Todos hemos oído hablar de la depresión. Es aquello que les pasa “ a los otros”, que nos han dicho que le ha ocurrido a un conocido, a un amigo y, en los casos peores, a un familiar. Es como si de repente una “señora vestida de negro” se hubiera sentado en el salón, sin ni tan solo pedir permiso y sin ninguna intención de abandonar el sillón.
Los días pasan, la señora de negro acompaña a nuestro familiar o amigo y hemos de reconocer que nos vamos alejando emocionalmente. ¿Por qué lo hacemos?
Qué dice la Organización Mundial de la Salud acerca de la depresión
La depresión es una enfermedad frecuente pero pocos saben que se halla entre las tres primeras enfermedades con mayor prevalencia a nivel mundial. Se calcula que afecta a más de 300 millones de personas. Debido a esta causa se suicidan cada año 800.000 personas en todo el mundo. Asimismo, el 15% de las personas que viven en países desarrollados han sufrido alguna vez la enfermedad mientras que el 11% de los habitantes de los países subdesarrollados conoce esta condición.
Tener una depresión no es “tengo una depre”. Tener una depresión no es estar triste porque se ha roto con el novio, se ha estropeado el móvil o se ha suspendido un examen. La depresión es diferente de los cambios del estado de ánimo que solemos tener todas las personas por las circunstancias de la vida. No tiene nada que ver con las respuestas emocionales resultado de los problemas cotidianos.
La depresión puede convertirse en un problema muy grave que causa interferencias severas en el rendimiento normal en la vida laboral, académica, social, familiar pero, sobre todo, personal de quien la sufre. De hecho, es una enfermedad que se halla en aumento por múltiples factores, y una resolución de la propia OMS de 2013, demandaba una respuesta integral y coordinada de todos los países para dar una respuesta efectiva a lo que llamaron “el problema de los trastornos mentales”.
¿Existe estigma en la depresión?
Según las conclusiones del estudio “¿Qué saben los españoles de la depresión?” elaborado por un grupo de especialistas en salud mental y presentado durante el seminario Lundbeck “Dale la vuelta a la depresión” en Palma de Mallorca, afirma que un 14% de personas opina que la depresión no es una enfermedad. Sin embargo, y por paradójico que pueda parecer, 2 de cada 10 dicen que sufren o han sufrido depresión pero, por si fuera poco, un 35% asegura que ¡la depresión se puede fingir!
En todo caso, para preocupante dado que sólo en España y siempre según la OMS, existen 2’4 millones de personas que padecen depresión, la mayoría de ellas mujeres de entre 60-64 años, amas de casa y viudas.
Un dato para preocuparse por la discriminación respecto de la depresión con otras enfermedades – tanto mentales como físicas – y, especialmente, respecto del etiquetaje “es fácil fingir”. Sin embargo, fingir una depresión “real” no es tan fácil, precisamente por las diferencias existentes respecto de la tristeza o de los simples aconteceres de la vida que, aunque puedan ser tristes o negativos, no llegan a configurar una depresión. No obstante, una vez se ha llegado al punto de banalizar la depresión, ya han surgido sus efectos en los enfermos “reales” de depresión.
Hay varios estigmas muy importantes entre los cuales se puede circunscribir el laboral. Un 18% de los enfermos oculta su patología únicamente por motivos laborales. Por incongruente que pueda parecer, son esos mismos prejuicios los que dificultan tanto el tratamiento como la reinserción laboral del trabajador que debería ser el objetivo de un buen empresario.
La gran mayoría acaba excluido del entorno laboral, lo que causa disminución de los ingresos económicos así como sentimiento de soledad y marginación. A la vez los pacientes sufren discriminación directa por las actitudes perjudiciales, tanto de sus jefes como de sus compañeros de trabajo, e indirecta por planes de acción negligentes.
Depresión y medios de comunicación
Aún en la actualidad, la depresión parece ser un tabú para los medios de comunicación. Quizás por el temor a entrar en algo que se desconoce como experiencia vital, pero, sobre todo, por el miedo supuesto a causar “contagio social” especialmente teniendo en cuenta que la consigna parece ser que se deben ocultar o no mencionar los suicidios, ligados a la palabra depresión.
Básicamente la idea era que si alguien publicaba una noticia en un periódico o lo mencionaba en un programa de tv o de radio, alguien que estuviera pasando por una situación parecida podría tomar la decisión de suicidarse por “contagio”.
Si los medios de comunicación informaran más acerca de la depresión, de las causas, de las consecuencias, sería posible que la familia reconociese de forma más temprana los factores de riesgo de un posible suicidio y se facilitase la intervención.
Depresión y crisis económica
La crisis económica ha producido un aumento de las depresiones exógenas debido a la falta de trabajo, los problemas económicos, el paro,… Durante la etapa de bienestar económico, las parejas se separan con mayor facilidad, viven por separado y se distancian de sus familiares. Sin embargo, durante la crisis, muchas personas que vivían independizados han tenido que regresar a casa de sus familias, por lo que el papel de ésta se ha vuelto nuclear de nuevo. Otras personas que decían tener sentimientos de inutilidad se han vuelto centrales en estas familias.
La crisis no afecta únicamente a la parte económica, también a los valores que junto a la aparición de las nuevas tecnologías handado lugar a la aparición de la soledad compartida a través de las pantallas.
Es necesario visibilizar la depresión – igual que cualquier otra enfermedad mental – darle voz. No pasa nada por aceptar que tienes una enfermedad mental, de la misma manera que hace unos meses tuviste una enfermedad física. Que no pasa nada por admitir que, en tu familia alguien a quien quieres está pasando por una depresión.
Debemos quitarnos los miedos. La depresión no se contagia ni por estar cerca, ni por compartir tiempo y tampoco por ayudar.
La depresión no sólo le ocurre a “esa persona que nos contaron” o “aquel vecino” sino que le ocurre a millones de personas. Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más del 50% de los pacientes con depresión no recibe esos tratamientos. Entre los obstáculos para esta atención eficaz se encuentran la falta de recursos y de profesionales, como los psicólogos, además de la estigmatización de los trastornos mentales.
Otra barrera para la atención eficaz es la evaluación errónea. A veces las personas con depresión no son correctamente diagnosticadas mientras que otras que en realidad no la padecen son diagnosticadas erróneamente y tratadas con antidepresivos.
Nadie elige tener depresión
Es muy difícil fingir una depresión. Una cosa es que se confunda con otra patología y se diagnostique – o no se haga – de forma errónea y la otra es que el psicólogo haya caído en las redes de un simulador.
Si un paciente con depresión pudiera elegir, con toda seguridad elegiría no tener depresión y por ello se hace absurdo el argumento del “fingimiento”.
Las emociones de la persona que sufre la enfermedad cambian constantemente, con sensación de vacío emocional y con una profunda sensación de frustración, de bloqueo emocional, de apatía y abulia.
Nunca confundamos la verdadera depresión con “tengo un mal día”, “creo que estoy triste” y no repitamos cosas como “me da una depresión” o “me he levantado depre” porque significa que hay un desconocimiento profundo, una ignorancia básica acerca de las emociones humanas y una falta de empatía total hacia el sufrimiento de las personas realmente enfermas.
Recuerda: nadie elige tener una depresión pero nadie está libre de acabar sufriendo una; mañana…podrías ser tú. Ponte en su lugar.
¿Quieres ayudar a un familiar que sufre depresión? Déjanos tu consulta y te ayudamos en Siquia.