Unión de cuerpo y mente: las terapias de tercera generación

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Las terapias de tercera generación cada vez van ganando más terreno. Si la psicología humanista dejó atrás las convenciones de las terapias conductistas, ahora éstas, aún teniendo todavía mucho peso, empiezan a dejar cada vez más lugar a las nuevas terapias de innovación.

Aunque llevan varios años en auge, es ahora cuando empiezan a hacerse un hueco entre la opinión pública gracias al aval que han efectuado distintos artículos. Cada vez se demuestra con más solidez la tesis de estas terapias: el vínculo existente entre la actividad neuronal y la percepción sensorial del cuerpo. El EMDR y el Brain Spotting son las dos técnicas terapéuticas, de base idéntica y práctica muy similar, que más destacan en este campo.

Mente y cuerpo, la unión perfecta

Mente sana in corpore sano. Los sabios de la Roma clásica ya lo auguraban. Y es que no debemos olvidar que somos un todo. “La mayoría de psicólogos pecamos al no tener en cuenta el cuerpo, igual que los médicos tienden a centrarse únicamente en lo orgánico”, apunta Alma Marín, psicóloga especializada en EMDR y Brain Spotting. Las terapias de tercera generación, pues, se caracterizan por tener en cuenta tanto la parte mental como la somática porque, como explica Marín, “si me encuentro mal físicamente, me afectará emocionalmente y viceversa: si estoy estresado puedo terminar somatizando y sufrir ansiedad”.

Estas terapias, pues, buscan la superación del trauma o conflicto interno mediante la paz no solo de la mente consciente, sino también la paz del cuerpo, que responde generalmente a nuestro inconsciente. Uno puede decirse mentalmente que no tiene miedo respecto a algo en concreto pero, indiferentemente, físicamente puede sentir ese temor mediante sudores, escalofríos o ansiedad. El miedo que siente nuestro cuerpo – y que resulta de nuestro inconsciente – es la respuesta a los distintos estímulos que podemos encontrar en el día a día y que nos evocan el trauma interior.  ¿Cómo ocurre esto?

Todos nuestros recuerdos se graban a nivel neuronal. Este proceso de archivado mental se produce cada vez que entramos en la fase REM mientras dormimos, la fase de los movimientos oculares rápidos. En pleno estado REM, nuestro cerebro se dedica a procesar todos los recuerdos de las experiencias vividas. No obstante, el perfecto sistema cerebral yerra cuando se produce un trauma.

El trauma genera un recuerdo que el cerebro es incapaz de procesar en tanto que deriva de una experiencia de gran carga emocional (negativa) para el individuo. Este recuerdo que no se puede asimilar queda estancado, produciéndose un colapso de la información en el área cerebral donde se ha archivado el recuerdo. “Esto impide que la persona evoluciones tranquilamente ya que la información ha quedado registrada de forma fraccionada: olores, imágenes, sonidos, etcétera”, explica Marín, añadiendo que esta fracción del recuerdo es lo que dispara nuestro miedo cuando nos encontramos con un estímulo. Por ello, el trauma “es un lastre” ya que “en el día a día podemos tomar contacto con estímulos que nos disparan el recuerdo” y que nos provoquen constantemente síntomas que no nos dejan vivir en paz.

Reconciliarse con el cuerpo

El objetivo de las terapias es desensibilizar al cuerpo del trauma. Para ello, ambas técnicas, procedentes de la neurociencia, usan la estimulación bilateral. “Este recurso se utiliza para estimular los dos hemisferios del cerebro a fin de que la información, a nivel cerebral, procese más rápidos”, apunta la psicóloga, “ya que se facilita la conexión de ambas partes a través del cuerpo calloso”. De este modo, se ejercita el cerebro y es más consciente de todo.

La estimulación bilateral, a fin de cuentas, trata de imitar la actividad cerebral que se produce durante la fase REM pero en un momento de plena consciencia – y no de forma inconsciente como al dormir. La técnica se reproduce mediante movimientos repetitivos y simultáneos de los ojos de un lado al otro, con toques en ambas manos o, generalmente, mediante la estimulación auditiva con sonidos que se alternan en ambos oídos, “el recurso más usado tanto en EMDR como en Brain Spotting”.

Esta estimulación, pues, permite al paciente en estado consciente acceder a este recuerdo que ha quedado estancado y poner solución mediante la desensibilización del cuerpo. “Con la estimulación bilateral se integra la consciencia al material que ha quedado atrancado ya que facilita la conexión entre la parte traumática con las creencias adaptativas y positivas”. Aquello que pensamos conscientemente (“puedo con esto”, “ya soy mayor y esto no me da miedo”, “sé que esto no es malo”) podemos ahora trasladarlo a nuestras sensaciones inconscientes y hacer entender al cuerpo que ya puede estar tranquilo.

A fin de cuentas, como dice Alma Marín, “el cuerpo va por libre si no le educamos bien, si no accedemos a él”. Las terapias EMDR y Brain Spotting, con la estimulación bilateral, nos permiten reencontrarnos con nuestro cuerpo y enseñarle a no reaccionar frente a los estímulos diarios que recuerdan al trauma ya que, a fin de cuentas, el pasado ya es pasado.

Resultados eficaces

Nada es blanco o negro. Siempre hay matices. Y con las terapias sucede lo mismo. No obstante, Alma Marín asegura que en sus años de ejercicio no ha encontrado ningún paciente que haya obtenido malos resultados con ambas técnicas, el EMDR y el Brain Spotting, que Marín compagina en sus sesiones. En cambio, si hay quienes abandonan “porque no encuentran sentido a depende qué temas que trabajamos en la terapia y si creen que algo no les es útil, abandonan”, aunque apunta que le ha pasado en “muy pocos casos”.

La paciencia y la confianza del paciente es importante en estos casos. Por ello, Alma siempre trata de generar un buen clima en sus sesiones y “dejar claro que nunca juzgo a nada ni a nadie”, fundamental para que el paciente no se sienta intimidado y pueda expresarse con libertad.

Además, las técnicas EMDR y Braing Spotting son terapias de efectividad rápida y se alejan, por tanto, de las longevas terapias convencionales que pueden durar años. Evidentemente la duración del tratamiento dependerá tanto del paciente como del trauma, pero Alma estima que hay un tiempo variable de tratamiento de entre dos meses y un año.

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