
Puedo llegar más tarde ¿no? Sobre «negociación» y comunicación con los hijos


Aitor y Verónica son los padres de Adán, de 16 años, quien viene a consulta psicológica desde hace unas semanas. Esta tarde han pedido una consulta para ellos. Por lo que me comentan, de repente, “su niño” se ha espabilado demasiado. Tanto, que ya les ha dicho que el próximo fin de semana se va de concierto y no le esperen despiertos… tras comentarles si puede llegar más tarde.
Responder a la pregunta ¿puedo llegar más tarde? o a la exclamación ¡quiero llegar más tarde! es un inicio de un camino tenéis que recorrer con vuestros hijos pero nunca contra vuestros hijos.
La adolescencia es una etapa de cambio, de búsqueda de la propia identidad, en la que la opinión del grupo de iguales es más importante que la de la familia. Es aquella etapa en que tus hijos dejan de ser niños pero todavía no son adultos. Ello implica cambios físicos, sexuales y psicológicos hasta conseguir la madurez psicosexual.
Si os ponéis a pensar, tampoco hace tanto – en la mayoría de los casos- que vosotros, también erais adolescentes y dijisteis lo mismo a vuestros padres. ¿Qué cambia? La época, el estilismo, los gustos. ¿Le tenéis que hacer tanto caso a aquellos que os mandan mensajes de peligro? Vamos a descubrirlo.
¿Cuáles son nuestros miedos como padres?
Los miedos suelen ser irracionales y están relacionados con:
- La noche. Aunque decimos cosas como “es que oscurece muy pronto”, si somos realistas, oscurece exactamente igual que cuando éramos adolescentes. Distinto será decir que os sentís más seguros si vuelven a las 12 de la noche que si lo hacen a las 5 de la madrugada ¿no estaremos confundiendo noche y peligro?
- Los peligros. En eso, punto para los padres. La calle y, especialmente de noche, cuenta con potenciales peligros. Sin embargo, ¿no existen también potenciales peligros durante el día?
- Las drogas. Uno de los aspectos que más asusta a los padres son las drogas que consideran más adictivas como los porros, cocaína, las pastillas, las drogas de diseño y el alcohol. Está claro que, cuando el hijo debuta en el mundo de los peligros de la noche, se lo van a ofrecer pero de él y, sobre todo, de la educación que haya recibido en casa, dependerá su capacidad de decir “no”.
- El sexo. En la sociedad de las tecnologías de la información y de la comunicación, vuestros hijos tienen acceso a todo tipo de información sexual así como a un amplio abanico de métodos de prevención que, sin embargo, en muchos casos, no usan y acaban utilizando métodos anticuados, en absoluto fiables. Los riesgos a los que se someten son mayores así como mayores son los problemas de salud que pueden tener como consecuencia además de embarazos no deseados.
- Los padres tienen dos miedos menos evidentes pero más universales y que van ligados al amor que profesan a sus hijos.
- Falta de competencia parental. Cuántas veces habréis oído aquello de “mamá, tú que sabes” o “papá, no entiendes nada”. Esto produce una disminución en la autoestima de algunas personas, que han pasado sus vidas dedicadas a cuidar a sus hijos. Sin embargo, rechazan sus consejos y advertencias, creyéndose en la cima del mundo, dentro de su círculo de egocentrismo individualista. Aún así, también es función de los padres enseñar valores aun cuando esa cima parezca el Everest.
- Miedo a perderle. Existe una frase que dice “a los hijos tenemos que ayudarles a salir de casa, para que no se escapen de ella”. Hay que distinguir entre el sentimiento de pérdida figurada (el hijo se va fuera a estudiar, a trabajar, a formar su familia) y el verdadero miedo a perder a sus hijos, físicamente, porque les ocurra algo malo. Es cuestión de tiempo pero, en los casos más graves, si os genera una intensa ansiedad, deberíais realizar una psicoterapia.
¿Qué hacemos como padres?
- Escuchar, no solo oír. Tu hijo va a llegar a casa con un discurso coherente – y seguramente ensayado- para pedirte llegar más tarde. Escucha atentamente lo que tiene que decirte, mirándole a los ojos y sin hacer nada más. Intenta no escuchar a tus propios miedos y “ no te hagas el sordo”.
- Establecer comunicación adecuada. Tómate tu tiempo para responder en una respuesta que no debe ser unilateral sino coincidente con el otro progenitor. En cualquier caso, debe ser una conversación tranquila, sin gritos y sin expresiones lapidarias del tipo “si a tu edad, yo hubiera dicho esto a mis padres…”. Más que nada porque seguro que lo dijiste y por ahí deben andar unos abuelos con buena memoria y que ya no tienen obligación de educar.
- Sin discrepancia educativa. Ambos miembros de la pareja debéis tener la misma opinión. Si uno dice que la hora de vuelta son las 11’30 horas, el otro debe decir lo mismo. Ninguno de los dos debe tomar una posición de poder. Piensa que la discrepancia entre vosotros no es adecuada ya que frases como “ yo por mí, sin problema, pero tu madre, ya sabes cómo se pone por todo” lo único que ocasiona es desconcierto en el menor y, al mismo tiempo, desautoriza a quien ha emitido dicha frase.
- Dadle un voto de confianza. Aunque tienes delante un adolescente y no sabes cómo puede ser que esté viviendo en su casa, recuera que es el mismo niño que creció con vosotros y, por tanto, todos los valores que le hayáis inculcado desde la familia, forman parte de su ser. Nunca hará nada tan malo que transgreda esos valores y esos principios.
- Negociar los horarios de vuelta a casa. Primero hay que evaluar la propuesta del adolescente, de una forma racional, ya que no es lo mismo que les pida volver más tarde que les diga “ ya vendré…” y no vuelva en todo el fin de semana, siendo menor de edad. Los padres, de forma conjunta y negociada, deben establecer unos horarios de regreso a casa. La ambivalencia o el silencio muestran desintéres y permisividad, con lo que pierden una de sus pocas oportunidades para apoyarles en este proceso de autonomía. Los horarios deben ser entendidos por los hijos como un limite y, por tanto, no están sometidos a variaciones, a excepción de algún acontecimiento o circunstancias especiales. En cualquier caso, los horarios se pueden modular en función de la edad y madurez del hijo así como del cumplimiento con los mismos en etapas anteriores.
- Negociar normas claras respecto alcohol y dinero. Cada vez más adolescentes se embriagan durante los fines de semana. El consumo de alcohol compulsivo hasta llegar a la “borrachera” es perjudicial para los adolescentes. Habla con tu hijo acerca de las consecuencias de una ingesta excesiva de alcohol. Asimismo, negocia las reglas relativas al consumo de alcohol durante los fines de semana aunque es probable que no te haga mucho caso. Para ello, usa una cuestión que no tiene discusión alguna: la ley prohíbe la venta y el consumo de alcohol a menores de 18 años. Por otra parte, la OMS y todos los profesionales consideran que un consumo de alcohol, por pequeño que sea, es desaconsejable en adolescentes.
- Negociar la disponibilidad de dinero de bolsillo. Es útil asignarles una cantidad fija semanal o mensual – a criterio de los padres- que les permitiría que se responsabilizasen más tanto de sus obligaciones como de sus salidas, al tener que administrar su “presupuesto”.
- Informarles sobre posibles riesgos. Especialmente del consumo de alcohol y drogas y las consecuencias que puede tener. Los padres deben ser realistas, estar bien informados para permitir a sus hijos hacer elecciones correctas y tomar conciencia de las repercusiones que puede tener una mala decisión. Esta es una tarea educativa más de los padres que no presenta gratificación inmediata, ya que es un trabajo a medio y largo plazo.
- Pedirles que usen un medio de transporte seguro de regreso a casa. Reflexiona con tu hijo. No debe subir, bajo ninguna circunstancia, solo al coche de un desconocido o si el conductor ha bebido o ha tomado drogas. Recuérdale que, en cualquiera de estas circunstancias, lo más recomendable es usar los medios de transporte públicos y siempre puede llamar a casa para que le vayan a buscar. Si pasa la noche en casa de un amigo, hazle saber que –como adolescente menor de edad- querrás hablar con los padres de dicho amigo para comprobar dónde está pasando la noche.
- El móvil siempre encendido. Es muy útil para poder hacer frente a un eventual imprevisto que le acontezca, no solo a tu hijo, sino también a la familia. Como padres, debéis hacer uso del mismo cuando creáis conveniente, dentro de unos límites, al igual que los adolescentes.
- Los acuerdos se deben cumplir. Este es un punto esencial para que los adolescentes interioricen el concepto de responsabilidad. El incumplimiento a la palabra dada es lo mismo que una falta de respeto y eso es lo mismo que no tener en cuenta al otro. Nadie, nos llamemos padres o hijos, tiene derecho a tratar sin respeto al otro.
- Evita las relaciones en “espejo”, sobre todo, en situaciones conflictivas. Si no dejas regresar a tu hijo a la hora que quiere, éste reacciona de forma visceral, irritable, airada… No hagas lo mismo. Aquí no se trata de quién “gana”, quién “pierde” o de quién “tiene la razón”. Piensa que tú eres el adulto y tu misión es calmar la situación para poder conversar tranquila y racionalmente. Si por las circunstancias no es posible rebajar el tono, mejor dejad la conversación para un momento en que todos puedan hablar de una forma más calmada.
