierto punto de la vida, el que tarde o temprano todos experimentamos, la mente y las suposiciones tóxicas que cobija se transforman en una prisión que restringe nuestras potencialidades y condiciona nuestra perspectiva, ya que nos quitan la fuerza y energía necesaria.

En este contexto, y con el paso del tiempo, nos limitamos a creer que solo existe una manera de llevar las cosas a cabo. Cada vez que abrazamos con los ojos cerrados nuestros hábitos, nos aislamos a la novedad. Cada vez que meditamos en términos de pérdidas y frustración, instalamos nuestra propia zancadilla mental. Y, lo peor de todo, es que practicamos estas acciones día tras día, sin ser conscientes de ello.

Pero no te asustes, te traemos una buena noticia. Y es que, el simple hecho de localizar la existencia de esas zancadillas que nos instauramos a nosotros mismos, ya les resta valor y abre nuestra mente, autorizándonos la adopción de un punto de vista más amplio y enriquecedor.

Las 3 corrientes tóxicas más comunes que impiden avanzar

Aunque pueda parecer un contradictorio, lo cierto es que, en ocasiones, no siempre queremos progresar. A veces, nos acomodamos en el lugar donde nos encontramos, o tenemos temor a lo desconocido. De esta manera, llegamos a pensar que es mejor no movernos del sitio donde estamos.  

No obstante, no somos capaces de reconocer lo que nos ocurre. Y para evitar seguir adelante, nos transformamos en nuestro peor enemigo, ya que nos ponemos la zancadilla a propósito.

Algunas de las ideas más tiranas que se cultivan en la mente, quizás sin ser conscientes de ello, son:

  • Aprender a conjugar: es fundamental pensar en el nosotros y no en el yo. Es decir, aceptarnos, respetarnos, cuidarnos y amarnos a nosotros mismos sin llegar a ser egoístas ni pisar a los demás. Tenemos que darnos el lugar que merecemos, a veces en primera fila y a veces en la última posición. Hay que ser conscientes de que se puede encontrar un punto de equilibrio.
  • Positividad: es de vital importancia entender que no siempre es necesario sonreírle a la vida, ya que, al final, estamos llenos de emociones y no siempre tienen que ser buenas. No obstante, hay que aceptar que la tristeza no es sinónimo de debilidad y que tanto la alegría como la tristeza se experimentan siempre. No se puede querer ser feliz a toda costa, ya que puede desencadenar en frustración.

  • Actitud: imprescindible darse cuenta de que es un aspecto clave, pero no único y si pensamos lo contrario llegaremos, de nuevo, a la frustración. Al final, la realidad depende de muchas cosas y no solo de nuestra actitud. Esta responsabilidad no depende solo de nosotros mismos.

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