En alguna ocasión, ya sea por experiencia propia o ajena, hemos visto o sentido de cerca a un joven adolescente ‘’rebelde’’, sin las ideas claras y/o con muchos problemas de comportamiento alrededor. No es de extrañar.
La adolescencia, como su propio nombre indica, es una etapa del desarrollo que conlleva numerosos cambios físicos como la llegada del desarrollo sexual, la menstruación en las chicas, cambios hormonales, aumento de la talla y el peso, cambios de la voz en los chicos…etc, psicológicos y sociales: el cerebro se encuentra en plena expansión y el adolescente siente muchas inquietudes, intereses y aficiones, al mismo tiempo que experimenta todo un abanico de emociones novedosas e incluso contradictorias respecto a sus amigos, familiares y entorno al mismo tiempo que necesita fomentar su autonomía y sentirse independiente de sus padres, pues ya no es el niño o niña de hace unos años (aunque tampoco sea un adulto).
La adolescencia es una etapa más del desarrollo que puede ser muy fructífera para la persona, pues en ella se toman muchas decisiones (la mayoría respecto a la vida académico-laboral, deportiva, etc…) que harán que la vida adulta dependa en gran parte de ellas, pero también es una etapa de expansión social.
El adolescente busca sin descanso la aceptación de sus iguales y en muchos casos prefiere dedicar su tiempo a relacionarse con amigos que con sus padres. Hasta aquí, la adolescencia parece ser una etapa magnífica, unos años de diversión que toda persona desearía vivir, donde se hacen las mayores ‘’locuras’’ y se toman las mejores decisiones.
Una etapa en la que también se sufre
Sin embargo, a muchos adolescentes, esta etapa solo les proporciona sufrimiento, rechazo, incomprensión y frustración debido a diferentes causas anteriores a la adolescencia o ligadas a ella, las cuales van desde factores biológicos como la influencia genética o la acción de diversos neurotransmisores en el sistema nervioso, hasta factores individuales como el nivel de desarrollo cognitivo o la edad pasando por factores socio-ambientales como el consumo de drogas y factores familiares como el estilo educativo de los padres.
Estos factores, denominados ‘factores de riesgo’ para los problemas de conducta en el adolescente, aumentan la probabilidad de conductas conflictivas en esta etapa. Por conductas conflictivas o antisociales no me refiero a simples hechos problemáticos aislados que pueden ocurrir en el seno de una familia, en el instituto o con amigos alguna vez; con problemas de conducta me refiero a problemas serios, extremos y persistentes en el tiempo que incluyen violencia, oposición a la sociedad y a las normas sociales, desobediencia a las figuras de autoridad y agresividad con mucha frecuencia e incluso drogadicción o delincuencia.
Son estas conductas las que, si no remiten con el tiempo, acaban teniendo consecuencias nefastas tanto para el adolescente como para su familia y su entorno (me gustaría recordar el caso tan comentado en televisión de José Fernando, el hijo de José Ortega Cano, quien, por su conducta conflictiva y delictiva –consumo de drogas, violencia, robos, etc.- , ha sido sometido a la sentencia de un tribunal de justicia).
Cuando el adolescente está fuera de control, por lo general, se hace muy complicado tratar de comprenderlos y tratar con ellos, especialmente para sus padres y profesores, por lo que me gustaría ofrecer, desde mi conocimiento y opinión personal, una serie de consejos y pautas para tratar con adolescentes conflictivos o desafiantes.
1. No olviden que el joven adolescente también sufre
El comportamiento conflictivo que presenta es un síntoma de que algo está fallando en lo más profundo del adolescente, y que corresponde a una forma de sacar al exterior el miedo, la frustración, las inseguridades…
Procuren interesarse y preguntarles qué tal están, cómo le van las cosas en el instituto y con los amigos, etc., se trata de intentar entablar diálogos constructivos, mostrando interés sincero, sin culpabilizar ni regañar todo el tiempo. Así es más sencillo que se genere un clima de confianza y apoyo mutuo.
2. Establecer normas y límites en casa
Se ha comprobado que un estilo educativo demasiado liberal por parte de los padres, sin disciplina, normas ni pautas que seguir para la convivencia armoniosa de todos los miembros de la familia, genera problemas de comportamiento en los niños y en los adolescentes, de manera que actúan sin tener en cuenta las consecuencias, se saltan las normas, no responden de sus actos, en definitiva, piensan que pueden hacer ‘’lo que quieran’’ en todo momento.
Por ello, es bueno que desde que son niños, se establezcan horarios de entrada y salida de casa, horarios para comer en familia, adjudicar responsabilidades dentro del seno familiar (como colaboración en las tareas del hogar), establecer y acordar horarios para dedicar al estudio y al ocio, etc.
3. Fomentar la autonomía, la responsabilidad y el autocontrol
Dar la posibilidad al joven de hacer aquellas actividades que le resulten placenteras e importantes, ceder ante ciertas peticiones y dejar que el adolescente crezca bajo su responsabilidad fortalece su autoestima y la relación hijo-familia.
Por otra parte, no se debe obviar la responsabilidad de las consecuencias negativas surgidas del comportamiento del adolescente, si no que se debe concienciar y advertir a éste de que debe ser responsable de sus actos y actuar en consecuencia para llegar a ser un adulto con valores y buen comportamiento.
Sin embargo, si nunca cedemos ante las peticiones de necesidad del adolescente o como padres no damos autonomía suficiente a nuestro hijo, conseguiremos que desarrolle una personalidad insegura e incluso conflictiva.
4. Dar ejemplo como padres, familiares y profesores
Como se suele decir, hay que predicar con el ejemplo. Si queremos que nuestro hijo estudie, no tome drogas o se comporte correctamente, debemos ser responsables y convertirnos en un ejemplo a seguir. Esto no va a evitar que otros factores repercutan en la personalidad del adolescente y finalmente éste se convierta en una persona conflictiva, pero desde luego, reduce las posibilidades.
5. Hacer tratos, pactar
Bajo mi punto de vista, no se trata de que cedamos constantemente a las exigencias e incluso a veces barbaridades impuestas por los adolescentes, pero sí que la relación entre los miembros de la familia debe ser un ‘’dar y recibir’’. Confiar y dar. Ceder y exigir responsabilidades, en definitiva, equilibrio en el comportamiento padres-hijos.
6. Planificar actividades en familia
Realizar planes en familia, fuera de la casa donde tienen lugar las peleas y los gritos, ayuda a conocerse mejor y establecer apego entre los hermanos, los padres y en definitiva, la familia. Si hay más miembros en la familia (abuelos, tíos, primos), también es aconsejable implicarlos en la educación de los adolescentes y realizar actividades donde también estén los demás miembros.
7. Mostrar interés por las actividades escolares y el comportamiento en la escuela
Para evitar lamentaciones futuras, castigos o peleas acerca de los resultados académicos (muy frecuentes en las familias), aconsejo la implicación de los padres en la vida escolar de los hijos. Con implicación me refiero a mostrar interés, acudir a las citas que establezcan los profesores, ayudar en las tareas del colegio o el instituto siempre que se requiera o se pueda, etc.
8. Solicitar ayuda profesional: el papel del psicólogo
Cuando el comportamiento conflictivo del adolescente es extremo, incontrolable y persistente (cuando existen peleas constantes, desacatos a la autoridad, robos – a veces incluso con violencia-, consumo de drogas, destrozo de objetos y mobiliario urbano, asesinatos de animales, riesgo de abandono de los estudios, etc. …), es recomendable e inminente solicitar ayuda a los profesionales adecuados (psicólogos, psiquiatras, profesores) que realizarán un diagnóstico adecuado y completo de los problemas de comportamiento del adolescente y llevarán a cabo la terapia específica para cada caso.
En concreto, el papel del psicólogo en casos de adolescentes conflictivos es de especial importancia y utilidad, en concreto, la utilización de la terapia cognitivo-conductual, ya que es un tipo de terapia que aborda los procesos de pensamiento, las habilidades para la solución de problemas, las autovaloraciones y las estrategias que se consideran subyacentes a la conducta problemática y su eficacia ha sido ampliamente demostrada.
Sobre la autora del artículo
Mari Carmen Nevado, psicóloga de Jaén colegiada núm AO 07757, está especializada en trastornos de la conducta alimentaria así como en trastornos de ansiedad y del estado de ánimo. Durante su carrera como psicóloga clínica ha tratado, sobre todo, a pacientes con trastornos derivados de la obesidad o el sobrepeso. Aplicando una terapia cognitivo-conductual, ofrece tratamiento psicológico también a todo aquél que lo necesite y sienta que tiene un problema en una área determinada de su vida.
Agradezco por el articulo Dra. Mari Carmen Nevado, es muy importante y valioso. Trabajo mucho con familias y esto me ayuda a tener más herramientas para seguir ayudando a más familias en crisis. Gracias.
Soy Natural de la Provincia de Santa Cruz, DPTO. de Cajamarca. Perú. Es usted de Jaén, Cajamarca?-
Dios guie su vida siempre, me contactaré con usted para solicitar más consejos.
Atentamente
Sr. Evelio Villalobos
Justo lo que necesitaba !!
Ha sido genial este artículo. Me he encontrado a mi mismo leyendo entre las líneas y he aprendido valores educativos de gran calidad para cuando tenga hijos.