verano1La pasada semana, llegaba a consulta la agobiada madre de Iván y de sus dos hermanos menores. Me había pedido una hora para ella, ¡qué raro! – me dije – porque Iván es un buen estudiante, con algunos problemillas que no son de recibo. Esther empieza su discurso; “Necesito que me ayudes, Dolors, ¿qué hago yo y mi marido trabajando, ¡claro!, con tres niños en casa? ¡Y es que lo han aprobado todo!” No pude más que sonreír; era la primera vez que alguien se quejaba porque habían aprobado pero, sin embargo, la consulta de Esther está siendo habitual durante estos días.

Porque no os descubro nada nuevo si os digo que, recientemente, se ha acabado el curso y tenéis por delante, aproximadamente, 82 días, ¡que se dicen pronto! de vacaciones.

¿Es mucho o es poco, tras nueve meses de curso escolar?

Hay opiniones para todos los gustos. Desde mi punto de vista, apoyaría un modelo “europeo” en que las vacaciones se hallan mucho más repartidas, de manera que se pueden encontrar unas “vacaciones de invierno”, inmediatamente, después de Navidad, las de Semana Santa, algo más larga y las vacaciones de verano, más cortas. Así, los períodos escolares y de vacaciones, se distribuirían de forma más uniforme y sería mejor de cara a la conciliación de la vida laboral con la familiar que, de esta manera, se convierte en dificultosa.

Siguiendo con el modelo actual, las vacaciones de verano, se estiran – como un chicle- para los niños y adolescentes, pero requieren de esfuerzos muy importantes de las familias para poder gestionar que, especialmente los niños de menor edad, no se queden solos. Y ya no hablemos de si eres autónomo.

Por eso, se trata de buscar alternativas en forma de casas de verano, colonias, campamentos o campos de trabajo en que los niños y adolescentes puedan desde divertirse hasta vivir nuevas experiencias. Además, es una oportunidad para socializarse adecuadamente y practicar correctas habilidades sociales, siempre y cuando, no sean actividades generadoras de estrés o ansiedad.

¿Qué hago si me dicen que se aburren?

verano2Nada en especial. Una cierta dosis de aburrimiento – como todo, en su justa medida -sirve para agudizar la creatividad, la imaginación y, para hacer algo a lo que no se les tiene nada acostumbrados como es tolerar la frustración. Cierto es que padres, abuelos, tíos, canguros o cuidadores, en general, debéis estar dispuestos a que se les pueda ocurrir cualquier travesura y – como todo, en su justa medida, y dependiendo de la gravedad de la misma – tolerarla con una sonrisa o imponer límites. Porque, aunque sean vacaciones, los límites y las normas tienen que seguir vigentes.

¿En verano se deben mantener las mismas normas que en invierno?

Por supuesto. ¿Se pueden incumplir las normas sociales, por ejemplo, porque estemos de vacaciones? ¿Verdad que parece no tener sentido? Pues lo mismo ocurre con los límites, aunque, obviamente, tampoco es necesario “porque yo lo digo” o “porque te lo mando yo”.

De hecho, hay que tener en cuenta como le ha ido el curso escolar a tu hijo; si lo ha aprobado todo, es necesario reforzarlo, alabarlo por su buen curso, y darle cierta libertad, dentro de unos límites, según la edad de tu hijo. Aun así, si tu hijo ha suspendido, esto no significa que lo debas castigar sin salir todo el verano y le debáis decir “no vas a llegar a ningún sitio”. De la misma manera, se les debe reforzar para que no decaiga su motivación y, por tanto, su rendimiento. En este sentido, aunque las normas están para cumplirlas, también, hay que saber cuándo flexibilizar los límites.

¿Qué actividades deberían hacer los niños?

En principio, deberían ser actividades que rompieran con la monotonía del año.  Si es posible, sería fundamental que los padres colaboraran – teniendo en cuenta que el horario de verano suele ser intensivo – y hacer una agenda para programar diversas actividades, desde salir en bicicleta hasta ir al cine, pasando por quedarse en casa jugando a juegos de mesa. Es necesario que, todo ello, favorezca la comunicación interparental.

También son muy adecuados los talleres para trabajar la inteligencia emocional, las técnicas de estudio o la iniciación a la lectura. De la misma manera, los campos de trabajo, los campamentos o los campus de deportes son muy útiles, también hasta que los padres tengan sus propias vacaciones.

Sin embargo, existen muchos niños y preadolescentes que durante el verano se quedan solos porque sus padres no se pueden permitir ni campamentos, ni campos de trabajo, ni campus de deporte, ni talleres de estudio. De hecho, mi consulta se encuentra en un barrio socioeconómicamente deprimido en que los niños pasan el verano en casa, mientras a sólo medio kilómetro se halla el acomodado centro de la ciudad, con niños de familias que se pueden permitir viajes para aprender inglés al extranjero o cualquiera de las actividades mencionadas.

Por tanto, hay que tener muy en cuenta el factor de riesgo de las desigualdades tanto socioeconómicas como sociales, ya que estos niños salen a los parques cercanos a su casa a charlar o jugar con sus amigos, lo cual puede acabar desarrollando conductas desde adictivas hasta conductuales patológicas, sobre todo, si esos compañeros son “poco recomendables”. Puede que, por el contrario, se quedan en casa solos pasando excesivas horas enfrente del televisor o acabando por mostrar sintomatología adictiva a videojuegos, WhatsApp e Internet, suponiendo una pérdida lenta pero progresiva del placer de la lectura y, cada vez, a horas más tempranas.

¿Es necesario que hagan los cuadernos de vacaciones?

Volvemos a los límites; depende, en gran parte, de vuestro buen criterio como padres. ¿Pensáis que es lo mismo un niño que ha aprobado el curso, con notas brillantes a otro que va a tener que repetir curso, pasando por el que le han quedado 5 asignaturas para recuperar –o no- en Septiembre? La respuesta debería ser que no. Y, aunque no se debe seguir, exactamente, el mismo ritmo que durante el curso, en cuanto a pautas de sueño, ocio y deberes, lo que tampoco se debe hacer es perder los hábitos de estudio.

Por tanto, es recomendable pactar con vuestros hijos una franja – mañana o tarde – y el tiempo que deben dedicar a hacer cuadernos de vacaciones, dossiers, lecturas o aquello que les hayan sugerido en el colegio. Esperar a finales de agosto, e incluso, a principios de septiembre “para ponernos las pilas”, sobre todo, en el caso de los que tengan que recuperar, sólo va a generar ansiedad, rechazo hacia el colegio y las asignaturas, frustración e irritabilidad que desembocan en desmotivación y bajo rendimiento académico en el momento de los exámenes de septiembre.

veranoPautas para padres

  • No “pagar” las buenas notas comprando muchos juguetes. De hecho, sólo se deben comprar aquellos juguetes que estimulen la imaginación de los niños.
  • Evitar los excesivos juguetes electrónicos, tratando de que no estén demasiado tiempo con la tablet o con el ordenador.
  • Evitar la sobrecarga de actividades, en forma de campos de trabajo, campus de deporte, campamentos,…
  • Permite a tus hijos jugar de forma libre o, incluso, aburrirse. Durante ese tiempo, si tienes cartones, lápices de colores, papeles de distinto color, cuerda, pegamento o trozos rotos de otros juguetes, les puedes enseñar a explorar y a agudizar su imaginación y su creatividad.
  • Haced actividades al aire libre, tanto tus hijos con otros niños como toda la familia. La naturaleza es una fuente inagotable de asombro y descubrimiento para los niños
  • Dedicad tiempo a vuestros hijos en la medida de lo posible. El tiempo es algo que ni se vende ni se compra pero es lo más caro del mundo. Los niños darían todos sus juguetes por pasar más tiempo con los padres. Y, cuando eso no ocurre, después, uno se arrepiente de no haber estado allí cuando debía y, quizás, incluso podía.

Cuándo llegan las vacaciones de nuestros hijos y, nuestra primera pregunta es ¿qué hago con ellos? tal vez, estemos equivocando la cuestión que sería más bien ¿qué van a necesitar mis hijos este verano? o, incluso, ¿qué les gustaría hacer a mis hijos este verano? A lo mejor, sólo se trata de un sutil juego de equilibrios entre las necesidades y preferencias de los menores y las nuestras.

En cualquier caso, y esté donde esté el equilibrio en cada familia es esencial que paséis tiempo con vuestros hijos. Ese tiempo que durante el curso no podéis compartir por las prisas, el ajetreo, el estrés, las múltiples actividades y compromisos o lo absortos que nos hallamos en nuestras respectivas tareas, tanto unos como otros. Porque entre curso y curso, el tiempo va pasando muy rápido y, para cuando os queráis dar cuenta, serán ellos quienes ya no querrán compartir el verano con vosotros.