¿Soy adicto a la pornografía?

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En los últimos años y gracias a la evolución de las tecnologías y las comunicaciones, acceder a material erótico y pornográfico se ha convertido en algo tan sencillo como conectarse a internet y apretar un botón. Incluso muy a menudo nos vemos expuestos a este material sin buscarlo, sin quererlo.

Es indudable que la industria del sexo, de la pornografía, es una industria que mueve mucho dinero, tanto en internet (a falta de datos que lo confirmen, debe ser la principal fuente de ingresos ya hoy en día) como fuera de la red con todo lo que rodea a esta forma de ver y entender la sexualidad.

Esta facilidad de acceso ha hecho que se trabaje mucho en dar al espectador cosas nuevas, en buscar la manera de mantener la atención en algo que, si nos ponemos cínicos, podríamos decir que es un «mete saca» y poca cosa más.

Ahora podemos encontrar infinidad de tipos de pornografía, hechos por profesionales y hechos por amateurs que se graban a sí mismos o que, con pocos recursos técnicos, graban material para excitar a cualquiera. 

Escena de la película Don Jon

Los peligros de la pornografía

A pesar de que soy una firme defensora de la pornografía, es cierto que tiene ciertos peligros e inconvenientes, fruto de su mal uso y debido, principalmente, a la falta de educación sexual que tenemos en general.

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Defiendo la pornografía porque creo que es una forma sana de excitarnos, tanto hombres como mujeres, de ver realizadas nuestras fantasías sense tener que esforzarnos en crearlas nosotros.

Además, nos puede dar algunas ideas para llevar a cabo, siempre y cuando tengamos claro que para hacerlo, la persona con la que compartamos la experiencia tiene que estar de acuerdo y que, por supuesto, hay muchas cosas que, por muy de acuerdo que estéis y por mucho que os esforcéis no vais a poder hacer. Y es que, el porno, al final, es ficción. Y eso me lleva a los inconvenientes.

Básicamente el porno es ficción. No es un documental. Cuando vemos una película «normal» (nótense las comillas) en el cine, no nos planteamos que lo que está pasando sea cierto: no nos invaden los zombies, ni los aliens, no se acaba el mundo mañana porque caiga un meteorito, ni la gente, de repente, canta por la calle y todo el mundo baila a su compás.

Pero en el mundo del porno todo se confunde un poco, no tenemos referentes de cómo se hace el amor. No sabemos cómo dos personas «normales» tienen sexo entre ellas, a no ser que nos dediquemos al voyeurismo, y esto es otro tema.

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Como no tenemos referentes, como no sabemos cómo se hace, nos tenemos que fiar de la información que tenemos: las películas, básicamente (aunque también podría darnos por los libros de información, no los eróticos, pero, ya se sabe, la lectura no es tan agradecida como la película).

Así que el gran problema del porno es, básicamente, que crea un imaginario sexual que se ajusta muy poco a la realidad. Nos mete en la cabeza que las relaciones sexuales son explosivas, con placer infinito por parte de todos los participantes, con una disposición a participar completa, siempre excitados, sin problemas, sin dolor, sin malas experiencias. Una farsa.

Pero no sólo está este problema, también hay algo añadido: las escenas de la pornografía son mucho más «fuertes» a nivel de excitación de lo que jamás llegaremos a recrear en la realidad (por lo general). Así que, un consumo de porno excesivo puede llevarnos a tener problemas a posteriori para excitarnos con relaciones sexuales «normales».

¿Cómo puedo saber si existe una adicción a la pornografía?

Escena de Shame
Escena de Shame

Como en todas las adicciones, esto lo va a marcar la funcionalidad o no de la persona. Es decir, en general, en psicología, para diagnosticar una conducta adictiva se da por entendido que es aquella conducta que provoca que la persona no pueda llevar una vida socialmente aceptable, o que deje de hacer cosas que antes hacía.

Dicho de otra manera, no consideraríamos adicta a una persona que durante la semana, ve un rato de porno para excitarse, para masturbarse (o no) en su tiempo libre. Da igual si lo ve diez minutos o media hora al día. Si lo hace en su tiempo libre, si lo hace porque le apetece, no habría problema a priori.

El problema llega cuando el consumo de pornografía se descontrola. Cuando la persona pone en peligro, por ejemplo, su puesto de trabajo porque necesita ver pornografía en horas en las que debería estar trabajando. O bien cuando la persona deja de quedar con sus amigos porque prefiere quedarse en casa viendo porno. O cuando descuida sus quehaceres familiares o de pareja.

Además, en el caso de la adicción, la persona, muy probablemente, cambiará de forma de comportarse. Se encerrará mucho en sí mismo/a, probablemente se muestre más irritable, esté más triste… Si detectas estos síntomas en tu pareja o en ti mismo/a, no bajes la guardia. Ante la duda, lo mejor es ponerse en contacto con un sexólogo o profesional de la psicología que pueda hacer una buena evaluación de la situación y, en caso necesario, te ayude a salir de esa adicción.

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Imagen de Silvia Catalán
Sobre Silvia Catalán Sílvia Catalán es licenciada en Psicología por la Universitat Autónoma de Barcelona y colegiada número 21279. Está especializada en sexología y salud sexual y en terapia de pareja.
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