El sentido de la orientación es innato en los seres vivos. Se trata de “la habilidad que tenemos para ubicarnos en el espacio, para saber hacia dónde nos dirigimos partiendo de nuestra ubicación actual, incluso en situaciones en las que nos encontramos en ambientes que no nos resultan en absoluto familiares”. Así lo explican Karin Sidney Chellew Gálvez y Margarita Gómez Márquez, Profesoras Doctoras en el Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Biomédicas y de la Salud de la Universidad Europea para Traveler.
Sin embargo, a pesar de ser algo congénito encontramos desemejanzas entre las diferentes personas. Si eres hombres posiblemente tengas un buen sentido de la orientación, si eres mujer quizá no sea tu mujer faceta. Este se debe principalmente al diferente comportamiento del cerebro en hombres y mujeres.
Tal y como recoge el diario El País en este artículo, científicos de la Universidad de Pensilvania hallaron claves neurológicas que explican esta disparidad. La conectividad entre las diferentes partes del cerebro se produce de forma diferente en ambos sexos. En el caso de las mujeres las conexiones entre ambos hemisferios son mayores, mientras que en los hombres las conexiones interiores en cada hemisferio son más habituales. Según el estudio, publicado en la revista científica PNAS, “los resultados indican que el cerebro masculino está estructurado para facilitar la conectividad entre percepción y acción coordinada, mientras que el femenino facilita la comunicación entre el modo de procesamiento analítico y el intuitivo”.
Algo que explica también doctor Hugo Liaño, jefe del servicio de Neurología de la Clínica Puerta de Hierro de Madrid, para El Mundo Magazine. “El modo en que el cerebro masculino está organizado lo hace más capaz en las percepciones espaciales».
¿Se puede “entrenar” la orientación?
Chellew y Gómez explican como “las investigaciones muestran que una parte de nuestra capacidad de orientación es innata y otra parte es aprendida” y proponen trabajar la orientación «a partir de actividades de memoria espacial y de rotación mental de figuras complejas». Además «el ejercicio físico también favorece la orientación espacial, porque nos ayuda a interiorizar nuestro esquema corporal y a obtener un mejor desarrollo de la lateralidad. Realizar actividades en entornos abiertos también favorece la mejora de la orientación, dado que nos somete a un esfuerzo constante de ubicación en el espacio».
Alfonso Barragán, Técnico de Senderos titulado por la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME) habla en Traveler de cómo los hábitos influyen en nuestro sentido de la orientación. «Estar acostumbrado a viajar hace que poseas mejor orientación. Una persona que viaje -independientemente de si es hombre o mujer-, que salga de su zona de confort, que esté en contacto con la naturaleza, que explore, seguramente se oriente mejor que una persona habituada a una rutina y que no sale de su zona de seguridad».