Uno de los principales psicólogos del siglo XX, Frederick Herzberg, diseñó a finales de los años sesenta una teoría que hoy gran parte de los departamentos de recursos humanos tratan de poner en práctica entre los empleados de sus empresas.
En su teoría de los dos factores, Herzberg, habló de la motivación a la hora de enfrentar un trabajo. Desde su punto de vista, la satisfacción laboral viene influenciada por la motivación con que lo acometamos, mientras que la insatisfacción es consecuencia de los factores higiénicos.
¿A qué nos referimos con factores higiénicos? Pues aquellos que partimos de la base “de que están”: el salario, un entorno físico de trabajo aceptable, los beneficios sociales… Este concepto surgió en el siglo XIX, cuando Frederick Winslow Taylor, padre del taylorismo y el trabajo en cadena, se dio cuenta de que a corto plazo poner duchas en el puesto de trabajo mejoraba la productividad, aunque a medio plazo esta volvía a decrecer.
Con el salario ocurre lo mismo: si nos lo suben, nuestra productividad se verá incrementada en el corto plazo, pero pasado un tiempo volveremos a los niveles originales. Esto es porque las personas, a la hora de desempeñar una tarea, necesitamos una motivación. En términos psicológicos hablaríamos de que necesitamos un salario emocional.
¿En qué consiste el salario emocional?
Bajo este término aglutinaríamos todas las retribuciones no económicas, o no tangibles, que un trabajador puede percibir por parte de la empresa. El fin último de estas es incentivar, de manera positiva, la percepción que se tiene del trabajo, mejorando como fin último la productividad.
Las últimas generaciones que están accediendo al mercado de trabajo, partiendo de la premisa de que tienen gran parte de sus necesidades cubiertas, buscan en sus empleos más que un salario. Buscan sentirse realizados, beneficios emocionales además de los económicos.
Ejemplos de salario emocional
Las facilidades que la empresa dé a la hora de tener un horario flexible son claves para que los empleados se sientan bien en sus puestos de trabajo. Es obvio que todos hemos de cumplir un horario, un número determinado de horas, pero disponer de un horario flexible de entrada o de salida, o de alargar el descanso para la comida, pueden ayudar a mejorar la productividad.
De igual manera, poder tener la oportunidad de teletrabajar, conectándonos a nuestros equipos de trabajo de manera remota desde nuestra casa, puede hacer que, en situaciones concretas –como la crianza de un hijo, o el cuidado de un mayor- mantengamos o incluso incrementemos nuestra efectividad laboral, sin tener que hacer acto de presencia en la empresa.
La idea que subyace en todo esto es que la empresa se preocupa por nosotros, y trata de ponernos nuestro trabajo lo más fácil posible. Ante esta visión, el empleado se siente emocionalmente vinculado.
Además de estos dos ejemplos, quizás los más habituales, tendríamos otros que de manera puntual pueden ayudar a sentirnos mejor retribuidos:
- Guardería para nuestros hijos en el propio espacio de trabajo
- Espacios de distracción –tenemos ejemplos claros en las oficinas de empresas como Google o Facebook-.
- Formación en aspectos no relacionados con nuestro puesto de trabajo
- Flexibilidad a la hora de coger vacaciones.
- Seguros, planes de jubilación
- Gimnasio
- Comedor
- Voluntariado
Y junto a estos, como conclusión, uno que es básico y que pueden llevar a cabo nuestros superiores de la manera más sencilla y barata: reconocer nuestros puntos fuertes y el trabajo bien hecho. Nada se agradece más que una sincera palmadita en la espalda.
¿Quieres mejorar algún aspecto de tu vida o de tus empleados? Cuéntanos tu experiencia, contacta con nosotros y no olvides que nuestro equipo de psicólogos online está a tu disposición. Pide cita.